Capítulo 9

48 6 1
                                    

Entramos en la casa. Era enorme y espaciosa. William nos dirigió al salón y nos sentamos. Luego trajo su botiquín para curarnos, pero dijo que mejor nos dieramos una ducha antes de curarnos. William dio ropa limpia a los chicos y su mujer, Joanne, a mí. Los dos eran muy amables y simpáticos. Nunca antes había visto a unas persona así.
Empezó a curarnos. Su mujer nos trajo agua y comida.
A Daniel le tuvo que dar algunos puntos porque varias heridas estaban demasiado abiertas. A los demás solo nos echó agua oxigenada. Después nos terminaron de enseñar la casa. Tenían tres habitaciones, una la cual ocupaban ellos dos, otra Russell y Luke, y en la otra Daniel y yo. Solo había una cama en cada habitación así que tendríamos que dormir juntos.
Unas horas más tarde, nos fuimos a dormir. Estábamos agotados. Ayudé a Daniel a subir las escaleras, todavía estaba muy débil.
Nos metimos en la cama y apagué la luz.
-Buenas noches -dije dándole un beso en la mejilla-.
-Buenas noches.
Me acurruqué contra él.
Apenas pegué ojo en toda la noche, estuve pensando en quién podrían ser esos tíos y qué querían saber.
Cuando me desperté Daniel no estaba. Me levanté y fui corriendo abajo, miré la hora y eran las once, me había pasado durmiendo. Me asomé al salón y allí estaban todos.
-Por fin te despiertas -dijo William sonriendo- el desayuno está en la cocina.
-Vale.
Fui a la cocina, había un vaso de leche y otro de zumo de naranja y dos tostadas. Me senté y empecé a comer. De repente alguien interrumpió mis pensamientos, era Luke.
-Hola -dije-.
-Hola.
Se sentó a mi lado. Espero que no intentase lo del otro día.
-Si consegimos llegar a dónde quiera que esté la máquina del tiempo, ¿podré ir con vosotros? -preguntó-.
-Sí, pero hay un problema... ¡No puede haber dos tús en el mismo sitio!
-Hala, ¿por qué?
-Pues porque no.
-Pues vale.
Luke era muy cabezota, no se le podía sacar una idea de la cabeza.
-¿Por qué me miras? -pregunté-.
-Porque sí.
Me levanté de golpe, estaba ya harta. Recogí las cosas y las metí en la pila.
-Déjame ya -dije-.
Salí de la cocina y fui a mi habitación a cambiarme.
Me cambié y me tiré en la cama.
¿Estaría mi madre preocupada?
¿Vendría Lew a ayudarnos?
¿Cómo volveríamos a Colorado?
Cada día que pasaba me ponía más nerviosa. Nunca más me iría en una máquina del tiempo.
Llamaron a la puerta de mi habitación. La abrí y era Daniel. Nos sentamos en la cama.
-Tenemos que regresar -dije agoviada-.
-¿Cómo?
-No sé, ¿no se te ocurre nada?
-No. ¿Dónde está tu móvil?
-Lo dejé en casa de Lew. ¿Y el tuyo?
-El mío no tiene batería.
-¡Ah, muy bien! ¿Tu crees que Lew va a saber dónde estamos?
-¡Y yo que sé! Yo no lo sé, ¿tu crees que lo voy a saber? -gritó Daniel nervioso-.
Empecé a llorar, tenía que desahogarme.
-¡Deja ya de llorar! ¡Llevas todo el tiempo llorando!
-¡Cállate! -grité-.
Le di un bofetón. Se levantó enfadado y salió dando un portazo.
No tenía que haberle pegado, él estaba también muy tenso con esta situación.
Cuando ya me había calmado un poco, bajé. Entré en el salón y solo estaban Russell y William. Los demás habían como desaparecido.
-Hola -dije-.
-Hola -dijeron los otros dos-.
Me senté junto a ellos.
-Necesitamos volver a Colorado -solté de pronto-.
-Bueno -dijo William- dentro de un mes tengo que ir allí para una reunión, os podré llevar.
-¡No podemos esperar tanto! -me quejé-.
-Pues como no vayáis por vuestra cuenta o haciendo autostop...
-Ya buscaremos la forma -dijo Russell tranquilamente-.
-¡No! Necesito volver. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Han estado apunto de matarnos! -grité nerviosa-.
-¡Eh! ¡Cálmate! ¿Por qué tienes tanta prisa? -gritó también-.
Me levante enfadada. Todos se habían enfurecido conmigo. Me fui a mi habitación y me senté. De pronto me vino algo a la cabeza, un plan: me iba a escapar, me iría sola. Esta noche cogería comida y cosas necesarias, y me iría. Pero primero tendría que asegurarme de que estaban todos dormidos.
Ya era hora de cenar. Me atiforré a comer para que me durara la comida que cogiera.
-¡Qué hambre tienes! -exclamó William-.
-Sí... -dije-.
Después de cenar nos fuimos a la cama. Cuando comprobé que Daniel ya se había dormido, salí de la habitación sigilosamente y bajé a la cocina.
Cogí una bolsa y metí bastante comida.
-¡No hay botellas! -susurré- ¿cómo no puede haber botellas?
Empecé a buscar en los armarios, tenía que haber alguna botella o algún recipiente. Encontré un tarro, lo llené de agua y lo metí en la bolsa.
Busqué la llave para abrir la puerta, salí, la volví a cerrar y metí las llaves por la rendija de buzón.
El cielo estaba despejado y las estrellas brillaban. Era una noche calmada y oscura con un poco de brisa. Las farolas apenas iluminaban. Todas las casas tenían sus luces apagadas, excepto una. Estaba pasando al lado de esa casa y estaba la sombra de un hombre, la sombra se acercó más a la ventana hasta que le pude ver la cara, luego apagó la luz. ¡Qué hombre más raro! Aquí solo hay gente rara. Esta ciudad, o lo que fuese, me daba miedo. Continué andando.
Escuché el ruido de un motor a lo lejos que poco a poco fue acercándose hasta llegar a donde estaba yo. Era la policía que estaba patrullando. Me detuve y ellos se bajaron de su coche. Eran dos policías.
-Buenas noches -dijeron-.
-Hola -contesté-.
-¿A dónde va a estas horas de la noche, señorita?
-Pues... He salido a dar un paseo y luego pues, me vuelvo a mi casa -dije nerviosa- es que no podía dormir...
-¿Y qué lleva en esa bolsa? ¿Nos la deja ver?
Se la entregué para que la registraran.
-¿Por qué lleva tanta comida?
-¡Buena pregunta! -contesté aún más nerviosa- pues por si me entra hambre dando un paseo.
Mis escusas cada vez eran menos creíbles.
-¿Por qué le tendría que entrar hambre? Solo has salido a dar un pequeño paseo y habrás cenado, ¿no?
-He cenado pero yo siempre tengo hambre -dije seria, me estaban hartando- pero, imaginénse que voy a dar un paseo y me entra hambre, ¿qué hago? ¡Pues comer! O, ¿y sí me encuentro a un pobre que necesita comer? ¡Pues darle comida!
-Claro, claro, señorita...
-Que pasen una agradable noche, caballeros -les dije educadamente y continué mi camino-.
-Igualmente... -dijeron -.
Cada vez me quedaba más asombrada con la gente esa. Seguí caminando. Anduve durante más de una hora, hasta que llegué a un pueblo vecino. No tenía nada de dinero así que no podía irme a ningún hotel. Empecé a buscar una casa que tuviera luz por si me podían dejar alojarme una noche. Encontré una y llamé a la puerta. Abrieron.
-Buenas noches -dije sonriendo-.
-Buenas noches -dijo una señora de unos cincuenta y cinco años-.
-Ya se que es muy tarde pero... necesito alojarme en algún sitio una noche y no tengo dinero, solo comida, y me preguntaba si...
-Claro que puedes alojarte esta noche aquí -me dijo amablemente-.
-Oh, ¡muchas gracias!
-No hay de qué. Pasa, chica, pasa.
Era una casa muy grande, limpia y sin ningún bártulo por medio. Me dirigió a una habitación de paderes blancas y suelo de baldosas, tenía un armario, una mesilla y la cama en donde iba a dormir. Enseguida me acosté, estaba muerta, y me dormí.

Ayúdame...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora