Capítulo 14

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La carretera estaba cubierta de nieve y había niebla ya que se acercaba el otoño. Los finos copos de nieve caían sobre mi rostro. Alguien me lanzó una bola de nieve.
-¿Quién ha sido? -pregunté-.
-Yo -contestó Luke riéndose-.
Empezamos una guerra de bolas de nieve. Daniel estaba sentado en el frío suelo, absorto en sus pensamientos y Russell contemplándonos con una sonrisa. Una de las veces que nos lanzábamos bolas, no sé como pero, Luke y yo nos chocamos. Él cayó al suelo y yo sobre las piernas de Daniel.
-Lo siento Daniel, ¿estás bien?
No contestó.
-Vale -dije tomándomelo como un "sí, estoy bien".
Russell sugirió empezar a andar. Comenzamos a andar por donde habíamos venido.
Llevábamos ya veinte kilómetros recorridos cuando me tiré al suelo.
Daniel se dio la vuelta.
-¿Qué haces? ¡Levántate!
-No puedo más -dije débilmente-.
Luke y Russell también se giraron.
-Vamos, tenemos que seguir -dijo Russell animándome-.
-Me van a reventar los pies, estoy muy cansada...
Una autocaravana muy colorida paró a nuestro lado.
-Eh, subid tíos. Necesitáis ayuda fijo -dijo un melenas bajándose de la autocaravana-.
Subimos a ella. Dentro habían más. Eran hippies.
-Hola, chavales -dijo Russell-.
-Paz y amor -respondió otro-.
Luke, Daniel y yo solo dijimos "hola".
-Eh, mona, tú para acá -me dijo uno-.
Me senté a su lado. Russell, Luke y Daniel se sentaron donde pudieron.
-¿Qué hacíais allí tirados? -preguntó el melenas-.
-Es que nos dirigimos a Colorado y como ningún coche paraba tuvimos que empezar a andar -respondió Russell-.
-¡Jo, que suerte habéis tenido! Nosotros nos dirigimos a Colorado, vamos a la feria internacional de hippies que se celebra todos los años allí. ¿Por qué parte de Colorado vivís?
-Por el norte.
-Oh, nosotros vamos al sureste. Os llevaremos de paso, pero os tendremos que dejar en algún sitio cercano a vuestra casa, para que luego podamos incorporarnos en la autovía.
-Vale, muchas gracias -agradeció Russell-.
Luke y Daniel empezaron otra vez a reir y a hablar, Russell sacó su pipa y fumó mientras hablaba con los hippies y yo me quedé dormida mientras miraba por una de las ventanillas.
Me desperté cuando la autocaravana se paró.
-¿Os importa si os dejamos aquí? -preguntó el melenas-.
-No, no, aquí nos sirve. Muchas gracias -dijo Russell-.
Nos bajamos y se fueron.
-¿Sabes en dónde estamos? -le pregunté a Russell-.
-Sí, a unos diez kilómetros de nuestra casa.
En ese momento empezaron a pasar una bandada de moteros. Luke les hizo señas y uno de ellos paró haciendo que los que iban detrás suya pararan también.
Un hombre calvo, corpulento, con barba y tatuajes se bajó de una moto.
-¿Qué pasa? -preguntó-.
-Necesitamos un medio de transporte para llegar a nuestra casa... -empezó diciendo Russell-.
-Oh, nos dirigimos al sureste de Colorado, a arruinar la feria de los hippies, pero supongo que os podremos llevar.
Me subí a su moto. Y los otros tres se subieron a otras motos de más atrás.
-El hombre mayor que va con nosotros es el que te puede indicar el camino, será mejor que él vaya el primero -le sugerí al motero-.
Me agarré a su cintura y arrancó la moto, Russell y el motero que le llevaba se pusieron delante de guías.
Llegamos al bosque y encontramos su casa. Nos bajamos de las motos, les dimos las gracias y se fueron.
Entramos en la casa. Estaba igual que como la dejamos.
-Tenemos que ir a buscar la máquina del tiempo -dije-.
Salimos en busca de la máquina. Después de vario rato buscándola la encontramos.
-Muchas gracias, Russell y Luke, por vuestra compañía, acogida y paciencia, no sé cómo agradecéroslo -dije dulcemente-.
-No hay de qué. Hemos pasado las mejores vacaciones de nuestra vida -dijo sonriendo Luke-.
-Una cosa: Russell, el día que vayas a matar a mi padre a su despacho, estaré ahí y espero que no lo hagas. Si no le matas te daré mi dirección para que algún día vengáis a visitarme. Por cierto, ahora mismo vamos a ir.
-Te juro que no le mataré -respondió-.
Les abracé a los dos y Daniel también les abrazó.
-Adiós -dijimos Daniel y yo-.
-Adiós -dijeron Russell y Luke-.
Daniel y yo nos metimos en la máquina del tiempo. Pulsamos el botón PRESENTE. La máquina hizo unos cuantos ruidos raros y desaparecimos.
Aparecimos en casa de Lew.
-Daniel vete a tu casa, yo tengo que ir a hacer una cosa antes. No le cuentes nada de lo que ha pasado a tu padre, por favor.
-Vale, adiós...
-Adiós.
Cerré la puerta de la máquina y puse la fecha de cuando mataron a mi padre y aparecí en una sala de su oficina. Salí de esa oscura sala y busqué el despacho de mi padre.
-¡Papá! -dije entrando en su despacho y abrazándole-.
-¿Qué haces aquí? -me preguntó sorprendido-.
-Nada... Verte, ¿o no puedo? -le dije sonriendo-.
La puerta se abrió. Era Russell. Había envejecido mucho, tenía el pelo blanco y más largo recogido en el una coleta. La barba, también blanca, le cubría bastante parte de la cara. En su mano derecha llevaba una pistola.
-¿Qué pasa, Russell? -dijo mi padre-.
-Russell... -susurré-.
Russell me asintió con la cabeza y tiró la pistola al suelo.
-He venido a darte una cosa... -dijo Russell a mi padre-.
Le entregó el cheque de 4500 dólares.
-Es el dinero que te debía...
-Oh, no, quédatelo. Solo era una tontería de apuesta.
-Gracias.
Luego fui a la mesa de mi padre y en un trozo de papel escribí mi dirección. Se la di a Russell.
-Espero que vengas a verme -dije con una sonrisa-.
-Eso tenlo por seguro -me dijo-.
Mi padre y él hablaron durante un largo y tendido rato.
-Papá yo me voy ya...
-¿No quieres que te lleve yo a casa? -me preguntó confuso-.
-No... Voy yo.
-Vale, hija.
-Adiós.
-Adiós -me dijeron mi padre y Russell-.
Salí del despacho y busqué el cuarto en donde había aparecido. Entré en él y me metí en la máquina. Pulsé el botón: PRESENTE.
Salí de la desierta casa de Lew. Fui corriendo a mi casa. Aporreé la puerta con todas mis fuerzas y en seguida mi madre la abrió.
-¡Mamá! -grité abrazándola-.
-¡Hija! Nos tenías muy preocupados. La policía te ha estado buscando pero no había rastro de ti.
-Lo siento...
-¡Anda pasa! -dijo sonriendo-.
¡Cómo echaba de menos mi casa! Mi padre estaba sentado en el sofá y al verme me abrazó. Como le salvé, ahora estaba vivo.
Cené y me fui a la cama. Necesitaba dormir, estaba que iba a explotar. Estás vacaciones habían sido un no parar. Me imaginé que en casa de Daniel había ocurrido lo mismo que en la mía.
Mi madre me dijo que pasado mañana empezaba las clases. Ya iría a bachillerato.

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