Capítulo 18

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Mis padres vinieron al cabo de una una semana.
-¡Hola! -gritaron cuando entraron por la puerta-.
-Hola -dijimos con desgana Daniel y yo-.

Se acercaba la navidad. Mi madre y Rick iban a hacer una fiesta con un gran número de personas de cada familia.
-Mamá, ¿puedo invitar a unos amigos? -pregunté ilusionadamente-.
-¿A quién?, ¿les conozco?
-No.
-Pues entonces no. Y además vamos a ser demasiados.
-¡Hala, pues no hubieses invitado a tantos que la mayoría ni les conoces! -grité decepcionada-.
-¡Sí les conozco!
-¡Mentira!
-Los conoce Rick, y si él los conoce yo también. ¡Y son familiares!
-¡Y los que yo quiero invitar también son familires! Al fin y al cabo todos somos familiares. Venimos del mismo sitio.
-¡A tu cuarto! -me gritó mi madre enfadadísima-.
Fui a la habitación de Daniel y abrí la puerta sin permiso.
-Daniel, ¿tienes el número de Russell o Luke?
-Eeem... ¡Ah, sí! -exclamó- Luke me dio el número de su casa un día pero no sé si seguiran viviendo en el mismo sitio. ¿No te dio Russell el suyo?
-No. Le di yo el mío y mi dirección, él no me dio nada. ¡Dámelo de todas formas!
Daniel se levantó y fue a buscar el número. Después de un rato me entregó un pequeño papel con el número en él. Me esfumé de su habitación para entrar a la mía. Iba a hacer lo que me diese la gana, si ellos podían traer a un montón de gente yo también podía traer a dos personas. Marqué el número, dio la señal.
-Dígame.
-¿Russell? -pregunté nerviosa-.
-Sí, soy yo.
-¡Ah, qué bien! Soy Nerea.
-¡Hombre, qué alegría escucharte de nuevo! -exclamó alegremente-.
-¿Seguís viviendo en la misma casa?
-Sí, bueno... Yo sí. Luke está casado y vive con su mujer.
-Ah... Bueno... ¿Queréis venir Luke y tú en Navidad? Es que mi madre y Rick... digo el padre de Daniel van a dar una fiesta y os quería invitar. Luke si quiere puede venir con su mujer...
-¡Oh, vale! Me parece bien. Se lo comentaré a Luke y si no puede ya te avisaré, pero conmigo cuenta.
-¡Bien! -chillé emocionada-.
-Un momento, has dicho el padre de Daniel, ¿y el tuyo?
-Es que... En Navidad te lo explico todo.
-Vale.
-Bueno, hasta Navidad.
-Adiós.
Colgué el teléfono. A Russell le había cambiado la voz; ahora la tenía más grave.
Fui corriendo a la habitación de Daniel y entré.
-¡Daniel!
-¿Qué? -dijo secamente-.
-Ya no te lo digo.
-Pues vale.
Me fui. No se lo dije por contestarme mal.

Nos dieron las vacaciones de Navidad y las notas. ¡Había sacado cinco sobresalientes y el resto notables!
-¿Qué tal las notas? -le pregunté a Daniel-.
-Mal -me contestó fríamente-.
Había suspendido cuatro, dos notables y el resto suficientes. Daniel había empeorado. Cada año que pasaba iba de mal en peor.
Llegamos a casa. Le di el boletín de notas a mi madre.
-¡Oh, qué bien! ¡Enhorabuena! -gritó contenta abrazándome-.
Rick también me dio la enhorabuena.
-¿Y tú, Daniel? -le preguntó Rick-.
Daniel entregó su boletín.
-¿Qué mierda es ésta? -gritó furioso Rick dando un golpe en la mesa-.
Daniel apartó la mirada de todos nosotros.
-¡Qué me contestes! -gritó dándole un bofetón -.
Me tapé la boca con la manos para no exclamar. Daniel apoyó las manos sobre la mesa.
-Son mis notas. Si no te gustan me la suda. Ya las recuperaré.
Rick le soltó otro bofetón. Daniel arreguñó el boletín, lo lanzó y se fue a su cuarto. Rick, mi madre y yo comenzamos a comer. Cuando terminamos mi madre me dio una bandeja con la comida de Daniel.
-Llevásela a Daniel.
Subí con cuidado para que no se me cayera nada. Llamé a su puerta. La abrió y se me quedó mirando.
-Tu comida...
Me la quitó de las manos y me invitó a pasar. Nos sentamos en su cama.
Terminó de comer y se tumbó.
-¿Qué era lo que me querías decir el otro día? -me preguntó-.
-¡Ah!... Pues que he invitado a Russell y a Luke a la fiesta de Navidad sin el permiso de mi madre ni de tu padre.
-Ah... Pensaba que era algo más importante, no tenías que ir con toda esa emoción.
-¡Tío, no seas tan borde! -le grité-.
Se rió. Me dirigió una mirada dulce que hizo que me sonrojara y me dio la mano. Escuché que mi madre me llamaba, me asomé por la puerta.
-¿Qué? -grité-.
-¿Ha terminado ya Daniel?
-Sí.
-Bájame la bandeja.
-Vale.
Cuando fui a coger la bandeja Daniel me agarró del brazo y me besó. Me empecé a reír.
-Tengo que bajar la bandeja -le dije-.
-Ya, pero no quiero que la bajes. La voy a bajar yo.
Se fue. Todo se me estaba haciendo muy raro; los nervios me recorrían todo el cuerpo cuando estaba con Daniel. Me enfadaba un poco que estuviese tanto tiempo junto a mí, pero no le podía decir nada.
-¡Limpia el polvo por toda la casa, Nerea! -gritó mi madre-.
-¡Jooo! -contesté-.
Bajé a por el limpiacristales y a por el paño. Empecé a limpiar por el salón y terminé por la habitación de mi madre. Me detuve en ésta a ver qué más había. En el primer cajón de la mesilla de mi madre había un poema español de Lope de Vega, no sé por qué lo tendría. En el segundo estaba su ropa interior. En el tercero, un collar, dos anillos y una pequeña navaja. ¡Les había dado a los dos por las navajas! Escuché ruidos en el exterior de la habitación y la puerta comenzó a abrirse lentamente. Rodé por debajo de la cama, no hice ni el menor ruido. Me pude girar hacia la mesilla de Rick, alguien había abierto el último cajón sacando el revólver.
-¿Te gusta? -la voz de Rick parecía entusiasmada-.
-Eem... No sé si parece un buen regalo -contestó Daniel-.
-Vale, pero se lo voy a regalar por su cumpleaños, tiene que aprender a defenderse. Voy a ir a comprar una nueva y les pediré que la estuchen.
-Se sabe defender perfectamente. Yo la voy a regalar algo más bonito. Pero todavía falta mucho, hasta febrero...
-¡Me dijiste que su cumpleaños era en enero!
-¡No, en enero es el mío!
Salieron de la habitación discutiendo. Estaba segura de que hablaban de mi cumpleaños. ¿Rick me iba a regalar una pistola? Salí de debajo de la cama. Coloqué el limpiacristales y el paño en su sitio y fui a la habitación de Daniel. Abrí la puerta.
-Daniel, ya no escucho esas voces...
-Ah, que bien, pensaba que te estabas volviendo loca -dijo riéndose-.
-No me hace gracia. Creo que las escucho cuando... va a pasar algo horrible y tengo que solucionarlo.
-Ah, claro, sí.
-Ya veo que no te importa -dije molesta-.
-¡Sí me importa!
-Claro, claro... Adiós.
-¿A dónde vas?
-A dar un paseo.
-Voy contigo.

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