Capítulo 7

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Me quedé un momento ahí de pie pensando en lo que habia pasado. Luego entré al salón. Daniel no me miró pero Luke me dedicaba un linda sonrisa que respondí. ¿Los dos se habían enamorado de mí?
Me senté al lado de Daniel porque no había más sitios. Estuvimos un rato callados sin decir nada hasta que otra vez apareció Russell. ¡Qué tío plasta!
-Muchacho, como no hay más habitaciones libres dormirás en la habitación de la señorita, que hay una cama libre.
Eso me puso más nerviosa de lo que estaba, nunca había dormido en la misma habitación que él, y ahora no quería después de lo que había sucedido.
A la hora de la cena, Russell preparó filetes de ternera y un ensalada. Por la noche se puso más contento porque bebió whisky. Estuvo toda la cena diciendo tonterías e inmediatamente después de cenar trajo su guitarra, nos tocó canciones y cantó también.
Luego nos fuimos todos a la cama. Daniel se sentó en la cama y yo me tumbé. Encendí la lamparita. Estaba muy incómoda por lo que había pasado.
Daniel se levantó y se sentó al lado mío, yo también me senté.
-Nerea, me gustas -me quedé paralizada-, estuve saliendo con Vanessa para olvidarte un poco pero... no pude. Respetaré tu opinión, porque sé que te mereces a alguien mejor que yo...
-Yo... Tú también me gustas pero... No estoy preparada para una relación. Y además, no quiero hacerte daño ni que nuestra relación como amigos se estropee...
Daniel se quedó hecho polvo. Aunque se lo dije lo menos doloroso que pude le hice daño. Yo también me sentí fatal después de lo que dije. Daniel se tumbó en la cama y yo apagué la luz, no tardamos en quedarnos dormidos.
Me desperté y Daniel estaba mirándome desde su cama sonriendo.
-Buenos días -le dije bostezando-.
-Buenos días -dijo sonriendo-.
Luke entró.
-Hola -dijo Luke-.
-Hola -dijo Daniel-.
-Hola -dije yo-.
-¿Qué tal habéis dormido? - preguntó Luke-.
-Bien -dijimos al unísono-.
-El desayuno está listo -dijo
Luke-.
-Vale -dije- ¿tu padre sigue contento?
-No -dijo riéndose-.
Me reí también.
-Ahora bajamos.
-Vale.
Salió de la habitación. Daniel me miró con ojos tristes.
-Siento la idiotez de anoche...
-No tienes que sentir nada. Es mi culpa. Lo siento.
Se fue. Me quedé pensando por qué le podía gustar. ¡Yo no le gusto a nadie!
Bajé a desayunar. Aunque me sentía muy mal me lo comí todo. ¡Había huevos fritos con bacon!
Después decidí ir a hablar con Russell.
-Hola, Russell.
-Hola, muchacha. ¿Qué quieres?
-Podemos hablar de una cosa...
-Sí, claro, comienza.
-Pues quisiera saber quién es ese tal Javier del que hablas tanto.
-Ah. Bueno siéntate -me senté en una silla de la sala de juegos-, pues hace tiempo eramos amigos, muy amigos, pero, hace un mes o una cosa así hicimos una apuesta, yo no quería pero al final la tuve que aceptar. Nos jugamos 4500 dólares. Él ganó la apuesta y yo le debo todo ese dinero. Ahora estamos enfadados.
-Aaah, ¿cómo se apellida?
-¿Para qué lo quieres saber?
-Pues por si le conozco...
-Se llama Javier Pérez.
Me quede atónita, ¡ese era mi padre! ¡Él lo había matado! Se me salían las lágrimas de los ojos.
-¿Qué te pasa?
-¡Fuiste tú! -dije llorando-.
-¿Qué? ¿De qué estás hablando?
Le conté la historia de la máquina del tiempo.
-No te muevas ahora vengo.
Se fue y cuando vino traía una cuerda, cinta y su escopeta.
-¿Qué haces? -pregunté asustada-.
-Voy a atarte.
Cerró la puerta con llave para que nadie pasase.
-¿Por qué? -me tapó la boca con la cinta y le empecé a pegar-.
-¡Estáte quieta! -gritó-.
Me ató con la cuerda a la silla y me empezó a hablar.
-Te ato porque si eso que me has contado es verdad, no dejaré irte para denunciarme y meterme en la cárcel. Sabía que eras una tía rara desde que viniste y no te quité el ojo de encima ni un segundo.
Cerré los ojos y sentí como que alguien disparaba, también escuché como unos gritos.
Los volví a abrir y seguía de la misma postura. Me empecé a retorcer en la silla hasta que me caí.
-¡Quédate quieta! -me pegó un bofetón que hizo que se me saliesen más las lágrimas-.
Daniel y Luke escucharon este ultimo grito y fueron hacia la puerta.
-¿Nerea? -dijo Luke-.
-¡Abre la puerta! -gritó Daniel-.
Russell fue a abrirla, agarró a los dos chicos y los ató a otra silla.
-¡Estás zumbado! -gritó Luke-.
Russell le metió cuatro bofetones y le empezó a sangrar la nariz.
Empecé a gritar. Russell me arrancó la cinta.
-¿Qué quieres? -gritó-.
-Por favor déjanos ir, te juro que no te denunciaré pero por favor... -dije llorando-.
-¿Cómo sé yo que me dices la verdad?
-Vente con nosotros... Por favor...
Nos desató. ¡Está mal de la cabeza!
-Vamos, llevadme a donde quiera que esté esa máquina.
-Tenemos que ir al bosque... -dije insegura, en realidad no tenía ni idea de dónde estaba la máquina del tiempo-.
-¡Pues vamos! ¡Salid todos!
Menuda prisa tenía ahora el hombre. Salímos de la casa. Russell nos seguía con la escopeta y también se llevaba el revólver. ¿Qué se pensaba, qué íbamos a matar a alguien o qué?
-¿Te dijo algo Lew de que iba a venir a por nosotros? -le dije a Daniel-.
-Cuando te fuiste se estropeó la máquina y la arregló lo antes posible para que fuese a por ti. Luego me dijo que iría a por nosotros en unos días porque tenía que hacer más pruebas y añadirle algunas cosas.
-¿En unos días? -exclamé- Russell se va a desesperar-.
-¿Qué decís de mí? -dijo Russell serio-.
-Pues que... Un amigo tiene que venir a por nosotros y tardaría unos días. Lo más probable es que no esté -le contesté-.
-Pues vamos a buscarle y a esperarle todo el tiempo que sea necesario -dijo Russell tan borde como siempre-.
-¡No! Él vendrá a por nosotros -dije-.
-Daniel, ¿Lew sabe ya por qué...?
Caí al suelo. Alguien me había disparado. Todo se volvió oscuro. Escuchaba voces distorsionadas hasta que ya dejaron de oírse.

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