Casi no podía respirar del sofoco que tenía. Menos mal que no pasaba nadie en ese momento por la calle porque no tenía ninguna gana de ver a nadie. Pero de la comisaría salió la persona que menos me esperaba, Russell. Se fue acercando a mí dando grandes zancadas. Cuando llegó a donde yo estaba, se sentó a mi lado.
-Hola -dijo serio-.
-Hola...
Revolvió en su bolsillo buscando la pipa, empezó a fumar.
-Le has dejado cortado -dijo riéndose- dice que no sabía que podías decir esas barbaridades.
-Pues ya lo sabe -dije bruscamente-.
Russell me abrazó. Me ruboricé. No me esperaba que me fuese a abrazar. Respondí a su abrazo.
-¡Ay, cuánto tienes que aprender, y lo que te queda! -dijo suspirando-.
Nos separamos y me miró sonriendo, yo también le sonreí. Me dio un pañuelo para que me secara las lágrimas.
-Gracias -le dije-.
Entonces salió Luke. Russell le hizo unas señas, se levantó y se fue para dentro de la comisaría.
-¿Estás mejor? -me preguntó dulcemente Luke-.
-No. Es un idiota... No le soporto, no sé como he podido ser su amiga durante tanto tiempo. Una cosa, ¿dónde está Lew?
-Pues creo que está en el hospital.
-Antes de que nos vayamos tenemos que hacer varias cosas.
-¿Cuáles?
-Uno: ir a por Lew.
Dos: interrogar a los imbéciles esos.
Y tres: largarnos de aquí, y si alguien no quiere me da igual, que se quede.
-Yo no podré ir con vosotros al futuro, ¿verdad? -preguntó con tristeza-.
-Pues... No... Pero, oye, en el futuro podremos quedar algún día.
-Podremos. Tú lo has dicho... -dijo aún más triste-.
Por el rabillo del ojo sentí que alguien nos miraba. Torné un poco la cabeza y vi que era Daniel que estaba contra la puerta mirándonos. Me acerqué a Luke y le besé para darle celos a Daniel. Fue un beso largo y, muy bonito, la verdad. Daniel se puso celoso y furioso y fue andando hacia nosotros. Dejé de besarle y Luke me puso una cara confusa. Cuando llegó Daniel cogió a Luke de la camisa y empezaron a pelearse.
-¡Daniel para ya! -le grité-.
Hizo caso omiso de mí. Tiré de Luke y les pude separar.
-¿Eres tonto o te lo haces? ¿Sabes?, las cosas no se arreglan con violencia. Y no lo tienes que pagar con Luke que no te ha hecho nada. Y que más te da si le beso o no, tú y yo no somos novios ni nada.
-Sabes de sobra porque me pongo así, pero es mejor que me olvide de ti, en vista de que...
-¿Qué pasa aquí? -preguntó Tracy, acompañado de Russell-.
-Nada... -dijo Luke cabizbajo-.
-Sí, sí que pasa algo.
-Cuenta chica, cuenta -dijo Russell-.
-Daniel no para. Es... Es un metijoso de mierda. ¡Le odio!
-Porque me llames de todo no me voy a sentir peor, porque si sé lo que soy, no me lo tienen que decir los demás -dijo Daniel-.
-¡Qué me dejes! ¿Qué no entiendes? -le grité-.
-¡Qué no me levantes la voz!
-Luke, Russell, vámonos a dónde esté Lew, que le recogemos y nos vamos a casa. Ni juicio ni mierdas.
-Escúcheme señorita, -empezó diciendo secamente Tracy- si no se presentan ustedes a juicio, no podremos meter a los hombres esos en la cárcel.
-Pues vale, me da igual, así os matan a vosotros dos, asquerosos...
-Nerea, compórtate -me susurró Russell al oído-.
Russell, Luke y yo empezamos a andar, Daniel al final decidió irse con nosotros.
-Vamos a coger un taxi, llevo dinero -dijo Russell-.
Vimos un taxi parado, y nos montamos.
-¿Nos puede llevar al hospital que está en el centro de la ciudad? -preguntó Russell al taxista-.
-Por supuesto -contestó animosamente-.
-Gracias.
Esta vez no me senté en el medio, me senté en el lado izquierdo, detrás del conductor, Luke en el medio, Daniel en el lado derecho y Russell, como la otra vez, de copiloto.
Llevábamos ya cinco minutos de camino al hospital cuando de repente me entra un escalofrío. No era porque tuviese frío sino porque Daniel me estaba mirando. Le miré también a él, era una mirada fija y penetrante. Me sonrojé de enfado y aparté la mirada. Noté que me seguía mirando entonces le volví a mirar y, efectivamente, seguía con esa mirada.
-¿Qué? ¿Qué me miras? ¿Tengo monos en la cara o qué? -le dije secamente-.
-¿No me vas a perdonar? -me preguntó-.
-Tú flipas. ¿Tú crees que te voy a perdonar? -le dije bruscamente-.
-Pues sí.
-Pues no.
-Pues sí.
-Pues no.
-Pues sí.
-Pues no.
-¡Calláos ya! ¡Parecéis niños pequeños! -gritó Russell-.
-Pero... -empecé diciendo-.
-Ni peros ni peras -dijo Russell- ¡Callaos!
Todo el trayecto que quedaba estuvimos en silencio. Al cabo de media hora llegamos al hospital. Nos bajamos. El taxista nos iba a esperar. Entramos y fuimos a recepción.
-Hola, ¿nos puede decir en que habitación se encuentra Lew Thompson? -pregunté-.
-Sí, un momento. Está en la 157, segunda planta. Ahora no se admiten visitas pero dejo pasar a uno a verle, los demás tienen que esperar fuera.
-Vale, gracias -le dije-.
Subimos las escaleras hasta la segunda planta. Llamamos a la habitación 157 y entré yo sola, como dijo la mujer de recepción, al escuchar un "adelante" débil. Me acerqué a la camilla donde reposaba Lew.
-Hola, Lew.
-Hola... muchachita.
-¿Qué tal estás? Tenemos que volver a casa...
-Voy mejorando, o al menos eso creo. Espero que dentro de poco volvamos.
Le sonreí. Alguien llamó a la puerta y entró. Era un doctor, su tarjeta decía que se llamaba Leonid Nicolnikov, por lo tanto era ruso. Era alto, tendría unos treinta años, rubio con ojos de una mezcla de verde por el centro y azul alrededor.
-Buenas, ¿cómo va, Lew?
-Bien, ahí voy.
-Oh, veo que tiene compañía -dijo guiñándome un ojo- ¿qué tal señorita?
-Bien -le contesté sonriendo-.
-Señorita, me figuro que es usted de su familia, ¿no es así? Pero en cualquier caso, tenemos que hablar -nos fuimos a un lado de la habitación y empezó a hablarme susurrando- estamos haciendo todo lo que podemos. Cuando vino le hicimos algunas pruebas para comprobar que todo estaba en orden, y entonces vimos que tenía... cáncer.
Se me desmoronó el corazón al escuchar esas palabras. Tenía cáncer. Tenía cáncer. Tenía cáncer.
-No puede ser -dije mareándome- no, no...
-Tranquilícese, dudo que le podramos salvar, cuando le revisamos lo tenía extendido por casi todo el cuerpo.
-¿Cuánto tiempo le falta para...?
-Un día o dos, o incluso una semana, depende de su estado de ánimo. ¿No le dijo antes de venir nada de que le dolía algo?
-No -se me salían las lágrimas-.
-No le diga nada todavía, o fallecerá antes de lo previsto.
Asentí. Fui a donde estaba Lew y me eché encima suya a llorar mientras le abrazaba.
-¿Qué... Qué te pasa?
Continué llorando y después de un rato le contesté.
-Nada... Solo que... te echaba de menos y no quiero que... No quiero perderte.
Dejé de abrazarle y él me miraba con cara confusa.
-¿Pueden entrar mis acompañantes, doctor?
-Por supuesto.
El doctor Nicolnikov salió y a los pocos segundos entraron Daniel, Luke y Russell.
-Hola -dijeron todos-.
Luke se acercó a mí y me llevó a otro lado de la habitación.
-¿Qué te pasa?
-Nada... -le dije conteniendo las lágrimas-.
-Algo te pasa. Enserio, dímelo.
Empecé a llorar de nuevo.
-Es que Lew... tiene... cáncer. Ya no le queda casi tiempo...
Luke me abrazó y enseguida dejé de llorar.

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Ayúdame...
Science Fiction¿Os habéis preguntado alguna vez como sería viajar en la máquina del tiempo? Esta es una historia de ciencia ficción y romance en el que una chica viaja en la máquina del tiempo para arreglar las cosas.