Capítulo 20

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Abrí la puerta de mi habitación, era Rick.
-¿Qué quieres? -pregunté-.
Entró y cerró la puerta con cerrojo.
-Bueno, bueno... Aprovechando que no están ni Daniel ni tu madre...
Me puso unas esposas a las muñecas.
-¿Qué haces? -grité-.
-¡Adivina!
Luego me tiró a la cama y enganchó las esposas al cabecero de la cama. Me quitó la camiseta y los pantalones, después, la ropa interior.
-Necesito hacerlo, ya que tu madre no lo hace conmigo.
-¡Suéltame, cerdo!
-Tranquila, no te vas a quedar embarazada ni nada. Llevo puesto un...
-¡Déjame! ¡Te voy a denunciar! -grité sollozando-.
Se colocó encima de mí y empezó a hacer lo que él quería hacer.
Grité, pataleé, lloré, sollocé, gemí, pero nadie me escuchaba.
Cuando acabó de hacer eso me desató y se fue de la habitación. Me vestí y salí de mi cuarto. En ese mismo momento llegaba Daniel. Bajé las escaleras y le abracé lo más fuerte que pude.
-Da... Daniel... Ayúdame... -dije llorando-.
-Vamos a mi cuarto y me cuentas lo que te pasa.
Nos sentamos en su cama.
-¿Qué te pasa? -me preguntó preocupado-.
Yo estaba pálida y tiritaba.
-Me ha... violado -conseguí decir-.
-¿Quién? -preguntó abriendo los ojos como platos-.
Él era el único en el que podía confiar. Mi madre no me creería.
-Tu... padre.
Se paralizó y estuvo mirándome fijamente durante varios minutos.
-No puede ser... No te creo -dijo enfadado-, ¿por qué te inventas toda esta historia?
-¡Te estoy diciendo la verdad! Tienes que creerme...
-Mintiendo no vas a llegar a ningún sitio. ¿Qué te piensas, qué dándome pena vas a conseguir volver conmigo?
Bajé al salón llorando desconsoladamente. Hablé con mi madre.
-Mamá... Rick me ha violado y...
-¿Qué estás diciendo?, ya sé que te cae mal pero no es para inventarte esa historia.
-¡También te pone los cuernos con una tal Anne!
-¡Nerea! ¡Deja de decir esa sarta de mentiras! -me gritó enfadada-.
Salí de casa y fui corriendo hasta la comisaría de policía.
-¿Qué le ocurre, señorita? -me preguntó un policía bastante mayor-.
-Quería denunciar... una violación...
-¿Le ha pasado a usted?
-¡Sí!
-Deme su nombre, voy a abrir un expediente.
-Nerea Pérez.
-¿Años?
-Diéciseis.
-¿Fecha de nacimiento?
-Veintiuno de febrero de 1999.
-¿Nombre de sus padres?
-Javier y Laura Pérez.
-¿Situación sentimental de sus padres?
-Divorciados.
-¿Alguno de ellos se ha vuelto a casar o tiene alguna pareja?
-Sí, mi madre se casó hace poco con Rick, digo Richard Patterson. Él ya tenía un hijo, Daniel Patterson.
-Cuénteme más sobre Richard.
-Su mujer murió poco después de nacer Daniel. Daniel y yo siempre hemos sido amigos. Y mi madre se casó con Rick sin saber que su hijo y yo éramos amigos.
-Vale, ¿cuál es su nacionalidad, señorita?
-Española.
-Vale. Ahora cuénteme cómo sucedió.
-Todo empezó en Nochebuena...
Terminé de relatarle la historia.
-Mire, tengo la marca de las esposas. Ni Daniel ni mi madre me creen.
-¿Por qué no la creen?
-He estado saliendo con Daniel, en Nochebuena me dejó porque él decía que me gustaba otro. Y me tomó como una mentirosa. Cuando le conté esto, me dijo que le estaba mintiendo y que yo no iba a conseguir darle pena para que volviésemos a estar juntos. Mi madre tampoco me creyó porque decía que ella sabía que a mí Rick me caía mal y que me inventaba las cosas. Luego la dije que la ponía los cuernos con una tal Anne y me gritó.
-Entiendo... ¿Me puede dar el teléfono de su casa? Voy a tener que traerles a que me cuenten lo que ha pasado.
Le di el teléfono. Le di las gracias y volví a casa. Se me había pasado un poco el sofoco.
Cuando abrí la puerta el teléfono sonaba y mi madre se apresuraba a descolgarlo. Subí a mi habitación. Me acordé de que no le había dado a Daniel su regalo de Navidad. Lo cogí y entré en su cuarto.
-Daniel, se me olvidó darte tu regalo de Navidad. Toma.
Lo abrió, pude ver la alegría y la emoción reflejadas en sus ojos, pero su cara no mostraba ningún signo de entusiasmo. Le había regalado unas púas para su guitarra, un dibujo de unas rosas y un perfume.
-Gracias -dijo secamente-, a mí también se me olvidó darte el tuyo.
Lo depositó sobre mis manos. Era una linda cestita con jabón, crema de cuerpo, exfoliante, crema de cara y sales de baño. Todo con un agradable olor a lavanda, romero y oliva.
-Gracias.
Le abracé pero él no me devolvió el abrazo. Salí de su habitación bastante decepcionada.
-¡Nerea! -chilló mi madre enfadada- ¿Qué es eso de que tenemos que ir a comisaría a no se qué?
-Tenéis que ir los tres a responder las preguntas que os haga el policía. ¿Cuándo ha dicho que tenéis que ir?
-Ahora.
Fuimos todos y el policía les hizo una serie de preguntas.
-Vale, todo ha quedado claro, está mintiendo, Nerea -afirmó el policía-.
-¡No estoy mintiendo! Y además no hemos ido ni a juicio, tú no decides si miento o no.
-Vale, ¿quieres ir a juicio? Pues vamos a juicio. El juicio será a finales de enero. Creo que podría ser el veintiocho. ¿Os viene bien?
-Sí -respondió mi madre-.
-Pues allí nos vemos. Hasta ese día.
-Adiós -dijimos todos-.
Rick, Daniel y mi madre estuvieron enfadados todo el tiempo conmigo. No me dirigieron ni una palabra.
Regresé a la habitación de Daniel, necesitaba arreglar las cosas. No soportaba estar enfadada con nadie y menos con él. Llamé y entré. Él estaba tocando una bella canción con la guitarra.
-¡Qué bien tocas la guitarra! -exclamé sonriendo-.
Daniel me dirigió una mirada y siguió tocando la guitarra. Me senté a su lado.
-Daniel, ¿podemos hablar?
Dejó de tocar la guitarra y la apartó.
-Sí.
-Daniel... No quiero que estés enfadado conmigo, no lo soporto. Quiero que todo vuelva a ser como era antes. Perdóname. Y Luke solo me besó porque... echaba de menos mis labios.
Daniel estuvo un tiempo dirigiéndome una mirada indecisa.
-Daniel, eres el único al que quiero y no quiero perderte. Por favor, perdóname.
Posó su mano en mi mejilla y nos besamos. A continuación nos abrazamos.
-Nerea, perdóname por pegarte, estaba borracho. Y por no perdonarte antes, y por gritarte. He sido un imbécil.
Nos sonreímos el uno al otro.

Se me había olvidado ir a felicitar a Tom las Navidades así que me dirigí a su casa. Llamé al timbre y salió un hombre corpulento.
-Hola -saludó-.
-Hola, ¿está Tom?
-¿Quién es Tom? Oh, oh, oh. ¿Te refieres al chico ese que vivía aquí?
-¿Cómo que vivía? -pregunté asustada-.
-Oh, sí. Se mudaron hace un par de días. Pusieron la casa en venta y yo necesitaba una en esta zona así que la compré. ¡Me vino de perlas!
-Ah... Bueno, gracias. ¡Ah!, ¡feliz año nuevo!
-¡Igualmente! Qué chica tan agradable... -le sonreí y eché a andar hacia mi casa-.

Llegó Nochevieja. Estábamos en el salón. Esta vez no hicimos ninguna fiesta. Eran casi las doce, seguíamos las campanadas por la televisión. Cuando dieron las doce en punto mi madre y Rick se besaron. Se podía escuchar los petardos que la gente lanzaba. Rick y mi madre se levantaron y se dirigieron a la puerta.
-¿A dónde vais? -pregunté-.
-¡De fiesta! -contestaron alegremente-.
Salieron apresuradamente. Yo me senté al lado de Daniel.
-¡Feliz año nuevo! -le dije-.
Nos besamos efusivamente para dar la bienvenida al nuevo año.
Daniel abrió una botella de sidra. Yo bebí una copita y toda la demás sidra se la bebió él.

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