Me sacó fuera del edificio. Me echó una manta por encima mientras nos dirigíamos a los coches.
-¿A qué coche quieres ir? ¿Al que está el señor Russell con su hijo o al que está el otro chico? -me preguntó el joven policía-.
-A donde esté Daniel, la segunda opción que has dicho.
-Vale, pues venga por aquí.
Me dirigió al segundo coche aparcado. Me abrió la puerta trasera y entré. Allí estaba Daniel. Me tiré sobre él abrazándole.
-¡Daniel!
-¡Nerea, estás bien! Me asustaste.
-Lo siento... Como nadie parecía querer irse, me fui por mi cuenta, pero... no volveré a dejarte solo -se me salían las lágrimas, nos abrazamos más fuerte-.
-Te vamos a llevar al hospital -dijo el policía-.
-Vale -le contesté- un momento, ¿cómo supísteis dónde estaba?
-Denunciamos a la policía una desaparición, y también les dijimos todo lo que había pasado anteriormente y decidieron buscarte aquí -me contestó Daniel-.
Dejamos de abrazarnos y me coloqué bien en el asiento.
Tardamos media hora más o menos en llegar al hospital más cercano. El policía aparcó su coche y nos acompañó a Daniel y a mí dentro del edificio.
-Venimos de urgencia -dijo el policía a la mujer que estaba en recepción-.
-Oh, claro, en seguida vendrá un doctor que os pueda atender. Mientras tanto podéis esperar en la sala de espera -contestó la mujer-.
-Gracias.
La mujer nos dio un papel con la cita.
Nos sentamos en las sillas. Como el doctor tardaba mucho empecé a observar la sala discretamente. Había bastantes personas con distintas enfermedades, me entristecía pensar en lo que debían de estar pasando aquellas personas.
Salió un doctor.
-¿Nerea? -preguntó-.
-Sí, yo -dije-.
Me despedí del policía y entré junto con Daniel a la consulta. El doctor era alto y joven, bastante atractivo, y tenía el pelo castaño y unos ojos verdes brillantes.
-Buenas, señorita -me dijo con una sonrisa-.
-Hola -dije vergonzosamente-.
-Soy el doctor Rowe, Adam Rowe. Empezaré curándola y... parece que necesita algún punto, qué mala pinta tienen esas heridas, ¿cómo se las ha hecho?
-Pues... Es una larga historia... -dije suspirando-.
-¡Oh, vaya! Me gustan las historias largas -me dijo bromeando-.
Le sonreí. Daniel se había sentado en una silla que estaba alrededor de la mesa.
-Bueno señorita, siéntese en la camilla.
Me senté y se acercó a mí con varios botes, algodón y esparadrapo.
-No hace falta que me llame señorita -dije ruborizándome y señalando mucho la palabra señorita-.
-¿Por qué no? ¿Acaso no es usted una señorita? Porque yo creo que sí.
-Sí, pero...
-Entonces, no hay nada más que hablar.
Adam era muy educado y tonteaba demasiado conmigo, cosa que me molestaba. Me curó las heridas y me puso puntos en algunas de ellas. Luego, me hizo algunas pruebas.
-Bueno señorita, parece que todo está en orden -me dijo Adam-.
-Gracias.
-Vuelva cuando quiera, hasta la vista.
-Sí... Adiós.
Cuando salíamos Daniel me agarró el brazo y empezó a andar más rápido. ¡Qué celoso se pone! Tuve que evitar mirar a los demás pacientes que esperaban. Salimos del hospital, allí nos esperaban Russell, Luke y un policía.
-Nerea, ¿estás bien? -me preguntó Luke-.
-Sí.
Nos montamos en el coche. El policía conducía, Russell iba de copiloto y yo iba entre Daniel y Luke en la parte trasera. Me tenían apretujada, el coche era muy pequeño.
-Daniel, eres un celoso, ¿lo sabes? -dije de repente-.
-¿Y ahora a qué viene eso? -preguntó Daniel, algo molesto-.
-Pues porque antes el doctor tonteaba conmigo, o sea, solo me decía chorradas y te has puesto súper celoso -dije riéndome-.
Daniel se empezó a sonrojar, apartó la mirada para luego posarla en el bello paisaje que se divisaba a través de la ventanilla del coche. Giré la cabeza y miré a Luke, me estaba sonriendo. Sus preciosos ojos brillaban. También le sonreí. Luego miré hacia Russell que estaba fumando de su pipa. Se veía su cara en el reflejo del cristal de la ventanilla. Parecía triste. Cada día que pasaba Russell tenía el pelo y la barba más canosos.
-¿A dónde nos vas a llevar? -pregunté al policía-.
-A comisaría. Para que declareis y metamos a esos en la cárcel.
-Ah, y, ¿a cuánto está de aquí la comisaría?
-Está a una hora aproximadamente.
-Jovencita, -empezó diciendo Russell serio- no vuelvas a hacer lo que has hecho.
-Ya... Pero, ¡de todas maneras me hubiesen encontrado! Me inyectaron un microchip de localización.
-¿Qué es eso? -preguntó Russell-.
-Eeemm... Pues un aparato muy pequeñito que, en este caso, es para localizar a una persona u otra cosa mediante las ondas que emite, a través de un ordenador.
-Eeeemm, ¿qué? -preguntaron Russell, Luke y el policía, que estaban flipando-.
Solté una pequeña risita.
-Nada, ya lo sabréis algún día en el futuro.
Al cabo de una hora, como estimó el policía, llegamos a la comisaría de policía de Massachussetts. Entramos dentro y había un hombre de más de cincuenta años sentado. Tenía pelo canoso y un bigote. Había un pequeño letrero en el que se podía leer:
Sheriff: Doug Tracy. Policía nacional del condado de Massachussetts.-Buenos días señor Tracy, le traigo a los que fueron víctimas de nuestros supuestos agresores -dijo el policía-.
-Bien hecho, Welch -dijo Doug Tracy con gravedad en la voz-.
Hubo una breve pausa y en seguida comenzó a hablar el sheriff.
-Bien, Welch, se puede retirar. Bueno, todos ustedes fueron víctimas de estos agresores, ¿no es así? Así que, firmen en este papel. Dice que prometen haber sido víctimas y tal y cual, y que deben presentarse al juicio que se llevará a cabo el día que se os cite.
Firmamos todos.
-Señor Tracy, yo...
-Dime, señorita.
-Yo fui secuestrada dos veces por esos. Al parecer me inyectaron un microchip.
-¿Qué diablos es un microchip? -preguntó confuso-.
-Un aparato para localizar...
-Oh, claro, ya sé, -dijo interrumpiéndome- vale, pues entonces, ¿qué les parece si ponemos la fecha del juicio para el día 20 de septiembre?
-Un momento, ¿qué día es hoy? -pregunté asustada-.
-Pues veamos, un momento... Hoy es día 30 de agosto.
-¿Cómo? -grité- no puede ser, tenemos que irnos, ¡nos tenemos que ir ya!
-¿Qué dice señorita? No la entiendo, no puede faltar para el día del juicio, lo sabe, ¿no?
-Pero tenemos que volver... -se me empezó a entrecortar la voz y alguna lágrima se escapaba-.
-¿A dónde tienen que volver? -preguntó Tracy-.
-A ningún sitio, señor -dijo velozmente Daniel-.
Le miré con una mirada irritante y exploté de furia.
-¡Eres un imbécil! Llevas todo el rato desde que te conocí fastidiando a los demás y preocupándote por ti mismo. Y por si no lo sabes tenemos que volver con nuestras familias a Colorado. Pero vale, si tú no quieres, me da igual. ¡Eres un mal amigo! Ojalá no te hubiera conocido -salí corriendo de la comisaría-.
Noté a mis espaldas como se habían quedado todos boquiabiertos, menos Daniel que estaría poniendo esa cara suya seria pero de risa a la vez. Me senté en un banco a unos pocos metros de la comisaría. Estaba roja, mi cara ardía. Lloraba y lloraba sin parar.
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Ayúdame...
Fantascienza¿Os habéis preguntado alguna vez como sería viajar en la máquina del tiempo? Esta es una historia de ciencia ficción y romance en el que una chica viaja en la máquina del tiempo para arreglar las cosas.