Capítulo 28

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La despedida. Dos días antes de que empezaran las clases fuimos al aeropuerto. Empecé a llorar desconsoladamente. Abracé a mi madre y a Daniel. Le di el último beso. A continuación, Daniel se fue hacia su avión y yo hacia el mío.
Me senté en un asiento, al lado de la ventana. Fijé la mirada en ella y dejé la mente en blanco.

El avión aterrizó. Cogí un autobús que llevaba directamente a Harvard.
Entré en la universidad. En conserjería pedí mi número de habitación.
Dejé todas mis cosas en ella y bajé al patio. Quería ver cómo era el recinto.
El patio y el edificio eran muy grandes. Había lindos árboles, hierba, flores...

Daniel y yo quedamos en que él me llamaría por la noche. No llamó así que le llamé.

-¿Sí? -contestó.

-Hola. Soy yo.

-Ah. Sí... Se me olvidó llamarte...

-¿Te gusta Princeton?

-Sí, bueno. ¿Y a ti Harvard?

-Sí -hice una breve pausa-. Te echo de menos.

-Solo llevamos un día sin vernos -dijo riéndose.

Colgué. Luego llamé a mi madre. Prácticamente la misma conversación.

Los cursos pasaron. Daniel y yo apenas hablamos. Nos vimos un par de veces. Me saqué la carrera y empecé a enviar mis currículums a empresas. Me eligió el FBI.

Me encantaba mi trabajo. Siempre había un caso nuevo que resolver.

Me gustaba John, un compañero de trabajo. Yo también le gustaba a él. Un día me invitó a cenar.

Llegué antes que él al restaurante. Tomé sitio. Al minuto entraron dos personas: una chica y un chico. No presté atención a la chica, en cambio; al chico sí. ¿Quién es? Esa mirada... Esos ojos azules... La voz... Me era familiar pero no caía en quién pudiese ser. Me mordí el labio al saber quién era. Daniel. ¿Qué hacía allí? ¿Cuánto tiempo llevábamos sin vernos? Tal vez siete años. ¿Por qué aparecía de nuevo en mi vida? Ya le había olvidado.
John llegó. Me saludó y con una sonrisa me besó. Al rato, Daniel se levantó. Iría al baño. Aproveché el momento y fui tras él, excusándome de John.

-Daniel -dije cuando entramos en el pasillo antes de entrar al baño.

Se giró. Me miró a los ojos. Paseó la mirada de arriba abajo y luegó la volvió a posar en mis ojos.

-¿Nerea? -dijo frunciendo el ceño.

-¡Sí! -corrí hacia él y le abracé.

Olía fatal. Ese olor ya lo había olido antes.

-¿A qué hueles? -le pregunté retrocediendo varios pasos.

-No sé. Yo no me huelo a nada.

-Alcohol. ¿Otra vez has vuelto a esto, Daniel?

-Sí. ¿Te importa?

-Pues sí. Me prometiste que no lo ibas a volver a hacer.

-Ah, pues se me olvidó. ¡Ah!, mira, toma -y me entregó una tarjeta en donde aparecía su nombre, dirección y teléfono.

-¿Para qué me das esto? -pregunté desganada.

-Para que vengas a verme. Un día.

Se me acercó y me besó.

-No, Daniel... -dije apartándome del beso-. Tengo novio.

-Ah... Bueno... Pásate un día por mi casa, anda. Quiero hablar contigo.

-¿Por qué quieres hablar ahora? He estado esperándote siete años. Y pareció como si te hubieses olvidado de mí. Intenté contactar contigo pero, claro, tu número ya no existía. ¿Por qué te cambiaste de número? ¿Para evitarme?

-No. No. ¿Cómo voy a hacer eso?

Volví a la mesa. Terminamos de cenar.

Estuve pensando mucho si iba o no a casa de Daniel. Al final accedí.
Me presenté en su casa. Me abrió y pasé.

-¿Qué quieres tomar? -me preguntó.

-¿Qué tienes?

Se acercó a la nevera. La abrió.

-Whisky, ron, vodka...

-Nada, gracias -dije cortándole.

Nos sentamos en el sofá.

-Te quiero, Nerea -dijo.

Le miré y me besó. Le respondí el beso pero al instante me aparté.

-No, Daniel. Ya te dije que...

-Pero yo te quiero.

En realidad todavía sentía algo por él. Me gustaba todavía.

-Dame una oportunidad, Nerea. Por favor. Y si te hago algún día algo malo, me alejaré de ti para que no sufras. Pero por favor...

-Está bien.

Puso cara de asombro y desapareció. Al minuto volvió. Se arrodilló y sacó una cajita y un ramo de flores que tomé.

-Nerea, ¿quieres casarte conmigo?
Cogí el anillo y me lo coloqué en el dedo.

-¡Sí!

Todas las sensaciones estaban revueltas. Nos besamos.

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