Capítulo 1.

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Haymitch

Se acabó, estoy nuevamente en el Distrito 12. Lo único por lo que anhele volver estaba dentro de una caja, ansiaba tomar whisky como antes.

Mi problema es que ahora tengo una huésped temporal, si es que puede decirse así. Que para mi mala suerte no es más ni nada menos que Effie Trinket.

Su departamento fue afectado por el bombardeo en el Capitolio y tomaría tiempo reconstruirlo otra vez. Necesitaba lugar donde quedarse, y ella no deseaba permanecer en ese lugar, hasta entonces le ofrecí mi casa.No sabía que era lo que en realidad me forzó hacerlo, pero algo muy en el fondo no quería tenerla lejos.

Ambos sufrimos mucho durante la rebelión.

La torturaron. La culpa que sentía por dejarla no me permitió acercarme a ella luego de que la rescataran junto a los otros vencedores. Me lastimaba el hecho de haberla dejado en ese estúpido penthouse, e incluso las pesadillas se volvieron más constantes. Había noches en las que ni siquiera me permití cerrar los ojos, creyendo que si lo hacía mis sueños tomarían posesión de mi haciendo que sienta mas dolor del que ya sentía.

Nunca admitiría en voz alta lo mucho que necesito a esa mujer a mi lado.

Hay veces que suelo desquitarme por todo lo que paso. Tengo mas ataques de odio hacia Effie, que hay veces en las que comienzo a reconsiderar el por qué la traje aquí conmigo. Cometo errores pero eso es parte de mí.

Cambiar es algo que veo muy lejos de mis posibilidades, realmente no estoy seguro de poder hacerlo, y...solo esperaba no llegar a herirla más de lo que ya hice.

—Haymitch podrías ir más lento, ¿no crees?

—Tengo prisa cariño. Tal vez si no trajeras ese ridículo vestido y esos feos tacones conseguirías seguirme el paso.

—Modales, ¿cómo te atreves hablarle así a una dama?. Acaso debo recordarte que..

—Princesa esto no es tu preciado Capitolio, será mejor que te acostumbres a la vida de distrito. Créeme cuando te digo que estarás aquí mucho tiempo.

—No te atrevas a mencionarlo otra vez, aun no he podido olvidar todo lo que me hicieron.

Fue apenas un susurro pero logré oírlo a la perfección.

—Perdóname. No debí gritarte, en ningún momento se me paso por la cabeza que te causaría tanta molestia verme vestida de esta forma otra vez.

—Maldición Trinket. En ese jodido lugar te traicionaron y torturaron como si fueras basura. No tuvieron piedad ni de ti, de mi o los muchachos. Toda la gente llora las pérdidas de sus hijos y familiares por causa de esta guerra, mientras tu te paseas con vestidos extravagantes y toda ese maquillaje en el rostro, ¡no eres más que una perra del capitolio!

Para cuando fui consciente de lo que dije, ya era tarde.

Derramo un par de lágrimas frente a mi antes de apurar el paso hacia la aldea de los vencedores. Otra vez, volví hacer las cosas mal, y esta muy de más aclarar que no merezco ni el mas mínimo afecto de esta mujer.

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