-Al menos, puedo preguntar por qué, ¿por qué tanto rechazo por tu parte desde que me conociste?
Me crucé de brazos, mirándolo fijamente. Pensando las palabras adecuadas. Mordiéndome el labio, asegurándome de mantener el control.
-¿Y bien? -inquirió exasperado.
-No me caes bien -Solté como si no fuese algo obvio.
-¡Vaya! -exclamó, dando varios pasos sin sentido alguno. Se giró sobre sí mismo y volvió a encararme. -Dime algo que no sepa. -Suspiré sin apartar mis ojos de los de él. -¿Vas a hablar?
-¿Qué quieres que te diga? -contesté, alzando la voz. -Sí, nos acostamos, ¿y qué? ¡Ni qué fuese la primera vez que dos desconocidos terminan en la cama! -exclamé, perdiendo el control de lo que decía. -No por eso tienes que venir aquí. Ya te dejé todo claro después de aquel error.
-¿Error? -preguntó con los ojos entrecerrados. -No decías lo mismo cuando me pedías más y más -dijo en tono burlesco. -o ¿ya se te ha olvidado? Si quieres te lo recuerdo. Tú y yo, desnudos en la cama. Tú con los labios entreabierto, jadeando...
Apreté los puños hasta clavarme las uñas en la palma. Ladeé la cabeza. -¡Basta! -Grité con rabia para que se callara. -¡Eres un estúpido, un arrogante! ¡Eres un gilipollas!
Rio, cruzándose de brazos. Escuchando mis insultos sin borrar esa sonrisa fanfarrona de su cara.
-¡Fue un error, un puto error! -exclamé. -¡Que no se volverá a repetir! -Respiré profundamente.
-Un error que disfrutaste al fin y al cabo. -Sentenció, dando un paso hacia a mí.
-¡Cabrón! -mascullé.
-Lo que tú digas. -Se encogió de hombros, mirándome con los ojos brillantes, creyéndose vencedor pero no se lo iba a poner tan fácil.
Caminé varios pasos, acercándome a él. Despacio. -Muy seguro te veo -chasqueó la lengua y me guiñó un ojo. Sonreí. -He estado con hombres mucho mejores que tú. Con hombres de verdad. Con hombres con los que he deseado repetir -lo miré de la cabeza a los pies. -Contigo solo puedo sentir que fue un fracaso. Algo que prefiero borrar de mi mente. El error más grande de mi vida.
Observé cómo su porte seguro y burlesco se iba deshaciendo al igual que la sonrisa de su rostro. Reí, sintiéndome victoriosa.
-Al parecer para ti sí que fue importante. Estás aquí, buscándome. Pero ya te lo he dicho, no se va a repetir.
Dio un paso más, quedando casi pegado a mí. Sentía su respiración sobre mi cara.
-Estás equivocada. Estoy aquí porque -metió la mano en su bolsillo derecho, sacando algo que reconocí al instante -se te olvidaron las bragas. Ten -me tendió mi ropa anterior y se fue sin decir nada más. Dejándome allí, parada. Sintiendo la rabia recorrer por mis venas.
XXX
Con esfuerzo, por la altura de la cama, pero con la facilidad que da la experiencia. La niña gateó desde los pies de la cama hasta sentarse a horcajadas encima del pecho de su padre.
Comenzó a clavar sus regordetes dedos en su mejilla al mismo tiempo que botaba encima de él.
-Cariño, -dijo Richard con los ojos medios cerrados. -¿ya estás despierta? -La niña sonrió dejando sus labios curvados hacia arriba por los lados de su chupete de color verde. Sin dejar de brincar. -¿Duermes un poquito más con papá? -La pequeña se impulsó más fuerte que las veces anteriores y una de sus piernecitas se resbaló por la suavidad de las sábanas de seda de la cama de su padre, provocando que cayera encima de su estómago. Castle ahogó un pequeño gritó y su rostro se contrajo.
Rodeó a su pequeña hija con sus brazos e hizo que se acostara a su lado pero ésta tenía otros planes. Y dormir no estaba entre ellos. Se colocó de rodillas al costado de su padre y llevó su dedo índice al ojo derecho de su padre, que los había vuelto a cerrar.
-¡Eh! -dijo Rick, cogiendo la mano de su hija para que no volviera a hacerlo. -No quieres dormir, ¿no? -Daniela negó. Moviéndose sobre sus piernas. Castle se sentó en la cama, apoyando su espalda en el cabecero. Colocó a su hija entre sus piernas y la miró arrugando su nariz. -Así que... hoy no se duerme más. Así lo ha decidido la señorita Daniela. -La niña carcajeó ante la mirada de su padre. Este no pudo reprimir la sonrisa. Acercó más a su hija a él, apretándola contra su pecho y dejó vario beso en su frente cuando la niña echó su cabecita hacia atrás para mirarlo.
Luego, deshizo por completo la diminuta coleta, totalmente despeinada de su hija. Reuniendo todo su pelo para quitarlo de su cara en un pequeño moño.
-¿Vamos a desayunar? -le preguntó, alzándola en sus brazos.
Daniela se sacó el chupete de la boca para pronunciar un "Sí" acompañado de una sonrisa, mostrando sus diminutos dientes blancos. Mirando fijamente a su padre con sus grandes ojos verdes.
-¡Vamos allá! -exclamó saltando de la cama. -Pero antes -retiró el chupete de la boca de su hija -un besito -le pidió, poniendo su mejilla y levantando, levemente, la barbilla. Su hija acercó sus labios cerrados y dejó un sonoro beso, dejando un rastro de baba en la cara de su padre. Richard sonrió y le devolvió el chupete.
XXX
4 semanas más tarde
-¿Me vas a contar ya qué es lo que te pasa? -me preguntó Lanie, poniendo sus brazos en jarras.
-Nada -negué, montándome en una de esas frías camillas. Lanie era mi mejor amiga, nos habíamos conocido por casualidad. Ella es médica forense y yo periodista. Me había ayudado a documentarme para un reportaje. Desde ese día, se volvió mi confidente. Podría decir que es la persona que mejor me conoce y no me equivocaría.
-Nada -repitió, escudriñándome con la mirada -por eso has venido aquí. Te recuerdo que odias este sitio y siempre has evitado venir si no eran asuntos mayores. Así que... -ladeó la cabeza, cruzándose de brazos, esperando a que comenzase a hablar.
Bufé, bajándome al suelo. Di varios pasos hacia la izquierda para luego girarme y caminar hacia la derecha. -Cometí una estupidez -confesé, poniéndome una mano sobre mi frente.
Alzó las cejas, animándome a continuar.
Suspiré, colocando mis extremidades superiores en mi cintura. -Conocí a un tipo, a un gilipollas. -Me callé, mordiéndome el labio y elevando mis ojos al techo.
-¿Y?
-Nos acostamos, ¿vale? -resoplé, volviendo a mi asiento.
-Bueno, chica, pues eso que te llevas aunque sea un gilipollas. ¡Una alegría para el cuerpo!
-No lo entiendes, Lanie. Ha sido un error, un estúpido error.
-¿Tan gilipollas era para que te arrepientas tanto?
-Más de lo que te imaginas -bufé -pero eso no es lo peor -entrelacé mis manos y retiré mi mirada de la de mi amiga.
-¿Te gusta, te has enamorado? -inquirió Lanie. -Eso no es malo, chica. Seguro que podemos hacer que su gilipollez disminuya. Déjamelo a mí. -Dijo mientras encendía un bisturí. Sonríe, sacudiendo la cabeza. No tenía remedio.
-No es eso.
-¿Entonces? -preguntó con un deje de preocupación en su voz, acercándose a mí.
Alcé la cabeza, mirándola por unos segundos. -Tengo un retraso -confesé, mirándome las manos, nerviosa. -Hace diez días que me tenía que haber bajado la regla. -Ahora sí, clavé mi mirada en la de ella, dejándole ver mi miedo.

ESTÁS LEYENDO
Obligada a improvisar
Fiksi Penggemar-Richard, Richard Castle. Contestó, dando un paso a adelante. /-O ¿ya se te ha olvidado? Si quieres te lo recuerdo. Tú y yo, desnudos en la cama... / -Sí, nos acostamos, ¿y qué? ¡Ni qué fuese la primera vez que dos desconocidos terminan en la cama...