-Gracias por venir y por dormir a mi hija -me agradece mientras me acompaña a la puerta.
Yo no digo nada, solo asiento. -Tu hija es una monada.
-Lo es -me dice orgulloso.
-Yo sonrío. -Será mejor que me vaya ya. Es demasiado tarde.
-Te acompañaría pero -mira hacia la habitación de Daniela.
-No te preocupes, sé cuidarme sola. -Me giro para irme pero su voz hace que me vuelva a dar la vuelta.
-Kate... ¿qué te parecería venir el próximo sábado? Así nos iremos conociendo más.
Dudo antes de contestar. Me lo he pasado bien pero sigo sin querer tener algún tipo de relación con él.
-Sería bueno para cuando nazca el bebé.
-No sé, Castle. No creo que sea necesario todo esto. -Él me mira desilusionado.
-Bueno, al menos, piénsatelo en estos días. Te estaré esperando el sábado si vienes y si no pues nada. -Asiento. -Pero, Kate, avísame cuando tengas cita con el ginecólogo, me gustaría ir.
-Está bien. Te avisaré.
-Gracias.
Hoy es sábado y todavía no sé qué hacer. Durante toda la semana lo había tenido claro, no iba a ir a la cena, pero ahora que faltan horas y tendría que saber la respuesta con seguridad, tengo dudas.
Por una lado, quisiera ir, sobre todo, para ver a esa pequeña niña pero mi mente me repite una y otra vez que no debo hacerlo. No ir es poner más distancia entre nosotros y, eso, es lo mejor. Ya caí una vez y no puedo volver a permitirle el lujo de volver a salirse con la suya.
XXX
No es la primera vez que veo a este hombre en una de mis conferencias. La primera fue hace unos días, a diferencia de esta, estuvo sentado en primera fila pero no intervino. Se limitó a escuchar. Y a no quitarme la mirada de encima. Hubo algunos momentos que su incesante mirada me incomodó. En esta, no ha parado de intervenir en la sección de preguntas. Ha sido quién más ha preguntado de largo.
Me despido de los organizadores y del director de la universidad antes de abandonar el edificio.
Al girar la primera esquina, mi cuerpo choca con otro. Unos ojos azules me miran desde arriba. Parece divertido.
-Perdone -digo, apartando la mirada.
-O no, ha sido mi culpa -me dice, sonriente. Yo asiento e intento pasar por su lado para seguir mi camino pero su cuerpo vuelve a impedirme el paso.
Lo miro frunciendo el entrecejo, él me sigue sonriendo. -Disculpe, pero quisiera pasar, tengo que irme.
-Oh, perdona -se disculpa, falsamente porque su cuerpo no se mueve y su sonrisa no se borra. Intento esquivarlo pero vuelve a dar un paso, poniéndose de nuevo justo delante.
Yo lo miro, comenzando a enfardarme. -¿Qué es tan gracioso? -le pregunto al escucharlo reír.
Con uno de sus dedos señala mi frente arrugada. Yo bufo. -Oh, venga, dime que no te resulta gracioso que cada vez que intentas irte, te choques conmigo.
Aprieto los labios. -No me choco, eres tú el que te pones delante.
Se lleva una mano a su pecho, a la altura del corazón. -Eres tú, señorita Beckett. Yo me muevo para dejarte pasar pero tú te mueves en el mismo sentido y te chocas.
Ya... -ironizó. -Pues para que no hayas más problemas de este tipo, voy a caminar a la derecha para irme. -Cuando lo hago, él vuelve hacer lo mismo. -¿Qué te pasa? -mi paciencia está llegando a su límite.
-A lo mejor, tal vez,... no quiero que te vayas. -Su sonrisa sigue intacta en su cara. Alzo una ceja como respuesta. -Me gustaría tomar un café contigo.
-Lo siento pero voy a tener que rechazar tu invitación. -En realidad no lo siento nada y aunque ahora mismo lo que menos quiero ser en simpática con él, sigo siendo educada.
-¿Por qué? -inquiere, cruzándose de brazos. -¿Te espera alguien en casa?
Me muerdo el labio. ¿Qué le importa a él? -Tengo prisa. -Sigue impidiéndome el paso. -¡Deja de jugar! -exclamó, levantando el tono de mi voz. Me estoy enfadando de verdad.
-No estoy jugando, quiero tomar un café contigo de verdad. -Remarca.
XXX
Después de recordar el momento en el que nos conocimos o, mejor dicho, la primera vez que hablamos fuera de un salón de actos, decido que no voy a ir a esa cena. Estuvo jugando conmigo desde el primer momento.
XXX
Han pasado 15 minutos desde la hora en la que la periodista llegó a la casa del escritor el sábado pasado y eso solo significa una cosa para Castle: no va a ir.
Ha preparado la cena, como le dijo, iba a esperarla por si, finalmente, aceptaba a ir. Pero, por lo que se ve, toda esa comida que ha hecho para dos va a sobrar. Al menos, la mitad.
Suspiró, mirando la mesa preparada. Ese día hasta había dado de comer ya a su hija para no hacerla esperar.
El timbre sonó y, Castle, corrió, literalmente, hasta la salida.
-Pensé que ya no venías -dijo con una sonrisa mientras abría la puerta. La misma sonrisa que desapareció nada más encontrarse con la verdadera persona que había llamado. -Jou,... hola -lo saludó desilusionado.
-Señor Castle -lo saludó el hombre -venía para preguntarle qué tal le fue la primera semana con el cachorrito. -Miró hacia dentro, observando a la niña jugar con el perro.
-Pues muy bien, Jou -Miró en su misma dirección. -Se han hecho inseparables. -Le sonrió. El hombre asintió feliz.
-Su hija nunca va a tener un amigo que sea mejor que ese perro. Los perros son los mejores amigos del hombre. Nunca te abandonarán. -Castle asintió.
Dos semanas y tres días después.
Hace diez minutos que la asistente de mi ginecóloga me ha llamado para decirme cuando es mi siguiente cita. Diez minutos que he pasado pensando en cómo voy a decírselo a Castle. Él me pidió que se lo informara y, como es referente al bebé, debo hacerlo.
No sé nada de él desde que cené en su casa. La única forma que tengo para comunicárselo es ir hasta allí. Ojalá tuviese su número. Eso lo haría todo más fácil.
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Obligada a improvisar
Fanfiction-Richard, Richard Castle. Contestó, dando un paso a adelante. /-O ¿ya se te ha olvidado? Si quieres te lo recuerdo. Tú y yo, desnudos en la cama... / -Sí, nos acostamos, ¿y qué? ¡Ni qué fuese la primera vez que dos desconocidos terminan en la cama...