Capítulo 3

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N/E: No se por que pero creo que de momento, estos dos no empiezan muy bien.


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-¿Cómo que tienes un retraso? -me preguntó Lanie elevando la voz. Mirándome, totalmente, sorprendida. -¿No os cuidasteis? Kate...

Alcé mi mano para callarla. -Lo sé, Lanie. Fui una estupidez y encima fuimos unos irresponsables.

La forense se llevó tapo la boca con una de sus manos.

-No sé qué pasó, Lanie -comienzo a decir, caminando por la sala. -Yo tomo pastillas anticonceptivas, tal vez olvidé tomarlas algún día con el ajetreo de los viajes. No sé, esto es un puto lío,...

-Cuando se tiene relaciones con un desconocido, se suele utilizar preservativo, ¿sabes? -me dijo Lanie en tono recriminatorio para luego suspirar y hacer un gesto con la mano. -Sobre todo, por las enfermedades.

-Lo sé -contestó, volviéndome a sentar en la fría camilla de antes.

-¿Te has hecho la prueba? -me pregunta. Yo niego, mirando mis piernas. -Te da miedo que salga positivo.

-Estoy cagada, Lanie. -Me vuelvo a poner de pie. -¡Esto es una locura! -exclamó elevando mis brazos. -Puede que esté embaraza de un desconocido al que no puedo odiar más. -Sacudo mi cabeza para luego mirar al techo, colocando mis manos en mi cintura. Sintiendo cómo mis ojos se humedecían. Esto no podía estar pasándome a mí.

Mi amiga se acerca a mí y me abraza. -Todo va a salir bien, ¿va? Sea lo que sea al final. -Yo me muerdo el labio, soy incapaz de decir nada. Tan solo aprieto mi agarre alrededor de su cuello. -¿Quieres que te haga una analítica para saber el resultado o prefieres un test de embarazo de los que venden en la farmacia?

-El de la farmacia. Prefiero estar en mi casa cuando sepa el resultado. -Le contestó, girándome para tomar mi chaqueta. Ella va a la sala contigua para cambiarse el uniforme de trabajo por la ropa de calle.

XXX

Sentado encima de un cojín, puesto en el suelo, Rick mira cómo su hija da golpes en la mesilla del centro de la sala. La niña está jugando con una bola de plastilina, pero lo único que hace es dar golpe y alisarla por debajo, culpa del choque con el liso cristal que cubre la madera. Dejando todo sucio ahí, donde quiera que dé.

Daniela, que está sobre sus rodillas sentada en un cojín de princesas, miró a su padre con la nariz arrugada. -Un perrito -dijo, tendiendo la plastilina a Castle. Cansada de tan solo golpear.

-¿Quieres que te haga un perrito? -le preguntó, tomando lo que su hija le daba. Ésta asintió, girándose sobre el almohadón para quedar frente a él.

Castle, tomó un pellizco de plastilina e hizo una forma ovalada con lo que había tomado, amasándola. Luego, tomó otro trozo, haciendo la cabeza. Detrás, siguieron las patas, la cola y las orejas.

-Aquí está el perrito -dijo Richard poniendo la figura sobre su mano. Daniela lo cogió y rio. -¿Qué nombre le vas a poner?

-Tento -contestó varios segundos después. Llevó la manualidad hasta la cara de su padre, apretando hasta que Rick se echó hacia atrás.

Tomó al perrito de plastilina entre sus manos y, simulando que el perro corría por la mesilla, comenzó a imitar ladridos de perros. Provocando, así, la risa de su hija. Daniela se lo volvió a quitar y lo llevó de nuevo hasta la cara de su padre, con la diferencia que de su boca salían "guaus".

-¡Ah! Me ha mordido -jugó Richard, llevándose la mano a la supuesta mordedura y poniendo cara de dolor. Daniela sonrió y se irguió con torpeza, al llevar tanto tiempo de rodillas, y le dio un beso en la frente. -Gracias, pensé que me moría -dramatizó el escritor, llevándose una mano al pecho y echando su cabeza hacia atrás. La pequeña carcajeó ante el gesto de su padre.

XXX

No podía estarme quieta. Lanie suspiraba. Yo la estaba poniendo más nerviosa con mi agitación. Caminaba varios pasos y me sentaba en la cama para, segundos después, volverme a levantar y volver a caminar. Así, una y otra vez.

-¿Quieres parar? Solo han pasado tres minutos y se me está haciendo una eternidad. Deja de moverte. Me tienes de los nervios.

Yo bufé y me senté, pero estar quieta me era imposible, comencé a mover mis piernas. Provocando ruido. Mi amiga me miró y suspiró.

-¿Cuánto queda, Lanie? -inquirí, mordiéndome una uña.

-Treinta segundos desde que te sentaste -contestó, mirando el cronómetro de su móvil.

Me eché hacia atrás, dejándome caer en la cama, de espaldas. Me llevé las manos a la cara, frotándome. Deseando que esto fuese una pesadilla y me despertara en este mismo instante. Pero no, no era una pesadilla. Era la maldita realidad.

Crucé mis brazos por encima de mi rostro, tapándome los ojos. Intentando tranquilizarme, controlando mi respiración. Noté cómo el colchón se movía. Lanie se había levantado. La imité, poniéndome en pie como un resorte.

En el momento que me puse a su lado, se giró con la prueba en sus manos. Mirándome con una mezcla de pena y desilusión. Le quité la prueba de inmediato para comprobar el resultado.

-¡No! -exclamé, llevándome la mano con la que no sujetaba el aparato a la frente. -¡No puede ser! -grité, dejando caer la prueba con resultado positivo al suelo. Mis ojos se aguaron de inmediato. La forense me abrazó, frotándome la espalda. -¿Qué voy a hacer, Lanie? -gimoteé en el hombro de mi amiga.

Se separó lentamente de mí, mirándome a los ojos. Tomó mis manos, que temblaban, entre la suyas. -¿Qué quieres hacer?

-No, no lo sé. Yo... Yo no me esperaba que esto ocurriese así. Lanie,... -me volvió a abrazar.

Ninguna de las dos dijo nada. Lloré hasta desahogarme, o más bien, hasta que no me quedaron lágrimas. Miré a mi amiga que estaba sentada a mi lado.

-No creo que pueda abortar. No creo que pueda vivir con eso. -Confesé, mirándola a los ojos. Lanie me acarició el brazo.

-¿Se lo vas a decir? -me preguntó.

Yo me mordí el labio y elevé mis ojos al techo. -Ni siquiera sé cómo encontrarlo, aunque quisiera... solo sé su nombre.

-Bueno, seguro que podemos hacer algo para encontrarlo. Pero, ¿se lo dirías? Me has dicho que lo odias...

-Y lo odio, Lanie. -Bufé.

-Si quieres mi consejo, yo intentaría buscarlo. Tiene derecho a saberlo, es su padre. -Yo la miré indecisa. -Te conozco, Kate. Eres una persona justa, detesta las injusticias- Y sabes, perfectamente, que aquí, lo justo es decírselo. -Yo tomé aire.

-Solo sé su nombre. -Repetí.

-Algo es algo. Además, seguro que Espo y Ryan nos ayudan.

-No les digas nada -le pedí de inmediato. -No quiero que se sepa nada. No todavía, al menos.

-No, tranquila. Les diré que es un viejo amigo con el que perdí el contacto. Dime su nombre -me exigió mientras sacaba su móvil.

-Richard, Richard Castle.

Obligada a improvisarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora