2 semanas después
No podía creer el cambio que había sufrido mi vida. De la noche a la mañana, bueno así, así no, pero de pronto me había visto envuelta en una realidad muy distinta en la que había vivido hacia tan solo unas semanas.
En estos catorce días, me había ido acostumbrando a la idea de que, en unos meses, seré mamá. Aún me parece una locura, pero no puedo mentir. A pesar de que la circunstancia es la peor en la que podría haber pasado, un calor se instala en mi pecho cuando pienso en un pequeño bebé entre mis brazos.
Siempre me han gustado los niños, pero, no entraba en mis planes quedarme embaraza ahora, ni en un futuro próximo. Y mucho menos, que el padre sea un desconocido. Al que odio. Es el tipo de hombre que siempre he querido tener lejos. Bueno, de amigo sí, pero no como mi pareja. Aunque solo es el padre de mi hijo. Y solo eso será.
Hice caso a Lanie. Espo y Ryan han estado buscándolo hasta dar con él. Tengo su dirección desde hace una semana. Todavía no me he atrevido a ir. ¿Qué le digo? ¿Cómo se lo digo? La última vez que nos vimos, fue un desastre. Y la primera......
Suspiró y me levantó del sillón. Tengo que enfrentarme a esto. Mientras antes lo haga, mejor. Pensar solo me trae más y más dudas.
Yo solo se lo diré. Es lo justo. Luego, él que decida si quiere estar en la vida del bebé o no. Es su decisión. Egoístamente, pienso que una negativa por su parte en hacerse cargo es lo mejor que podría pasarme. Es lo que deseo. Pero, cuando pienso en mi bebé,… me siento mal. Él se merece tener a su padre a su lado. Aunque sea un egocéntrico, creído, gilipollas y un largo etcétera de calificativos para nada positivos.
Treinta y cinco minutos más tarde estoy en la puerta de su loft. Los minutos se han pasado en un abrir y cerrar de ojos. Hasta los atascos se me han hecho amenos y he deseado que fuese un día de esos en los que el tráfico es terrible y debes parar y parar hasta llegar a desear vivir en otra ciudad, o mejor, en un pequeño pueblo fuera del bullicio que es Nueva york. Y yo no puedo querer más a mi ciudad.
Debe irle muy bien porque vive en una de las mejores zonas de Manhattan. Yo tampoco me puedo quejar. Me sobra el dinero.
Levantó mi mano para picar en la puerta pero enseguida la vuelvo a bajar. Estoy demasiado nerviosa. Tomó aire y sin pensarlo más, golpeó la puerta. Es la hora.
Escucho cómo unos pasos se acercan. Pasos y risas. De pronto, se abre la puerta ante mí. Él, con una niña pequeña en brazos, me mira serio. La sonrisa ha desaparecido de su rostro nada más verme. Yo tomó aire para intentar mitigar mis nervios. Ya no hay marcha atrás.
-¿Qué haces aquí? –me espetó. Ni un saludo ni un "pasa". Nada. Su mirada era dura. Tragué saliva antes de hablar.
-¿Puedo pasar? –pregunté con voz suave, mirándolo a los ojos.
Él se quedó en silencio. Tal vez, decidiendo entre dejarme entrar o cerrarme la puerta y ya. No lo sé. La niña, que jugaba con un oso de peluche, más bien, intentaba de arrancarle un ojo al juguete, lo tiró al suelo al ver que no lo conseguía.
Sin decir nada, Castle, se agachó a recogerlo. Cuando estuvo erguido, se echó hacia el lado izquierdo para dejarme pasar. Cerró la puerta tras de mí.
Tres pasos por delante de él, caminaba agarrando fuertemente el sobre que tenía en mis manos. Miré a mí alrededor, contemplando el amplio loft. Era elegante y masculino. Su decoración era estupenda.
-¿Qué quieres? –me preguntó, sacándome de mi observación. Me giré despacio para mirarlo a la cara, sin saber cómo responder a esa pregunta. Rick estaba poniendo en ese momento a la pequeña en el suelo, que rápidamente salió corriendo torpemente. Sonreí levemente. -¿Y? –escuché su voz de nuevo y mi atención volvió a estar en él.
Me pasé una mano por la frente. Nerviosa. Muy nerviosa. Tomé aire y me dispuse a hablar.
Daniela, que había regresado hasta su padre, levantaba el ojo roto del oso de peluche entre dos de sus dedos, mostrándoselo a Rick con una sonrisa victoriosa.
-¡Hey! –escuché que le decía a su hija, agachándose junto a ella. Vi cómo le quito el ojo descosido de la mano. –Al final lo has conseguido –le recriminó con voz gruñona. La niña elevó sus labios hacia arriba, sonriendo inocentemente. Castle suspiró, levantándose y su hija volvió a irse corriendo. -¡no le quites el otro ojo! –le gritó. -¡Pobre osito! –la risa de la niña llegó hasta mis oídos.
Sus ojos volvieron a encontrarse con los míos. Volvían a ser duros. Yo carraspeé.
-Tiene cara de pilla –dije para romper el incómodo silencio.
-Lo es. Es una granuja –me contestó, sonriendo orgulloso. Yo sonreí de vuelta. Él arrugó el entrecejo, mirándome. -¿Quién te ha dicho dónde vivía?
Yo me encogí de hombros. No sabía si decirle la verdad. Eso era lo mismo que decirle que estaba embarazada y no sabía cómo enfrentarme a esa noticia. Cómo contárselo. –He investigado un poco –contesté finalmente.
Rick me miró confundido. -¿Para qué? ¿Para qué te interesaba saber dónde vivo?
-Yo… -bufé, exasperada por no encontrar las palabras –tengo algo que contarte –le tendí el sobre que tenía en mis manos. Mi miró cuando vio mi nerviosismo plasmado en el temblor del papel. Lo cogió con el ceño fruncido y lo abrió con la misma expresión.
Segundos después, sus ojos volvieron a estar en mí y su boca abierta. Me miró y luego regresó a la prueba de embarazo que me había realizado en el hospital dos días después de que me sospechas se hicieran realidad.
-Aquí dice que estás embarazada –me dijo al fin. Asentí. –Pero, ¿qué tengo que ver yo con esto? –me preguntó, haciendo que la expresión de incredulidad ahora estuviese en mi cara.
-No nos protegimos. –Le digo simplemente.
-¿Y… -se calla. Parece que lo ha entendido. -¿Cómo sé que es mío? Dijo, solo fue una vez y ha pasado ¿mes y medio? Puede ser de otro. –Me dice. Yo aprieto los puños. ¿Cómo que de otro? ¿Qué se pensaba que yo era?
-¿Cómo sabes que es tuyo? –repito yo con rabia. -¿qué te piensas, que me voy acostando por ahí con todos?
-No lo sé –se encogió de hombros –no te conozco.
-No me conoces, ya…
-Además, -yo me cruzo de brazos, observándolo –es muy raro que esto pase. Sí, ya sé. Siempre está el riesgo. Pero fue una vez y no creo que…
-Estoy embarazada –digo bruscamente, cortándolo.
-Pero puede ser de otro y, simplemente,…
-Y simplemente vengo a buscarte a ti, ¿no? Para endilgarte el marrón a ti ¿no? –la ira es palpable en mi voz. –Al tío que más odio. A ése. –Veo que se encoge de hombros –Ere un cabrón –lo insulto, quitándole la analítica de las manos. –Yo solo quería decírtelo, me pareció que era lo justo. Ya lo sabes. Me voy –dije caminando hacia la puerta.
-Kate –me dice, agarrándome de la muñeca.
-Suéltame –le ordeno pero no me hace caso. Así que, tiro de mi brazo con brusquedad para soltarme del agarre.
-Kate…
-Ya he terminado aquí –le comunico. Comienzo de nuevo mi camino, andando deprisa. Me sigue pero su hija llega poniéndose delante de él y tiene que parar para no tirarla. Lloriquea mientras le muestra su dedo índice levantado. Yo abro y me voy. Nunca debí haber venido a buscarlo.
N/E: Tranquilidad y no sufrais, ya sabéis que siempre me gusta un poco de sacarina antes de que os empalagueis de tanto azúcar, además ya lo avise en el prologo. ;P XD
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Obligada a improvisar
Fanfic-Richard, Richard Castle. Contestó, dando un paso a adelante. /-O ¿ya se te ha olvidado? Si quieres te lo recuerdo. Tú y yo, desnudos en la cama... / -Sí, nos acostamos, ¿y qué? ¡Ni qué fuese la primera vez que dos desconocidos terminan en la cama...