Mi última carta

A veces se te agotan las fuerzas, y solo te queda el asfixio...

Son las 12 de la noche.

Estoy sentada en una vieja silla carcomida por la suciedad, escribiendo esta carta sobre una pequeña mesa rayada a base de bolígrafo en mis ataques de furia. Pobre mesa, ¿Qué culpa tuvo ella de mis ataques de locura? Ninguna, pero yo tampoco tuve la culpa. Así que estamos a mano. Está lloviendo, qué preciosidad. Adoro la manera en que las gotas de agua bailan de forma provocativa en el cristal de mi ventana, como si me suplicasen: ''No lo hagas, no nos abandones''. Estoy a un hilo de sufrir delirio, de sucumbirme en un mundo lleno de dolor y desesperanza; no llegaré a esto, no lo voy a permitir. Estoy harta de ver como lentamente me destruyo. Antes que tocar el fondo, me quitaré la vida.

Esto no es una novela ni biografía de mí misma, es una carta de dolor y pena acumulada de mi existencia que dejo a merced a cualquier extraño que halle mi cuerpo. ¿Por qué una carta? Para quizás intentar justificarme, o puede ser una excusa tonta para alargar mi tiempo. O simplemente quiero que alguien al final del día sienta un poco de pena por mi, cosa que el destino no tuvo ni un poco. Pero es cierto también que quiero relatar mi vida, mi historia, que si se la contara a cualquier persona, pensaría que le estoy relatando una telenovela. Se que no hay justificación para tal acto, el suicidio, pero cualquier persona mecere una oportunidad ¿No?.

Esto no es una historia como "Verónica decide morir" de Paulo Coelho. Ya me gustaría a mí acabar en un hospital psiquiátrico, que el doctor me mintiera y con el tiempo viera la preciosidad de la vida, para al final escaparme con un esquizofrénico y vivir cada día como si fuera el último. Mi final me depara otra historia.

PD: si os gasté el trama del libro de Coelho, mi más sincera disculpa. Ya veis que soy un desastre hasta solo para contar algo.

Estoy escuchando música clásica que me ayuda a acomodar mis ideas, y a un lado está el bote de las pastillas que me librarán del pesar y me conducirán al más allá. O quizás a la nada. Pronto lo descubriré, solo que esta parte no podré contártela. Tengo miedo, rabia, tristeza, dolor, todo al mismo tiempo. Por un momento pensé en rajar esta carta apenas comenzada y simplemente suicidarme sin más. ¿Por qué? Quizás sea una cobarde y mientras vaya escribiendo la carta, me esté arrepintiendo y al final no logré cometer el actor. Pero no, estoy decidida, por más miedo que tenga. Es eso o seguir sufriendo. Y si no soy lo suficientemente cobarde para quitarme la vida, sí lo soy como para seguir luchando por ella. Mi pecho late rápidamente, estoy nerviosa. No sé ni por dónde empezar. Tan corta vida y tantas cosas que contar, ¿Eh Carmen? Sí, mi vida es toda envidiable, no te digo.

¿Qué estoy escribiendo? Está empezando a no tener sentido. Me tengo que concentrar (o quizás la esperada locura ya está tocando a mi puerta). Carmen, relájate, cuanto más alargues esto, peor será para ti. Ya pasó media hora y no he escrito nada valioso, bueno, como si mi vida tuviese algo de ello. Debería tener sueño pero carezco de ello por completo, ¿Será por tanto café que tomé? ¿O mi instinto natural quiere disfrutar de la última noche antes de ver cómo la luz de mi existencia se pierde en ella?

Tú, querido extraño, si sostienes esto de pie, siéntate. Puedes llamar antes a la ambulancia o intentar en vano reanimarme, lo que prefieras; cuando veas que todo es inútil, siéntate y lee esta carta.

Decidí empezar desde el principio porque ahora que rememoro mi vida fue miserable desde que era una niña...

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¡Aquí estamos con el primer capítulo de mi última carta!

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¡Hasta la próxima!

Kris Wayland