Perdón por no actualizar por tanto tiempo. De verdad pido disculpas. Espero que sigáis interesados en esta historia.
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Tres años después....
Lucas se levantó de la cama y miró su reloj: las diez de la mañana. Por fin era sábado, no más trabajo por dos días, solo cuarenta y ocho horas de puro descanso, al menos eso esperaba. El día anterior en vez de acabar su jornada a las ocho de la noche como todo el mundo, se quedó hasta casi la una de la madrugada poniendo todo el papeleo en orden y adelantando para no saturarse el lunes. Aunque en realidad lo hizo por su naturaleza trabajadora. No le gustaba dejar a medias algo, aplicaba la frase de "no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy" en todos los ámbitos. Con los ojos pesados se levantó y miró por la ventana. La primavera se estaba acabando, junio pronto iba a entrar con sus flores radiantes y luz ardiente. Lucas amaba la primavera por encima del caluroso verano. Prefería pasear por las calles levemente calentadas y con un viento suave y frío refrescándole el rostro.
Se fue al baño a realizar su rutina diaria de aseo. Listo, miró en su tableta el pronóstico de hoy. Iba a ser un día tranquilo, sin chubascos. Ojalá, pensó Lucas. Porque bastantes veces les ocurrió que a pesar del pronóstico, les era ofrecido un regalo de lluvia repentina. Pensó qué iba a hacer hoy, pero al ver que no tenía nada concreto, decidió simplemente dar vueltas por la ciudad.
Tomando el desayuno, evitó pensar en algo en especial, pero ese mismo vacío le trajo algo que enfocar su mente, lo que menos deseaba. Ella.
Pasaron tres largos años desde que él dejó a Carmen fuera de su vida. Al menos ese era el plan, porque ella siempre perduró en la suya. Él la seguía a escondidas, para ver cómo planteaba su vida de nuevo. Y le escribía cartas. Cuántas fueron. ¿cincuenta? ¿cien? ¿O más? No pudo ni acordarse del número exacto, fueron muchísimas. Pero recordó el día en que dejó de escribirla. Ese día en el cual decidió poner el definitivo punto final.
Dos años atrás...
Era una noche fría y agitada. Los copos de nieve bailaban sin ritmo en el aire, estrellándose contra el rostro pálido de Lucas. Antes de regresar a su casa, iba a dejar otra carta a Carmen. Era un ritual adictivo para él. Siempre cuidaba que en ellas no dejara algún detalle que le revelara quién era él, siempre intentó que su persona fuera una incógnita. No sabía exactamente por qué lo hacía. Quizás simplemente era débil y no quería alejarse por completo de Carmen. Entró en el edificio y respiró hondo al no sentir el frío pelado de afuera. Se acercó al buzón de Carmen y cogió la carta para meterla por el agujero. En el mismo instante que lo hizo, vio dos personas entrar por la puerta. Sin interés les observó pero rápidamente se dio la vuelta. Era Carmen. Ella estaba riéndose sobre algo que le estaba diciendo otro extraño; un hombre. Lucas adoptó la posición como si estuviera revisando algo, pero ellos dos ni se percataron de su presencia. Los dos se acercaron al ascensor.
–¿Quieres pasar?– invitó Carmen.
–No. Ya es tarde. En otra ocasión.
Lucas por el rabillo de su ojo observó al hombre. Era alto y de tez bronceada. Su cabello era oscuro y largo. Y sus ojos eran azules, aunque no tan marinos como los de Lucas. Los suyos eran más claros, como el agua de un río. El ascensor llegó y Carmen se acercó al hombre como él a ella. Se besaron. Lucas sintió su corazón morir otra vez. No era un amigo suyo, era su novio. Se besaron con pasión y a la vez con mucha dulzura. Lucas no pudo seguir viéndolo por lo que salió corriendo del edificio. Afuera se sintió asfixiar. Él no era tonto, sabía que tarde o temprano Carmen iba a rehacer su vida. Pero verlo con sus propios ojos quemaba igual que el ácido.
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Mi última carta
ContoIntenté ser fuerte, pero fracasé... Hola desconocido, o desconocida. O quizás yo te conozca. A estas alturas, ¿A quién le importa? Si encontraste esta carta, es porque estoy muerta, o al menos voy a estarlo. Es probable que hayas encontrado mi c...