La Carta

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Sandra se hallaba sentada en la terraza del restaurante ''VillaDeAlba'' esperando a Lucas. Estaba un poco nerviosa, sin poder aclararse por dónde empezar la historia, han sido tantas cosas en tan poco tiempo...El día estaba claro y refrescante, con los rayos pasando sobre las flores que adornaban el café, colorando el espacio con cálidos y brillantes tonos. Pero por más lindo que estuviese el día y el alrededor, Sandra no pudo quitarse el peso. 

Mientras esperaba al hombre, se puso a recordar los momentos fugaces que pasó junto a Carmen. En el trabajo normalmente siempre estaba callada y como apartada; se relacionaba con los compañeros de trabajo pero siempre persistió esa matiz que la mantenía alejada de todos ellos, aunque ella intentase aparentar lo contrario. Sandra jamas escuchó algo de su vida personal, ningún rumor, nada. Ella nunca recibió flores en las fiestas ni tampoco en sus cumpleaños, por lo que casi todo el personal creía que ella era soltera. Y era extraño, ya que era muy linda y atractiva, y si se le quitara esa triste mirada persistente en cada momento, sería una mujer sin descripción posible alguna. No era una modelo, pero sus puntos tenía. Cabello oscuro largo hasta la espalda, que se las ingeniaba para hacer un moño precioso; ojos castaños claros que a la luz del sol brillaban como si fueran Jubileos de Oro*. Y su sonrisa, la única que alcanzó ver pero que jamás olvidaría, aquella que su corazón triste y desolado permitió escapar una vez. Cuando Sandra le preguntó a qué se debía aquélla alegría, pensando que Carmen por fin tenía un pretendiente, ella le respondió:

-Por fin aprendí a cocinar lasaña.

Sandra se rió de ella, viendo que no era un motivo tan grande como para estar tan feliz, a lo que Carmen simplemente dijo:

-Ese plato tiene un significado especial para mí*.

Y ahora Sandra por fin pudo entender el cuál.


''Perdone, ¿es usted Sandra?''

Ella dio un brinco por la voz inesperada, volteó rápidamente y observó al hombre que tenía enfrente.

-Sí. ¿Es usted Lucas?

Él sonrió de forma amable -Sí. Mucho gusto.

Y se saludaron dándose besos en ambas mejillas. Lucas se sentó al frente de ella y esta le observó.

Qué bello es, pensó ella.

Y lo era. El chico descrito por Carmen en las cartas era algo distinto a lo que estaba observando ahora, efectos secundarios de la edad se podría decir, pero a este por ahora no hacían más que mejorarle. Su cabello oscuro estaba cortado en dos niveles, largo por las sienes y corto por la parte de la nuca, haciendo que con un leve viento se le escaparan unos mechones a los ojos. Su rostro era perfilado, aunque cuando sonreía, leves hoyuelos se abrían el camino. Pero lo más bello de él eran sus ojos: un azul celeste que brillaban a toda luz, pese la edad, pese a todo. Esa característica existió con el Lucas ''chico'' y y siguió con el Lucas ''adulto''. Sandra no pudo evitar su curiosidad y preguntó por la edad del hombre, para situarse con los hechos de la carta. Él contestó que tenía veintiséis años recién cumplidos; edad que no aparentaba, ya que con su vestimenta y su aire juvenil pese a la madurez que se hacía notar, lucía veintitres años como máximo.


– Parece tonto, pero no sé por dónde empezar. Es tan complicado, yo aún sigo sin situarme del todo en esto...

Lucas se puso serio. – Quiero saberlo todo. No puedo creer que Carmen se haya intentado suicidar. Es tan...atípico de ella. Sigo sin poder creérmelo.

– Ella...se mostraba como una persona fuerte. Pero todos somos humanos al fin y al cabo, y nuestra paciencia y aguante tienen su límite, solo que es distinta en cada caso.

Mi última carta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora