Juan

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Juan's POV


Carmen, oh Carmen. ¿Por qué lo hiciste? ¿No ves que con este acto hiciste que me sintiera aún más miserable por lo que te hice en el pasado? Pienso afligido. Camino alrededor de la habitación, viendo cómo inevitablemente mi estado de animo se va deprimiendo solo por el ambiente tan tosco y frívolo de esta habitación. Carmen no debe estar aquí, este no es su lugar. Recuerdo a la Carmen de antes. Ella era una mezcla de alegría y tristeza, y ese toque es el que hizo que me obsesionara con ella. Porque en mi vida todo era tan perfecto que ansiaba algo diferente, una emoción distinta. Y Carmen era la personificación de ello, ella realmente vivía, porque conocía la felicidad y el dolor. ¿Y yo? Solo viví el lado rosa de la vida, y ahora me doy cuenta que esto realmente no es vivir, es ocultarse como un cobarde de la verdad, de lo que es esencia de la vida, su otra mitad. Carmen, a pesar de que parezca lo contrario, es una mujer muy fuerte. Aguantó la miserable vida que tuvo siendo pequeña, sobrevivió al bullying y se hizo respetar (desde allí comenzó mi interés genuino por ella). Tantas cosas por las que pasó... ella no es de hierro. Tanto peso al final pudo con ella.

Carmen. Me siento como un miserable. A pesar de lo ocurrido en mayo, sigo sin poder perdonarme, sobre todo ahora que me entero sobre tu intento de suicidio. Oh Carmen, por qué lo hiciste...


_____________

7 de mayo, dos años atrás.

El tiempo era un espanto, no hacía frío como para ponerse un abrigo, pero a la vez soplaba un viento que te helaba los huesos. Eran las doce de la mañana, hora en que la gente solo tiene la mente para pensar que dentro de unas horas tendrán su descanso de media hora; o están los otros que corren como locos a su trabajo en un intento fallido de ocultar su tardía. Juan estaba sentado en el banco que daba vista a una calle urbana donde la gente caminaba a paso rápido,sin pararse a observar la belleza de los árboles o la grandeza de los edificios, no tenían tiempo para ello, pero él sí. Estaba nervioso, a pesar de guardar una postura temiblemente tranquila. Qué haría cuando la viera, cómo actuaría, qué le diría.

– Ten cuidado con este tiempo, sin una bufanda mira que te acatarras.

Juan dio un brincó. Carmen vino, al final decidió acudir. La miró de arriba a abajo. Sí, ella definitivamente estaba aquí. En todo este tiempo ella había cambiado, la última vez que la vio ella estaba derrumbada, al borde de la locura. Una chica frágil y joven a la cual Juan hirió profundamente. Pero ahora veía una mujer madura con rasgos ligeramente cambiadas. Pero esa mirada de tierra, así es como describía Juan su castaña mirada, era la misma. Ese cabello largo que la hacía ser ella era más largo pero igual de liso y hermoso.  Dios, ahora está incluso más hermosa, pensó Juan.

–Viniste.– es todo lo que pudo decir Juan como respuesta.

–Al parecer sí.

Juan seguía sin creerlo, a pesar de haber estado esperándola por más de dos horas, en todo este tiempo algo en su interior le susurraba que no iba a venir. Y era lo más lógico. Toda persona en su  sano juicio no hubiera decidido acudir. Pero ella lo hizo, estaba aquí. Dispuesta a hablar con él.

–Pensé que no vendrías.

–Sin embargo llevas aquí ya buen tiempo esperándome. Mira lo roja que está tu nariz.

–Carmen...– dijo Juan. Carmen entendió, Juan quería evitar momentos de chistes.

–Vale, ok. Fuera de bromas.– Carmen dejó a un lado esa triste sonrisa que partía a Juan y se puso seria– Para qué me citaste.

–Carmen, yo...– se calló. Él antes de encontrarse con ella, estaba seguro de lo que iba a decirle, tenía su pequeño monólogo memorizado al pie de la letra. Ahora mirándola a los ojos, se quedó paralizado, no sabía qué decir. Le inundó la vergüenza, se sintió tan mal. Todo se oscureció a su alrededor, solo la veía a ella; quiso correr. Cobarde. Esto es lo que soy, pensó Juan.

"Soy una basura".

Y antes de poder arrepentirse, la abrazó. Quería que ella le insultara, le empujara; le daba igual. Necesitaba que ella lo humillase. Pero ella no lo hizo, solo se quedó quieta. El mundo ni se percató de ellos, igual que ellos del mundo. Solo estaban ellos dos solos en este espacio, junto con la incomodes, vergüenza, dolor y antigua ira rodeándolos.

–Carmen. Fui un miserable.

–Eso es cierto.

Juan sonrió. Ella no iba con consuelos. Las cosas son como son. Se quedaron otro minuto más en la misma postura, en silencio. Necesitaba decirlo, porque si no iba a estallar. Necesitaba que ella...

–Perdóname.– susurró Juan.

Él cerró los ojos al terminar de decirlo. Una palabra tan simple para otros; una salvación para él. Necesitaba que ella le perdonase, no podía seguir viviendo así. La culpa le estaba matando por lo del pasado. Si él no hubiera mentido, ella ahora estaría en relación con Lucas, cuidando de su bebé. Él sabía que ella lo perdió por un accidente de coche, pero eso no le quita el peso de encima,  que aunque no estuviese explícitamente implicado, se echó la culpa de todas sus desgracias. El día que la fue a ver en el hospital cuando tuvo la pérdida, le dejó marcado por el resto de los días. Su estado de locura, dolor, agonía, histerismo, nunca quiso que ella llegara hasta eso. La imagen lo persiguió todo este tiempo. Y ya no podía más.

Carmen no sabía qué hacer. Juan, el hombre que la apartó del amor de su vida, el cual hizo que ella se sintiera como una basura durante mucho tiempo, quería ser perdonado. Ella no lo culpaba de la muerte de su bebé, pero sí por la pérdida de Lucas. Estaba en un cruce. Por un lado no quería perdonarlo, poder por el otro, estaba cansada. Cansada de cargar con ella todos estos recuerdos, estos sentimientos negativos. Necesitaba librarse de ellos, o se iba a asfixiar. Y ahora que la estaba abrazando, y ella notando su sinceridad, se dio cuenta que en realidad nunca lo odió, solo era resentimiento y dolor, mucho dolor. 

Lenta y dubitativamente, ella elevó sus brazos y posó sus manos en su espada. Juan al notarlo suspiró fuerte.

–Te perdono.

Carmen lloró en silencio. Y Juan dejó que una lágrima de felicidad barriera su mejilla.


________________

Nunca más te volví a ver. No pretendía que después de tu perdón nos volviésemos amigos, esto sería demasiado, tanto para ti como para mí. Aunque  ahora que lo pienso, hubiese sido un privilegio porque me di cuenta de lo valiosa que eres como persona y mujer.

Camino hacia ella y acaricio su cabello. Tan suave y ligero, como ella. Al verla en este estado, algo en mi interior se rompe lentamente; es el dolor. Me duele verla así. No quiero verla así.

Quiero que despierte, lo quiero con toda mi alma.

Por favor Carmen, lucha. Vive. 

Carmen, si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, si yo....


La puerta de la habitación se abrió y Juan vio entrar un fantasma del pasado que nunca terminó de olvidar, al igual como a Carmen. Pensó que no se lo encontraría, se había asegurado de ello. Pero aquí está el destino, jugando sus cartas para traerle más peso del cual ya tenía.


Lucas Cabello.

Mi última carta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora