Pasada...

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Pasada el estadio de la depresión grave, los doctores vieron que ya podía salir del hospital y retomar mi vida. Qué ilusos, yo ya no tenía vida. Cuando crucé la puerta que limitaba el hospital con el exterior, no quise salir. Cómo iba a enfrentar ahora esta dura realidad, no tenía fuerzas, no tenía a nadie. No podía acudir a mis padres porque era como revivir todo aquél tormento por el que pasé en mi niñez y adolescencia. No tenía amigos, los que creía que lo eran me dieron la espalda cuando más los necesitaba. Y lo más doloroso es que Lucas tampoco formaba parte de mi vida ya. 

Aunque...

¿Por qué no? Yo no tenía la culpa de que a Juan se le haya torcido un cuerno y hubiera hecho lo que hecho, y jamás lo engañé y hasta me quedé embarazada de él. Surgió en mi una enorme necesidad de verlo, de hablar con él. Él necesitaba saber la verdad, más que nada para limpiar mi nombre y que se de cuenta que mi amor por él siempre fue puro y sincero. Además en mi nació ese vil sentimiento que cada vez que se siembra en mí empiezo a temer. Porque hasta ahora no hizo otra cosa que al final del día arrojarme por los infinitos precipicios: la esperanza. Quizá aún no todo estaba perdido y podíamos revivir esa relación tan bella que tuvimos....

Investigué sobre él llamando a todos los contactos de universidad. Cada vez que realizaba una llamada, me aguantaba las ganas de simplemente cortar la llamada cuando sentía el juzgue de ellos cuando preguntaba por Lucas. Porque ellos no sabían la verdad de la historia, aún seguían pensando que yo actué como una golfa y ahora seguro andaba desesperada por encontrar a Lucas de nuevo. Pero a estas alturas de la vida ya me daba igual lo que pensasen, solo esperaba que alguien me ayudara a localizarlo. Me contaron que hace unos cuatro meses que se trasladó a la capital para seguir sus estudios en una de las universidades más prestigiosas del país. Se me cayó el alma a los pies, la capital. Estaba muy lejos, pero decidí no rendirme así que seguí llamando para obtener su dirección. Después de varias llamadas una conocida me lo proporcionó. Aunque vivía a 446 km de mí, no me importaba, porque prefería tenerlo a esa distancia que tenerlo en la otra punta del planeta. Me cogí el vuelo más barato y me fui para la capital Bogotá.

Releyendo la carta, me olvidé por completo hablar de mi origen. Supongo que no venía al cuento. Soy colombiana y toda mi vida residí en Colombia, concretamente Medellín. Y como estaba diciendo, me iba a Bogotá para encontrar a Lucas.

Al estar parada en frente de su casa tras un largo viaje y buenas horas de andar a pie porque no podía desperdiciar todo en taxis (alguno que otro bus), de repente sentí miedo. Ya no estaba tan decidida, no sabía qué hacer. ¿Y si ya no sentía absolutamente nada por mí? O peor, ¿Y si estaba con otra? Los nervios me mataban. Pasó tanto tiempo desde la última vez que nos vimos, casi un año. Quién soy yo para meterme en su vida ahora, si la rehizo sin mí.Pero al final me armé de valor y toqué la puerta. Si no me animaba a averiguarlo, la duda me perseguiría por la eternidad. Además que sentía la urgente necesidad de limpiar mi nombre.

Después de unos minutos Lucas me abrió.

¡Por Dios! ¡Qué guapo estaba! Quedé paralizada, solo mirándolo como embobada. No cambió en nada, bueno, a excepción de que era más maduro y apuesto. Estaba más musculoso, seguro iba al gimnasio. Cambió su peinado, ahora su pelo era bastante más largo y lo llevaba atada para atrás en un knot, él también cayó en el trending del año. Pero le quedaba genial, es que todo le quedaba estupendo. Al mirarle a los ojos, vi en ellos al antiguo Lucas del cual me enamoré. Ese muchachito que me llamó para ayudarle en química,el que se rió de forma no malévola porque yo no sabía ni lo que era una lasaña y con el que poco a poco fui dejando trozos de mi corazón hasta que se lo entregué por completo, yo quedando vacía.  Él claramente estaba sorprendido al verme, pero luego recuperó la compostura y me saludó algo incómodo. No se si era porque hace mucho tiempo que no nos veíamos o porque se acordó del pasado. Decidí no ir con preámbulos y pasar directo al grano, porque de los nervios temía no poder ni pronunciar una palabra:

Mi última carta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora