Tû.

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Lucas estaba sentado en el suelo de la prisión, cansado de la situación, ansioso de no poder saber mucho de Carmen, harto de todo. Quería tomarse un buen baño e irse a dormir en su suave cama, pero en actuales circunstancias esto le estaría difícil. Escuchó pasos que aumentaban en resonancia hasta que llegó un policía anunciando su libertad. Lucas no se movió, pensó que no era para él. Pero segundos más tarde apareció la figura de Sandra, y con ella Juan. Lucas no supo si alegrarse o no. Nunca pensó que él iba a liberarlo, que lo iba a perdonar. Juan le miró a los ojos y sin apartar su mirada, pidió al policía y a Sandra que le concedieran unos minutos a solas antes de dejarlo en libertad. El policía accedió pero Sandra puso pegas hasta que Lucas le pidió que los dejasen a solas.

–Por qué me liberaste.– demandó Lucas. ¿Debería agradecerle? No iba a hacerlo.

–En nuestro lenguaje se dice gracias.

–Dime por qué.

–Carmen despertó.

Lucas dio un paso hacia atrás. Sintió como si su mundo diese vueltas, todo se volviera nítido. Carmen...¿Qué?

–¿Qué?– preguntó Lucas, sin poder creer lo que oyó segundos antes.

–Carmen despertó.

Lucas sonrió de oreja a oreja, al mismo tiempo sintiendo que sus piernas flaqueaban, perdió el equilibro de su cuerpo pero se recompuso rápidamente. Su Carmen estaba despierta. ¡Estaba despierta! Solo quería ir al hospital y poder verla, abrazarla, besarla, pedirle perdón. No podía esperar más, tenía que verla. Juan vió su antojo y le detuvo a tiempo.

–Espera. Esto no es todo. Ella....perdió la memoria.


El corazón de Lucas dejó de latir por unos instantes, o eso sintió él. Esto no podía estar pasando, no... –¿Cómo?

–Como lo oíste. Ella no recuerda nada. Ella me vio y no me recuerda. Ni tampoco a Sandra.

En un instante Lucas estaba en el paraíso, en el otro se vio cayendo de nuevo a la tierra, o al abismo. Carmen perdió la memoria, eso significaba que posiblemente tampoco lo recordase a él.

–Pero...ella puede recuperarla. Es cuestión de hablar con ella y...

–¿De verdad quieres que ella recuerde? ¿Enserio Lucas?


Lucas miró a Juan como si estuviera loco. ¡Claro que quería que ella recordase! ¡Ella debía recordar!

Juan prosiguió –Lucas. Si vieras su mirada...ella estaba feliz. Ningún recuerdo tormentoso de su pasado. Ningún pensamiento depresivo, ninguna carga emocional. Ella simplemente era feliz. Y libre. Ella merece esto, Lucas, ella se lo merece.

–Qué me estás queriendo decir....

–Quiero que no la ayudes a recordar. Quiero...que dejes que nos olvide. A todos.

Lucas ni lo consideró, vio cómo de nuevo la rabia iba apoderándose de su mente. ¡No!

–Tú estás loco. ¡Ella debe olvidarte a ti! Pero no a mí ¡Yo la amo! ¡Yo la quiero!

–Si tanto la quieres, demuéstraselo. Déjala ser feliz.

–¿Dejando que ella viva en el olvido? ¿Cómo cojones es mejor eso? – preguntó Lucas alterado. No podía creer lo que estaba oyendo de la boca de Juan.

–Ella vivirá en el olvido de su dolor. Y eso le permitirá ser feliz. Borrón y cuenta nueva, donde no estemos todos que hayamos formado parte de su dolor. Ni sus padres, ni esos amigos que siempre hicieron burla de ella, ni tú, ni yo. Nadie

– Estás mal de la cabeza.

–Lucas. Vamos a hacer algo. Vete al hospital y mírala a los ojos. Si ella te recuerda, entonces ganas tú. Pero si no te recuerda, obsérvala, mira bien cómo es la nueva Carmen. Y entonces me entenderás.

–Vete al infierno. Me voy a ver a Carmen.

Lucas empujó a Juan y salió como alma que se lleva al diablo. Iba a ver a su Carmen. Ella lo iba a recordar y seguro que tendrán una oportunidad, pensamiento que perduró en la mente de Lucas durante todo el viaje.

Las manos de Lucas estaban cubierta de sudor, todo él estaba empapado de sudor. La impaciencia dominaba sus movimientos, volviéndolos torpes y nerviosos. Se calmó un rato antes de entrar en la habitación de Carmen y ya creyendo estar controlado, entró.

Ella estaba examinando sus dedos, con un cántico saliendo de su boca sin letras, simplemente una melodía suave. Ella tenía una voz hermosa, Lucas siempre le decía que debería tomar clases de canto, podría tener una carrera, pero Carmen nunca dio oportunidad a su talento, y prefirió limitarlo a cantos caseros. Al verle se detuvo. Lucas al principio casi corre hacia a ella, pero se detuvo al ver la mirada de ella. Tranquila, pero confusa. Como si intentase entender quién era él. No lo reconocía.

–Carmen...

–¿Sí? – respondió sonriendo de forma tímida– ¿Usted es...?

Lucas sintió su corazón romperse en dos, toda la luz de su vida volvió a apagarse y se vio sumergido en la oscuridad. La esperanza nacida volvió a morir de nuevo. Ella no lo recordaba.

Era cierto, perdió la memoria.

–Carmen...¿No...me recuerdas?

Carmen lo miró de arriba a abajo y sonrió tristemente.

–Lo siento. Es que yo al parecer perdí la memoria. No recuerdo a nadie.

Lucas se acercó s a ella y se sentó en el lado derecho de su cama. Quiso tocar su rostro, pero temía asustarla. Ahora era desconocido para ella. Ella no se acordaba que él conocía cada centímetro de su cuerpo, la fragancia exacta de su piel, los miles de sabores que transmitían sus suaves labios...

–¿Es usted otro amigo mío? O...


Obsérvala, mira bien cómo es la nueva Carmen.

Lucas la observó. Ella estaba distinta ahora. Todo de ella era pura tranquilidad, y una felicidad ingenua. Ni siquiera cuando estaban juntos podía él ver en ella esa paz interior. Siempre arrastraba consigo una sombra de su pasado, de los recuerdos tristes y momentos que siempre intentó olvidar pero no pudo. Ahora por fin pudo desprenderse de ellos, ya no tenía esa carga que no le permitía del todo avanzar. Ella estaba libre, tal y como dijo Juan.

Si la quieres, demuéstraselo. Déjala ser feliz.

Era lo que más deseaba. Entregaría su alma con tal de que esa felicidad radiante de su rostro jamás desapareciera. Su Carmen se lo merecía.

Quiero...que dejes que nos olvide. A todos.

Pero es tan difícil, es como permitir que te arranquen el alma. Él quería recuperar a Carmen, pero si eso conllevaba a que ella volviera al agujero negro de recuerdos dolorosos de los cuales intentó escapar suicidándose, Dios era testigo de que antes se cortaría la manos. Su amor por ella superaba el egoísmo propio. Su felicidad era superior a la de él. Ella estaba antes que él.

Carmen seguía esperando una respuesta de él, y Lucas se la dio:





–Soy...simplemente un conocido.

Mi última carta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora