Hasta que...

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Hasta que escuché a alguien pronunciando mi nombre. Era Lucas. Cuando vi que él me había seguido, me cabreé. ¿Por qué lo hizo? ¿ Para verme llorar? ¿Para burlarse de mí? Le grité y le exigí que se largara; estaba cabreada. No, a estas alturas estaba furiosa, con él, con el mundo entero. Estaba harta de todo y de todos. Al ver que no se iba, me puse a empujarle. (Ahora que me acuerdo de esta situación, me parece cómica). Ya cansada de suplicarle de que se vaya, tapé mi cara con las manos; al menos así no me vería llorar. Sentía tanta vergüenza, tanta rabia... ¿Por qué él me siguió? ¿Por qué no me dejó sobrellevarlo sola? Él intentó alejar las manos de mi rostro para que le mirase, pero me rehusaba. Me estaba diciendo algo, quizás me quería calmar, pero no entendía nada ya que no le prestaba atención. Solo quería que se vaya.

Al final él me quitó las manos del rostro a fuerza y me abrazó fuerte para evitar que yo intentase alejarme. Pero yo necesitaba tanto un abrazo, tanto un apoyo, que no me opuse y comencé a llorar de nuevo en su hombro. Sé que esta actitud es de noñas, pero no podía, mejor dicho, no quería detenerme. Estaba cansada de hacerme la dura, a la que no le tocan las burlas y miradas despreciadas de la gente. Quería a alguien abrazándome, aunque fuese por lástima. Ya me daba igual el motivo.  No quería que me soltara, dejar de sentirle a través de mi piel, de percibir su aroma que tan loca me volvía. No quería dejar de sentir la fuerza que ejercía sobre mí y que me sostenía en ese mismo lugar... Mientras estábamos abrazados, él me susurró al oído que se alegraba de saber que estaba enamorada de él porque él también estaba enamorado de mí, sólo que no me lo dijo porque temía que yo no le correspondiera, ya que según él, era muy dura. Sí, era dura, porque la vida me enseñó que si eres blanda, te machacan. Me aparté de él y le miré a los ojos. ¿Será verdad? ¿Él podía sentir algo por mí? Se puede fingir una amistad, pero amor, ¿para qué?

Cuando oí de su boca las palabras "Yo también amo" en ese instante sentí como si mi corazón saltase de alegría. Al principio no pude dar a crédito sus palabras: ¿Cómo un chico como él podía fijarse en una chica tan simple como yo?¿ Qué tenía yo que no tenía Clara, Sandra, Sheila y todas esas pijas que parecían modelos sacadas de las revistas DIVA, VOGUE?

Pero cuando Lucas me besó de la nada, la certitud en sus palabras me derrumbaron. A través de ese beso  pude acariciar todo el amor que él me guardó. Me besó con dulzura, demostrándome todo el cariño que sentía por mi. Sus labios eran más suaves que el algodón y mientras cubrían los míos, me sentí flotar. Es como si me hubiera desconectado del mundo y solo estuviéramos nosotros dos. Mis problemas, mi familia, el colegio, mis poemas, todo se esfumó. ¡Ah! Mi primer beso. Nunca lo olvidé y nunca lo olvidaré. Lo sigo recordando como si fuese ayer.

Después de reconfortarme y que él con sus besos suaves secase mis lágrimas, le pedí que volviéramos al colegio. Teniendo a Lucas ya nada me importaba. Él estaba a mi lado todo el rato y vi cómo las personas que al principio se burlaron de mí ahora me miraban con asombro. Lo que resultó como un golpe al principio acabó siendo un regalo. Descubrí que Lucas me quería, y por eso reviviría la agonía mil veces.

Después de lo ocurrido cerca del árbol, Lucas y yo comenzamos a salir. Era muy feliz porque sentía en cada instante que nuestro amor crecía más y más. Sus amigos ya no se metían conmigo  y las chicas, bueno, se tragaban sus celos. Lucas dejó la posición muy clara a su pandilla: quien se metía conmigo, se metía con él. Gracias a esta relación, aunque yo no lo hubiera buscado, me gané más atención y respeto de la gente. Las chicas comenzaron a acercarse, me hice alguna que otra amistad; por parte de los chicos, me llevaba bien básicamente con las amistades de Lucas. Había uno llamado Ricky, ¡qué payaso! Siempre tenía algún chiste entre la lengua. La vida me mostraba su otra cara y por primera vez era realmente feliz. Cuando llegaba a casa ignoraba el mal humor de mi padre y la inevitable decadencia de mi madre. Ver cómo se destruyen lentamente me pinchaba como una aguja todo el rato, pero no podía hacer nada al respecto. Si ellos decidieron acabar con un posible mejor futuro, yo no iba a sumarme a esa cena familiar. Yo tenía posibilidad de salir de este hoyo negro y comenzar de nuevo. Yo iba a construir un futuro mejor.

Volviendo a mi vida colegial, un tiempo después, Juan, un amigo de Lucas, comenzó a molestarme. Era un muchacho rubio, muy guapo y apuesto. Era uno de los mejores en su clase pero además era el más popular del colegio. Mitad del colegio moría por él, ignorando su pésimo carácter y su aire suficiencia. Según él, ni una lesbiana se resistiría a él si él se propusiese a conquistarla. No sé en qué momento me metí por sus ojos. Empezó enviándome cartitas con piropos a escondidas de Lucas y al cabo de un tiempo cada vez que estaba sola, él se acercaba a mí y siempre me insinuaba que yo le gustaba y que quería "pasarlo bien conmigo". Según él, "Lucas no tenía por qué enterarse". Yo sabía que era sólo un juego suyo, porque tenía fama de ser mujeriego, por lo que simplemente me limité a ignorarlo y no contarle nada a Lucas. Ya se le pasará al ver que lo único que obtendrá de mi es puro ignoro, al menos así pensé yo.

Pero lo que no sabía era que su capricho iba a ir más allá de piropos e insinuaciones...





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HOLA :D :D

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Muchas gracias por leer y hasta la próxima.


† Kris Wayland †

Mi última carta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora