Capítulo 13: Julieta.

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¿Les ha pasado que de un minisegundo a otro quieres que tus sentimientos hacia otra persona cambien total y completamente? A mi sí.

De hecho, me estaba sucediendo.

Adam llevaba un delantal con una hamburguesa en el medio, mientras que la otra chica tenía el mismo delantal, a diferencia que él llevaba puesto unos jeans y ella por ser una zorra una provocativa falda corta.

Él la abrazaba, como si fuera su mujer de toda la vida, mientras yo estaba a un lado hirviendo de celos y repugnancia. Me sentía victimizada ante las falsas promesas y mentiras de éste don Juan que como dice el dicho; perro viejo nunca pierde sus mañas.

Mientras estaba debatiéndome entre ir y no ir, opté por pedir una hamburguesa aunque estuviera en contra de mi dieta alimenticia. Sería atendida por Adam y moría por ver su poker face al cacharlo con las manos en la masa.

Me acerqué a la caja registradora en donde se encontraba Adam de espaldas abrazando a la chica.

–Buenas, me da un granjero feliz – hablé mirando el menú.

Adam se volteó soltando un grito ahogado entre felicidad y impresión siendo la primera vez desde que lo conocía. ¡Sin vergüenza!

–¿Elena? – preguntó impresionado mientras de un tiro se quitó el delantal y soltó a la chica.

–Veo que te diviertes.

–¿Por qué lo dices? – preguntó extrañado y a punto de abrazarme pero yo fui más rápida intuyendo su movimiento y me moví lejos de su alcance.

–Sólo dame la maldita cosa – gruñí refiriéndome a la hamburguesa.

Con cara de confusión, anotó el pedido en un papel y me lo entregó.

–Mesa dos.

–¿Cuánto es? – pregunté desesperada.

–No es nada, no permitiré que pagues esto.

–¿A cambio de?

–Una explicación.

Refunfuñando dejé los seis dólares en la mesa mientras que me dirigí a la mesa dos.

Usé mi teléfono fingiendo gran ocupación y concentración en él.
¿Una explicación, en serio? ¿Qué diablos tienen los hombres en la cabeza?

Nada, probablemente los hombres nunca tendrían ese sexto sentido que nos identifican como mujeres; y ese era el razonamiento ante las emociones encontradas por los demás.

Por el rabillo del ojo noté a Adam quien se acercaba con una bandeja con la comida que había ordenado, y yo me hice la que no lo vi.

–Aquí está su orden, señora.

¿Primero era niñata y ahora soy señora?

–Correcto, niñata – replicó a mis pensamientos dichos en voz alta.

Tenía que aprender a controlar mis pensamientos.

Se sentó a mi lado dejando el delantal de un lado, se estaba sentando para quedarse.

–Puedes dejarme sola.

–¿Por qué carajos haría eso? – preguntó algo impaciente.

–Vete.

La mandíbula de Adam se tensó ligeramente.

–No pienso moverme de aquí hasta que me respondas, y tengo todo el día – amenazó.

–¡Estas fastidiandome! Tendré que hablar con tu gerente.

–Si tan sólo fueras capaz – escupió.

MI PERFECTO DESASTREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora