Capítulo 15

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Desperté alterada. Mis sueños habían sido inquietos y llenos de un extraño presentimiento. No descansé para nada. Me vi en el espejo y comprobé la falta de sueño. Me veía demacrada, con medias lunas azules debajo de mis ojos y los pelos todos enredados.
Fatal.
Me vestí con lo primero que encontré y salí de la habitación esperando encontrar a Sam pero para variar, la suerte no estaba de mi lado.
En la cocina había un grupo de hombres. Todos enormes y muy fornidos discutiendo sobre algún partido del que no tenía idea. Al escucharme, todos voltearon su mirada. Me escudriñaron de pies a cabeza y me dedicaron miradas intensas antes de seguir con su conversación, ignorándome. Me preparé un cereal y decidí salir al jardín. Deseaba sentir la adrenalina correr por mi cuerpo de nuevo, sentirme libre.

Llegué al jardín que estaba solitario y con el sol brillando. Inhalé profundo y me concentré en cambiar de forma.

-Amanda-alguien gritó a mis espaldas.

Me giré para ver quién era y me encontré a uno de los hombres que me había acompañado al jardín la primera vez.

-No puedes estar aquí afuera-lo miré con el ceño fruncido-son órdenes de Sam-terminó apenado, como pidiendo perdón.

Mi ceño de frunció el doble.

-Ayer me dijo que podría hacerlo cuando quiera-respondí desafiante-y justo ahora, quiero hacerlo.

El hombre se llevó la mano a la nuca y la rascó. Claramente lo estaba poniendo en una situación incómoda. Si, era egoísta, pero era lo único que podía hacer para distraerme y no iba a permitir que me prohibieran eso también.

-Pues esas son las órdenes que se me han dado. Por favor-me miró suplicante-no hagas esto más difícil.

-Lo siento-susurré. El hombre frunció las cejas al escuchar esas palabras. Yo, por mi parte, puse toda mi concentración en el cambio de forma. Y así me transformé frente a él en cuestión de segundos para salir corriendo sin mirar atrás, ignorando sus gritos pidiendo que regresara.

(***)
Llevaba corriendo por lo menos una hora. No quería parar, me sentía extasiada. Amaba el sentimiento de la tierra en mis patas o el de la brisa rozando mi pelaje. Era poderosa. Tenía en la mira un pequeño mapache cuando de repente lo sentí.
Una especie de fuego llenó mi cuerpo, mandando descargas eléctricas a todas mis terminaciones nerviosas. Sentí algo que no podía describir, como una inmensa añoranza que se estableció en mi pecho. Seguí mi instinto hacia dónde fuera que me estuviera llevando. Con cada paso que daba, me corazón latía con más y más fuerza. De pronto, me llegó el olor. Invadió mis fosas nasales y recorrió todo mi cuerpo; era un olor delicioso, un olor al que no podía resistirme. Continué buscando el origen que aquél olor y esto me llevó s un pequeño claro en el bosque. Me acerqué lentamente y por entre los árboles logré divisarlo. Otro lobo. Era hermoso. Negro como el carbón, grande y musculoso y con unos ojos azules intensos, como el mar. Y me estaba viendo. Fijamente.

Todo mi cuerpo gritaba que debía acercarme, me pedís estar más cerca de aquél misterioso lobo. Solo una parte de mi subconsciente me hablaba de peligro, pero decidí ignorarla. Me acerqué muy lentamente y con la cabeza gacha. Sentía su penetrante mirada en mí.

Cuando estuvimos frente a frente, le devolví la mirada. Todo mi cuerpo e instinto gritaban que debía estar con él, su olor me embriagaba y era como si mi corazón se fuera a salir de mi pecho. Me sostuvo la mirada unos segundos para después dar la vuelta y marcharse. Dejándome ahí sola en el bosque a punto de anochecer llena de dudas e incertidumbres.

Tomada por la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora