Capítulo 28

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Estaba decidido. Esa noche daría la última parte de Sam. Ya era hora, la última vez que lo había visto fue hace aproximadamente dos meses y yo ya estaba lista para dejarlo ir.

Pero antes...

Tenía que pasar al doctor. Hacía semanas que me sentía mareada, hambrienta y con unos cólicos que me estaban matando. No le había dicho nada a nadie, pero estaba casi segura de que estaba embarazada.

Pero no podía ir a la manada, seguramente se verían obligados a reportar a Lucian y no quería ponerlos en alguna situación incómoda. Por esto, decidí ir a un hospital de humanos. Cuando llegué al hospital, aquél olor tan característico me recibió provocando una oleada de nauseas. No sólo quería saber si en efecto estaba embarazada (lo cual era casi un hecho), sino el tiempo que llevaba. Verán, si mi bebé llevaba dos meses o menos creciendo dentro de mí, era de Lucian indudablemente. Pero si llevaba más...bueno, en ese caso sería de Sam.

Vaya Amanda, ¿quién diría que no sabes quién es el padre de tu bebé? Eres una desgracia, ni pensar en lo que diría tu madre.

Lo sé. Me sentía una auténtica gran puta en este momento. Pero fuera de quién fuera, estaba segura que amaría a ese bebé.

(**)
En cuanto salí del hospital, me dirigí a la casa para cocinar algo. Estaba pensando en preparar una cena romántica o algo así. Quería que esta noche fuera especial. Decidí hacer lasaña; era prácticamente lo único que sabía hacer además del cereal. Me puse manos a la obra, cantando y bailando a mi propio ritmo mientras preparaba la comida en esa cocina tan moderna y espaciosa. Cuando me di la vuelta, me encontré con Lucian recargado sobre la barra observándome. Tenía una sonrisa en el rostro. Y no una sonrisa pervertida, sino una tierna y llena de cariño. Me acerqué a él poniendo la barra entre nosotros.

-¿Y tú que andas viendo, eh?- pregunté agitando la pala que traía en la mano.

-Oh nada, sólo a la mujer más hermosa de todas.

Me torné roja al instante.

-Anda ven, dame un beso. Hoy fue un día bastante atareado.

-Consíguelo- respondí en un tono sugestivo. Casi al instante, tomó posición de caza, listo para salir corriendo- atrápame.

Y entonces él salió corriendo hacia la izquierda y yo a la derecha, rodeando la barra. Lucian era fuerte y muy rápido, pero la barra, mi fiel amiga, evitó que me atrapara.

Sonreí con malicia.

-¿Es lo mejor que puedes hacer?- pregunté

-Oh nena, no te imaginas.

Su respuesta hizo que la adrenalina corriera por mis venas y salí corriendo hacia el comedor donde logré posicionarme detrás de la mesa. Justo cuando el salió disparado de nuevo...

Me rompí.

Sentí como si una parte de mí se hiciera pedazos. Crack. Así sin más. Mis piernas, fueron incapaces de sostenerme y me derrumbé contra el duro suelo. Todo mi cuerpo empezó a temblar y entonces lo supe, estaba muerto.

Sam estaba muerto.

Lo podía sentir. La marca, comenzó a arder en mi hombro hasta desaparecer por completo dejando una finísima cicatriz.

Lucian me tomó en sus brazos haciendo que lo mirara a los ojos. Estaban llenos de duda, de curiosidad y de tristeza. Sabía cuando odiaba verme así, sufriendo. Pero entonces, miró mi hombro y sus ojos cambiaron. Ya no tenían duda, pero la tristeza seguía ahí. Me abrazó contra su pecho y acarició mi espalda.

-Lo siento tanto, Amanda. De verdad lo siento.

(**)
No supe cuánto tiempo habíamos estado así, abrazados. Yo llorando y él estrechándome en sus brazos. Pero ahora estábamos de camino a casa de Sam. No sabía ni cómo ni cuándo pero estaba ahora estaba en el auto de Lucian. Nadie decía nada se había extendido una especie de silencio incómodo entre nosotros.

-Gracias- fue la única palabra que logré decir.

-Yo sé lo que él significaba para ti, Amanda. No me gusta, pero es así. Y sabes que yo haría lo que fuera para no verte así.

-¿Sabes? Hoy planeaba dejar que me marcaras- noté como se tensó junto a mí- al parecer ya no es necesario.-solté un risa triste.

Hoy planeaba dejarlo ir, olvidarlo. Vaya coincidencia.

El resto del trayecto transcurrió en silencio. Cuando estacionó el coche en frente de la mansión, pude sentir que mi corazón bajaba a mi estómago.

Todo lo que viví ahí parecía ahora lejano y extraño. Bajé del coche y me adentré a la mansión, me abrí paso por entre la gente que supuse que era la manada que nunca conocí. Todos tenían plantado odio en sus miradas. Me estaban mirando mal a mí, como si de alguna manera yo tuviera la culpa. De pronto, lo vi. Afuera, en el jardín, estaba Sam. Tumbado en una pila de leña. Corrí hacia el jardín y me quedé pasmada al verlo. Su semblante de veía calmado, en paz. Su pelo, estaba todo enredado y caía sobre su frente. Y sus ojos, sus ojos estaban cerrados y sus largas pestañas tocaban los pómulos. Quería que abriera los ojos, poder verlo una última vez y decirle...

Decirle que no podía irse. Que tenía a un hijo a quien conocer. A nuestro hijo.

Al parecer, había dicho todo eso en voz alta porque pude percibir a Lucian, que había tomado un lugar alejado pero dentro de mi campo visual, abrir los ojos como platos. No me importaba, no era un secreto, planeaba decírselo también esa noche.

No me me di cuanta que estaba derramando lágrimas hasta que sentí el salado sabor. Quería ver aquellos ojos amarillos una última vez. Pero no podía. Sam estaba muerto y el último recuerdo que tendía de él, sería aquella triste mirada que me dedicó antes de salir de mi vida.

Sentí una mano sobre mi hombro y me volteé exaltada. En cuanto lo vi, supe que era su padre. Tenía los mismos ojos amarillos, pero se veían cansados y viejos.

-Tú debes ser Amanda- dijo con una voz suave.- ¿sabes? Pensó en ti hasta el último momento.

Justo cuando pensé que no diría nada más, comenzó de nuevo.

"Cuando te dejó, volvió con un deseo suicida. Salía a todas las misiones solo, sin nadie que lo acompañara. Parecía que quería morir. Decía que le daba igual si moría o no, que de todas maneras ya estaba muerto. Al parecer, su vida perdió el sentido cuando él te perdió a ti.

Eso fue la gota que derramó el vaso. La última parte que me mantenía junta se rompió. Me golpeó como un tren. Sam había hecho todo esto a propósito, quería morir. Lo odié a él y me odié a mí. Todo daba vueltas a mi alrededor. Tomé su mano una última vez y la entrelacé con la mía.

Prometo cuidar a nuestro hijo, Sam. Adiós.

Eso fue lo último que atravesó mi cabeza antes de que los brazos de Lucian me arrancaran y me alejaran de su lado. En ese momento, prendieron fuego a la leña. Las llamas, abrazaron el cuerpo de Sam, haciéndolo suyo; llevándoselo con ellas. Y yo solo me quedé ahí, viendo a las llamas danzar.

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¡Ahhhhhhh! Odié este capítulo, en serio. Es lo más triste de la vida 😩

Gracias por sus votos y comentarios, las quiero.

Estoy muy triste para escudriñar algo más, así que adiós.

Tomada por la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora