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La blanca nieve caía de forma lenta y suave. Hacía frío, pero no había mucho viento. Estaba acostumbrándome a otro estilo de vida, uno que ya había experimentado en el pasado.

Estaba viva otra vez, pero no era algo para festejar. Era para preocuparse. Y el hecho de no haber visto a ningún cazador desde que volvimos a la ciudad, me hacía preocuparme aún más.

―No hay nada. Deberíamos irnos.

Levanté la mirada para encontrarme con los ojos de Matt.

―¿Seguro?

Habíamos decidido salir a recorrer a las afueras de la ciudad. Había un mirador abandonado. Ya no giraba, pero tanta era la suerte que teníamos, que el aparato había dejado de moverse justo cuando apuntaba a las colinas, en específico, a la zona en la que nos reuníamos.

―Sí. Estar aquí ya no me hace gracia.

Pensamos que veríamos un cazador o que al menos veríamos algo raro. Pero no vimos nada más que nieve cayendo. Era invierno, y el clima le daba un tono gris a la ciudad.

―Vamos ―le dije.

Caminamos un poco hasta tomar un taxi.

Jacob fue muy generoso al permitirnos quedar en su casa. Irene nos esperaba ahí.

Durante los cinco días que pasaron desde el evento con los cazadores, habíamos permanecido casi escondidos en casa de Jacob, con ventanas y puerta cerradas con mucha seguridad. Odiaba el hecho de tener que esconderme, pero Irene estaba mal, y teníamos que cuidarla. Ella había sido la más afectada.

―Pensé que nunca volverían ―bromeó Irene cuando nos vio entrar.

Dejé la llave sobre el televisor. Jacob me dijo que siempre la dejaba escondida bajo una maseta en la parte de afuera, así pudimos entrar el primer día, y así debíamos dejarla cada vez que saliéramos.

―¿Cómo sigues? ―preguntó Matt.

―Bueno... ¿Qué te puedo decir? Ya no siento el esqueleto roto. No todo,

Nos reímos.

―¿Has sabido de Jacob? ―me preguntó.

Vacilé antes de responder.

―No.

Jacob había tenido que quedarse por lo del dinero del premio. Había un problema y debían solucionarlo. Me costó trabajo convencerlo de que se quedara. Sabía que él necesitaba el dinero, pero él quería asegurarse de que llegáramos a salvo. Finalmente se terminó quedando.

―Deberías llamarlo. No sabemos por cuánto tiempo podremos quedarnos aquí.

―Él dijo que no importaba.

El día que regresamos, Jacob llamó y pidió que no me moviera de aquí. Que me quedara hasta que él llegara. A Matt e Irene les dije que podíamos quedarnos lo necesario.

―Bueno ―intervino Matt―. No vamos a discutir eso ahora. Hay cosas en las qué pensar.

Luego de la extraña muerte de Brent, nos preguntamos si cuando nosotros muriéramos sería igual.

―Como en que necesitamos comida ―mencionó Irene.

―Yo iré ―les dije.

―Te acompaño.

―No. No es necesario. Es aquí cerca. Además no vamos a dejar sola a Irene otra vez.

―Gracias por eso, hermana. Pensé que me olvidarían.

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora