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Íbamos llegando al apartamento cuando vimos como el cielo se oscurecía. En realidad, era una sombra extendiéndose en el espacio superior frente a nosotros.

―¿Qué es eso? ―preguntó Jacob, deteniéndose, sin apartar la vista. Me detuve a su lado.

―Es...

Antes de que terminara de hablar, la sombra -o lo que fuera- se succionó desde el centro y desapareció.

―Vamos ―demandó él apresurando el paso.

La mancha había estado sobre el apartamento, si mis cálculos no estaban mal.

La camiseta de Jacob se ajustaba a su espalda mientras caminaba. Sus brazos estaban tan bien. Seguí bajando la mirada hasta su... tropezar con algo y volver la mente a lo que realmente importaba.

―Espera aquí ―ordenó cuando llegamos a la casa.

―No voy a quedarme aquí ―gruñí. Estaba con los nervios alterados y él no ayudaba.

―Hazlo ―repitió y se adentró al apartamento.

No le hice caso y me metí yo también, chocando contra su espalda. Levanté la mirada y observé que Jacob permanecía quieto. Me hice a un lado y pude notar su desconcierto: todo estaba en orden, incluso, más limpio y ordenado que antes.

―Voy a...

Jacob se metió a su habitación, volteó y me miró. No necesitaba decirlo, yo entendía. Estaba igual que la sala.

―Algo no está bien ―dijo él en voz baja, pero lo alcancé a escuchar.

Me di la vuelta, mirando la puerta, que estaba como nunca hubiera sido forzada ni nada.

Sobre la mesa, había una rosa color melón, con una pequeña nota. Eso llamó mi atención.

La rosa estaba fresca y tenía espinas en el tallo, las cuales por desgracia enterré en mi mano derecha al tomarla. Vi mi sangre salir lentamente, se sentía extraña la sensación.

La nota decía:

Al igual que la rosa,

El alma se marchita.

Que no te tome por sorpresa,

Si los pétalos de la rosa se secan de una vez.

-Amber

¿Cómo podía estar firmada por mí? ¿Era esto un juego? ¿Qué pretendían? Era obvio que esto era obra de los cazadores.

Jacob salió, sentí sus pisadas. Escondí la nota.

―¿Y eso? ―preguntó, cuando vio la flor.

―No lo sé ―respondí―. Estaba ahí.

Jacob meditó.

―Déjame ver. ―Tomó mi mano y vio la sangre―. Ven.

Con ayuda del pequeño botiquín del baño, Jacob curó mi mano y puso una venda alrededor de ella. Me pareció algo exagerado, pero eso no pareció importarle.

―Ya está ―dijo. Levantó la mirada, conectando con la mía―. ¿Crees que estuvieron aquí?

―Estoy segura de eso.

―¿Crees que ella...?

―Sí. También estuvo aquí. Y la rosa la dejaron ellos.

―¿Para asustarte? ―Jacob sacudió la cabeza y se corrigió―: ¿Para asustarnos?

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora