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―Corre ―susurró Jacob.

Negué con la cabeza.

La puerta estaba en el suelo, y un aire frío me recorría los huesos. Esperábamos que entraran, pero nadie se hacía presente.

―¿Qué pasó? ―dijo Matt apresurándose a nuestro lado.

Anna también salió.

―¿Jacob? ¿Qué sucede? ―le preguntó. Jacob tomó su mano.

Los cuatro nos quedamos de pie, mirando la puerta. Del otro lado parecía que la ciudad se hubiese quedado a oscuras, no veíamos nada de nada.

―Matt, no, Mat... ―traté de detenerlo pero fue inútil. Jacob lo siguió y entre los dos levantaron la puerta y pusieron una de las repisas detrás.

Anna estaba mirándome, pero fingí no notarlo.

―¿Son ellos? ―me preguntó.

Asentí.

―¿Qué quieren ahora?

―Lo que han querido siempre ―le dije―: A nosotros.

―Y si los quieren a ustedes, ¿por qué no los han matado cuando han tenido la oportunidad?

La miré con el ceño fruncido. Lo que decía sonaba feo, pero analizándolo más a fondo, era verdad. Habían podido matarnos uno por uno, pero no lo hacían, nos tenían dando vueltas en lo que parecía un circulo sin fin, a la espera de un golpe final que no llegaba.

Cuando miré a Matt, él tenía una expresión seria. Tal vez las palabras de Anna lo pusieron a sacar también sus propias conclusiones.

―Tendremos que irnos ―dijo.

―¿A dónde? ―pregunté.

―No lo sé, pero sí pudieron hacer esto, pronto podrán venir y entrar.

La casa de Jacob y la de Anna ya no eran opciones considerables.

―Quizás si salimos de la ciudad ―mencionó Anna.

Mientras los tres discutían sobre los posibles sitios a los que podríamos ir para ocultarnos por un rato, me escabullí hasta una habitación para no escucharlos.

Necesitaba respirar un poco y pensar, y salir no era buena idea. Me di la vuelta en el cuarto oscuro, tanteando en la pared buscando un interruptor. Cuando la luz se encendió cerré la puerta con mucho cuidado de no llamar la atención.

Al darme la vuelta, vi dibujos en las paredes, pero ya no me llamaban la atención. Lo que sí atraía mi visión, era el libro gordo al pie de la pared donde estaba el dibujo de un ángel más grande con un arco dorado en las manos.

Me acerqué y lo tomé, sentándome en suelo con la espalda pegada a la pared y el libro sobre mis piernas.

Desempolvé un poco la pasta, viendo mejor el color café oscuro, casi negro, con relieve por todos lados. Un broche oxidado, que un principio debió ser amarillo o dorado, sería la seguridad que necesitaría de una llave para poder abrir las páginas y ver el contenido... Pero el broche estaba roto, como si el libro se hubiese abierto de golpe.

Al abrirlo, de inmediato las palabras "Ángel" y "Amor" se llevaron mi atención. Estas dos palabras tenían un tamaño más grande que las demás, y se repetían por toda la primera página.

El libro tenía una cinta separadora de páginas de color azul, me ubiqué donde había estado. El título decía: "Ángeles Guardianes sobre la tierra."

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora