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Abrí los ojos en un lugar con poca luz. Me costó un poco ponerme en pie ya que me sentía desorientada al no haber tocado suelo firme por lo que parecieron horas.

Arrimándome a una pared de piedra fría fui parándome poco a poco, notando que estaba sola.

―¿Matt? ―pregunté, escuchando el eco de mi voz aunque no había hablado tan fuerte―. ¿Sandy? ―Eco de nuevo.

Empecé a caminar apoyándome en la pared como guía y sabiendo, de algún modo, que no estaba segura. Los cazadores podían estar en cualquier lado. De hecho, podía imaginar, mientras caminaba, que salían de la nada y me saltaban encima y luego empezaban a reírse para luego desaparecer nuevamente. Podía pasar...

―¿Matt? ―volví a llamar. No hubo respuesta.

Llegué al final de la pared, o bueno, la esquina, ya que había otra pared. Me di la vuelta y regresé por el mismo camino, yendo esta vez por el otro lado de donde había aterrizado por así decirlo. Nada. Otra vez una esquina. Parecía estar en una caja. Empecé a respirar entrecortadamente presa de una claustrofobia repentina, o era la ansiedad de no saber dónde estaban los demás. ¿Dónde estaba Jacob?

―¿Jacob? ―llamé, a punto de ser presa de las lágrimas. Cada segundo que pasaba sin escuchar nada más que mi propia voz y mi respiración me acercaban más al límite de la desesperación.

Analicé lo que había ocurrido antes de ir a ese lugar y sabía que no podían matarme, no aún. Enumeré las razones por las que estaría viva y los demás igual. Ellos necesitaban al ángel, y ese podía ser yo, o Matt, o incluso Sandy... ¿No? No había pensado en ella como una opción a última hora.

Me senté en el suelo frío notando algo de arena esparcida y restos de hojas secas. ¿Cómo podía haber hojas en un lugar así? Desde mi punto de vista parecía imposible que un árbol pudiera crecer en esas condiciones.

Traté de mantener el control de mi respiración ahora que la había dominado nuevamente y comencé a desechar los pensamientos que me aterraban de estar ahí encerrada.

Sin embargo, distraer la mente tiene sus desventajas, ya que me hizo propensa a recordar cómo Jacob se había abalanzado hacia Anna con una mirada y actitud protectora. Él estaba tratando de cuidarla, mientras yo estaba frente a él y ni siquiera me miró.

Recordé también el beso que nos habíamos dado en el hotel aquella vez, eso debió significar algo. Pude sentirlo. Él aún me amaba. No iba a dejar de hacerlo ahora, ¿o sí? ¿Y si los cazadores habían conseguido ponerlo en mi contra? ¿Por qué no pude encontrar un buen argumento para defenderme de sus acusaciones? ¿Por qué tenía que conocer a Anna?

¿Y si se sentía solo? ¿Y si Anna le estaba dando lo que yo no? Ellos podían tener una vida normal juntos. Yo tendría que irme, así que de todos modos no podría durar tanto el sueño de estar juntos. Dios, estaba siendo egoísta otra vez. Los cazadores tenían razón. Pero no podían culparme de amarlo, de quererlo, de querer salvarlo a él por encima de todo, de asegurar su vida antes que la de cualquiera. Ellos jamás lo entenderían.

Pegué la cabeza contra la pared.

Necesitaba hacerle saber a Jacob que no estaba siendo egoísta, que lo hacía por amor a él. Tendría que entenderlo. No debería juzgarme.

Mi cabeza daba vueltas y estaba entrando de nuevo en desesperación. ¿Dónde estaba Jacob?

Pasaron alrededor de dos horas sin poder salir de ahí, solo me concentraba en mi respiración cerrando los ojos cada vez que sentía que iba a colapsar.

De repente, la pared a la que estaba arrimada empezó a temblar. Me puse de pie de un salto, mirando como loca a todos lados. Me aseguré de que el piso no se movía, solo la pared.

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora