-~ 07 ~-

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Convencida por Jacob tuve que entrar nuevamente al apartamento. El día se había vuelto frío. Bueno, más frío de lo normal. Estaba en la habitación de Jacob, recostada sobre la cama mientras él hacía algo en la cocina. Por media hora no nos habíamos dicho nada. No creía que fuera necesario, y en el caso de que hablara ¿qué diría?

―Amber ―dijo Jacob entrando al cuarto, me levanté sobre mis codos y me senté―, te traje esto.

―¿Qué es? ―pregunté, mirando la tasa en su mano derecha.

―Chocolate ―respondió, encogiéndose de hombros, como cuando algo es tan simple que no importa.

―¿De dónde...? ―iba a preguntar de dónde había sacado el chocolate, pero mejor me quedé callada.

Jacob me miró con los ojos entrecerrados y con una sonrisa formándose en sus labios.

―Me gané cinco mil dólares ―dijo con algo de emoción―, ahora puedo comprar chocolate.

Había olvidado ese detalle.

―Gracias ―asentí.

Jacob era como un arnés, como un seguro de vida. Cada vez que yo estaba al borde de ocasionar algo que pudiera dañarme, él siempre estaba ahí, cuidándome. Lo amaba, pero esas palabras solo se reproducían en mi mente, fuera de ella, eran mudas.

―Está bueno ―comenté―, pero algo caliente.

―Hace frío ―dijo, y salió de la habitación, cerrando la puerta tras él.

Quería llamarlo, decirle que se quedara. Me pregunté si había dicho algo malo, o si había hecho alguna mueca, pero no recordaba haber cometido nada de eso.

Quizá Jacob estaba dándose cuenta de que era lo mejor, que debíamos separarnos, que estando lejos de él lo ayudaba más. A fin de cuentas, ya había amontado dinero, lo suficiente como para emprender un negocio. ¿No era esa mi misión? Nunca se especificó cómo deberían de quedar las cosas. Yo asumí que debía devolverle todo, pero podía referirse todo a volver a darle el rumbo a su vida nada más.

―Toma ―dijo Jacob entrando de nuevo al cuarto con una bolsa de papel en una mano y una tasa en la otra, asumí que era chocolate también. Metí la mano en la bolsa y saqué un pan―. Es un buen acompañante ―añadió con una sonrisa.

―Gracias. ―No pude evitar sonreír.

Ambos comimos en silencio. El aroma del chocolate inundaba la habitación. Le había quedado muy rico y no me lo quería terminar. Habíamos comida hacía poco, pero el apetito se me había abierto otra vez.

―Y... ¿qué vamos a hacer? ―preguntó de repente.

―¿Hacer de qué? ―No entendí a qué se refería.

―Con... esto que te pasa.

―No entiendo ―dije―. Especifica.

―Te ibas a ir ―dijo, asentí―. Bien, ¿a dónde ibas?

La verdad era que, pensándolo bien, no tenía un lugar específico. Pensaba en vagabundear por las calles y luego esperar a que apareciera un cazador, dejar que me llevara y alejarlo todo lo posible de Jacob. Pero eso no pintaba bien después de todo. Mucho menos ante la mirada curiosa de Jacob.

―No lo sé ―respondí―. Irene me dijo que podría ir a visitarla.

―¿Y dónde vive? ―sorbió un poco del chocolate y luego meneó la cabeza como si no le hubiese convencido la forma en la que salió su pregunta―. Me refiero, ¿dónde hace... su misión?

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora