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Escuchaba lamentos. Una voz desesperada y un toque cuidadoso que recorría mi cuerpo. Me esforcé por abrir los ojos, pero el esfuerzo estuvo de más, porque pude hacerlo como si hubiese estado siempre despierta.

―¿Amber? ¡Oh por Dios! Despertaste... ¿te duele algo? ¿Cómo te sientes? ¿Qué demonios pasó?

Jacob sonaba tan desesperado y hablaba tan rápido que me costaba entender mucho de lo que decía.

Ese acto me hizo sentir feliz. Podría sonar como una mala persona, pero nadie me puede negar lo bien que se siente sentir la preocupación de alguien por nosotros. Más si es la persona que amamos. Lo malo es que por el hecho de ser quien amamos, se nos parte el corazón al ver el sufrimiento en su mirada.

―Estoy bien ―respondí.

Me estaba esforzando para hablar, para mantenerme despierta y para no moverme mucho. Pero como antes, el esfuerzo estaba de más.

Nada me dolía. Por el contrario, me sentí como si hubiese dormido diez horas y hubiese ido al spa. Me sentía bien. Y ese bienestar no combinaba para nada con lo que mi mente decía que me había sucedido.

Jacob me abrazaba, tal vez porque yo no me quejaba de dolor alguno.

―Escuché un grito y cuando salí te vi... Amber...

―Estoy bien ―le dije, moviéndome para poder sentarme.

Por inercia me sujeté la cabeza, pensando que dolería también, pero no. Algo no andaba bien. Me pellizqué el brazo mientras mis ojos estaban cerrados para ver si estaba soñando. Cuando abrí los ojos, la mirada de Jacob decía claramente que tal vez me había golpeado la cabeza y ahora estaba volviéndome loca.

―Es... un... procedimiento médico ―le dije.

Jacob levantó la ceja.

―Como sea ―me dijo y se puso de pie, extendiendo la mano.

La tomé y me levanté.

Jacob negaba con la cabeza como si no encontrara palabras para decir lo que fuera que estuviera pensando.

―Fue uno de ellos ―le dije―. De los que nos persiguen. Un cazador estaba en la habitación y... me arrojó por la ventana.

Jacob se quedó paralizado. Tal vez no debí ser tan directa.

―Oh, Dios, Amber... ¿Y...? ―Recorrió mi cuerpo con sus ojos, tal vez tenía la misma duda que yo: ¿Por qué estaba tan bien parada si había caído del segundo piso de una casa? ―. ¿Y... no estás herida?

―Te digo todo lo que sé, Jacob. ―Y era verdad. Ni yo sabía qué había pasado.

―Vamos adentro, para que... te recuestes un rato y... te repongas. Creo.

Lo seguí hasta el interior de la casa en silencio. Me dejó en el sofá y luego regresó de la cocina con un vaso de agua. Lo bebí todo y me di cuenta de lo sedienta que estaba. Jacob trajo más, terminando el vaso igual de rápido que el primero. Jacob se fue y esta vez volvió con una jarra de agua, más el vaso. Increíblemente hasta para mí, me bebí toda la jarra.

―Tenía algo de sed ―comenté ante la mirada de Jacob.

―Se nota ―dijo él―. ¿Cómo te sientes?

―Bien... supongo.

―Amber, ¿qué pasó exactamente?

Me acomodé en el asiento y le conté lo de los dibujos, que recorrí la habitación y lo que me dijo el cazador antes de lanzarme por la ventana.

Destino Condenado [AOC #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora