Capitulo 4 Kerisal

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Dejamos atrás las montañas afiladas que se elevan en la ciudad rojiza, caminamos paralelamente a un desfiladero, la marea golpeó con brutalidad la roca caliza, el viento golpeaba las marchitas copas de los escasos árboles. Unas rocas se desprendieron de l barranco y cayeron al mar. Las rocas cobrizas desprenden fragmentos a cada golpe. En esta zona aumentaba la calima rojiza. Nos acercamos a unos arbustos secos y un conjunto de troncos tras unas rocas que parecía un buen escondite, quizás uno de los pocos sitios en los que no nos verían en campo abierto.

–Acampemos aquí, estoy cansada- Propone Dara sentándose en una roca lisa del suelo. El cielo torna a colores violetas y naranjas haciendo que el desfiladero pareciese un lugar mágico. Ivy se sienta en la tierra rojiza, Leyxa se sienta en la misma roca alargada y lisa en la que está Dara, a uno o dos metros de Ivy.

. –Tengo hambre, no he comido nada desde esta mañana- refunfuño malhumorada, cruzando los brazos negándome a sentarme.

-Siento no haber comprado la comida...- se disculpó Leyxa mordiéndose levemente el labio inferior, Dara se acomoda tumbada de lado, apoyando su cabeza en sus brazos.

–No pudiste, gracias a ella.- señalé con la mirada a Ivy, ella estaba sentada rígida, con las piernas cruzadas. Apretó los labios y bajó la mirada avergonzada, se tocaba los dedos maniatados detrás de su espalda.

-Yo no pedí ser vuestra prisionera- responde Ivy con el mismo tono desenfadado.

-¿Prefieres que te matemos?- añadí con sarcasmo, Leyxa nos miraba con gesto de desaprobación y se concentró en Dara para variar.

–No puedes conmigo, nadie puede- se atrevió a gruñirme Ivy, poniéndome a prueba. Me acerqué a ella mirándola desde arriba con gesto asqueado.

-Chicas, por favor- Leyxa se pone delante intentando calmarnos, Ivy se levanta de un tirón, ágilmente a pesar de haberse empujado con las piernas y haciendo equilibrios para no tambalearse.

–Leys, déjalas, al final vas a quemarte tu- bromea Dara, luego se incorporó y se sentó mirándonos con una sonrisa en la comisura de los labio.

–Ella sabe dónde está la piedra blanca, la necesitamos y ella a nosotras para encontrar a su hermano.- Ivy en seguida se aparta y vuelve a sentarse al escuchar palabras de Leyxa, pero yo no me amedrento y sigo clavando mi mirada en los asquerosos ojos rojos de Ivy.

-Keri, busquemos algo de comer, estoy famélica- Dara se levanta como si nada y echa a andar, alejándose de nosotras. El impulso de no querer dejarla sola puede con mi orgullo y me marcho tras ella.

-No os mováis, encender un fuego- exijo alzando la voz, quizás no haga mucho frio, pero es mejor así. Los animales salvajes huyen del fuego. Alcancé a Dara, ella se sujetó a mi brazo como de costumbre, una costumbre que no me agradaba, pero si a ella si...

–Creo que Leyxa me cae bien- comenta Dara con una media sonrisa, yo levanté la ceja estupefacta,

-Pero si a ti nadie te cae bien- me burlé.

-Digo que le echa huevos, después de todo lo que le han hecho y lo que ha pasado aun quiere seguir con esto, y encima salva la vida de la chica- me quedo mirándola con una mueca graciosa en la cara, esperando que me estuviera vacilando. –No sé si es estúpida o muy valiente.

-¿Y tú? ¿Qué harás?- pregunto, por un lado espero que me responda que se quedará aquí en Elfendrielle, más lo que sé que dirá y es la opción que más me gusta. Es que se quedaría conmigo.

-No voy a esconderme, ahora quiero estar donde está la acción.- respondió entre risas, impulsándose con los pies para dar un saltito emocionada. El sol había bajado y la ciudad silenciosa parece fantasma, no había apenas nadie en las calles.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora