Hijas de los Dioses

Capitulo 3 Leyxa

la joven mantiene el silencio, Kerisal golpea bruscamente su estómago y me estremezco a la vez que ella quien suelta un leve gemido -¡Contesta!- grita Kerisal.

-Soy Ivy- responde la joven atragantándose, a penas se escucha su voz tenue. Se echa el pelo hacia delante al agachar la cabeza.

-¿Quién te envía?- continua Kerisal con una cruel voz grave, me alejo un poco de ella y me mantengo quita, no quiero que uno de mis impulsos me haga querer detener a Kerisal por culpa de mi compasión.

-No lo sé, lo llaman Darkel es un heraclitas muy poderoso...- jolín, hasta le tiembla la voz, como si se sintiera afligida. Me intriga ese término, heraclitas.

–Por favor, tienen a mi hermano...- suplica con la mirada, casi sollozando. Pero Kerisal entrecierra los ojos con gesto asqueado. Me palpita fuerte el corazón, me rompe el alma ver a alguien así. Esta mujer está suplicándonos. Vuelvo a mi pensamiento de heraclitas, no quiero parecer estúpida ante la chica.

-¿Heraclitas?- susurro al oído de Kerisal para que me conteste en mí mismo tono bajito y evitar que la joven Ivy piense que soy estúpida por preguntar eso.

-Un heraclitas, es un Heracles que deja que su poder lo controle, son inestables y muy salvajes...- contesta alto y claro, para mi desgracia. Su gesto es frio y espeluznante, clava su mirada en los ojos rojos con franjas naranjas de Ivy. Se inclina hacia ella poniéndose de cuclillas, la agarra por la barbilla y la suelta con gesto brusco. –Como ella...- termina de decir antes de volver a levantarse, me pregunto si los que mataron a mi madre también serían heraclitas. Si un heraclitas no controla su poder, deduzco que Ivy es una de ellos ya que su Heracles no ha cesado al igual que su color de ojos.

La joven se echa en el suelo intentando incorporarse ayudada con los hombros -¿Qué sabes de la piedra?- pregunta Kerisal empujándola con el pie para volver a colocarla boca arriba.

-Nos mandaron a por las piedras, conseguimos rastrear la negra, enviaron a dos pero no acabaron su labor, nos mandan a nosotros ahora, no somos guerreros ni sicarios, nos coaccionan...- solloza abatida, respirando profundamente. Tenemos que ayudarla, ahora no me cabe duda alguna. -¿Qué piedras? Solo hay una- saco la piedra negra y la observo detenidamente.

–No, hay dos. Una es blanca y otra negra, la blanca está fragmentada, ella tenía la otra- señala a Kerisal con la mirada, me vuelvo a guardar la piedra. ¿Cómo que otra? A caso lo sabe y ¿no iba a contármelo?

-¿Yo? No he visto esa piedra en mi vida.- creo que está confusa, intentando recordar algo. Su gesto se torna tenso, una expresión de pánico cruza sus ojos azules -¡Dara!- grita de pronto, me quedo mirándola con los ojos abiertos de par en par. Sin contestarme sale corriendo por el marco de la puerta rota, ¿Me dejaba aquí? La veo alejarse y sopeso si el quedarme con Ivy, pero compruebo que sigue ahí, tirada en el suelo atada de pies y manos, sigo mi primer impulso y salgo corriendo tras ella. A penas la veo en la lejanía, llegamos corriendo a la ciudad, camino algo más lenta por las calles de la ciudad rojiza, ni siquiera veo ya a Kerisal, intuyo que siguió por aquí al ver aldeanos levantándose del suelo y quejándose de una mujer que corría como si pasara algo. Veo a Kerisal a unos metros parada en frente de un montículo de unos tres metros de alto acabado en pico, sin ningún puente, unas cuevas de establos a su alrededor, dentro de uno de ellos hay un garballo pastando los pocos hierbajos del suelo. Kerisal se adentra en la casa pasando por un marco donde supongo que había una puerta, subo los escalones estrechos que llega a la casa, aun recuperando el aliento de la carrera. La casa oscura está destrozada, es quizás más pequeña que la mía, en frente de mi veo a Kerisal correr hacia delante, junto a ella hay una cama levantada contra la pared rocosa. Kerisal se agacha y me acerco rápidamente, está junto al cuerpo de Dara, comienza a zarandearla agresivamente, escucho sus gemidos y sollozos