Capitulo 14 Kerisal

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El aroma a estofado envolvía el gran comedor, el cocinero con sus habituales harapos manchados nos servía en los platos con descuido, la alagada mesa parecía más larga, Dara y yo estábamos sentadas frente a Leyxa mientras ella servía agua en las copas de cristal,  el silencio solo era roto con el sonido de la jarra golpeando las copas y el agua rellenando los vasos. Apenas tres platos con sus respectivos cubiertos. El hombre se marchó sin decir palabra, la perta de la cocina se cerró provocando un fuerte eco en la sala. Comenzamos a comer, la carne estaba tierna y la salsa era sublime, el chirrido de la silla de Leyxa me ponía de los nervios, intentaba acomodarse sin apoyar su dolorida espalda contra el respaldar.

-Me dijiste que el dolor se iría pasada la semana, y ya ha pasado diez días- dijo quejicosamente. -Si no te bañases tanto en agua de rozas, tu cuerpo podría aclimatarse.- respondí quedadamente, saboreando otro trozo de carne.

-Ivy me ha dicho esta mañana que Remil tiene pensado ir a Brelda mañana, tal vez le podríamos pedir a Alarine que nos deje un día libre, tal vez dos.- eso sería genial, pensé al escuchar la proposición de Leyxa, después de dos semanas sin descansar me vendría bien un día para mí.

-Podríamos ir a Brelda y volver con Jocu e Ivy- continuó Leyxa a lo que le respondí con un leve bufido -No voy a desperdiciar mi día libre en ir y volver de Brelda, Leyxa.- contesté con más antipatía de lo que pretendí, -Vale, pero coméntaselo tú, te llevas mejor con la alcaldesa- rectifiqué mostrando una sonrisa que hizo que se sintiera mejor. Dara y yo habíamos estado husmeando varias veces por el despacho de Alarine, al igual que su habitación, la cual era idéntica a las nuestras. Tras varios intentos frustrados por encontrar algún trapo sucio, Alarine decidió cerrar el despacho y su cuarto con llave mientras no esté ella en la casa. Nunca ha mencionado nada al respecto, no parecía demasiado molesta, lo cual me alegraba ya que Leyxa no nos echaba sermones. Hacia unos días la alcaldesa le ofreció un trabajo a Dara en el área de investigación de tecnología de la ciudad, lo que nos hacía sospechar de que Alarine quería mantenernos ocupadas, pero agradecimos que no se lo tomara a mal, Dara aceptó el empleo, aunque en realidad era más bien de estudios.

-Está bien, se lo comentaré en cuanto la vea.- respondió Leyxa cogiendo más pan para la salsa. El silencio vuelve a envolver la sala, a penas se escucha los choques de los cubiertos contra el plato. Tras terminar de comer, nos dirigimos las tres hacia el jardín, el sol se escondía tras las nubes oscuras, la humedad y el viento daba la bienvenida al otoño con crueldad, las copas de los arboles del jardín desprendían sus hojas marchitas decorando el césped y dándole colores marrones. Yo llevaba puestos unos pantalones de cuero rojos ceñidos, unas largas botas y una camisa alargada que hacía parecer un vestido con las mangas largas y sueltas. Las muñequeras y la pechera de plata hacían juego con las botas. El pelo me lo recogí en una gruesa trenza adornada con tiras de cuero. Leyxa llevaba unos pantalones de tela gruesa gris y una camisa negra, su habitual chaqueta con la caperuza negra, bordeada con lo que parecían escamas de cuero negras. Escondía el pelo dentro de la capucha al igual que su rostro. Dara se quedó sentada en el banco de piedra blanco, a un lado del circulo donde nos quedamos Leyxa y yo. El entrenador Ylwa se acercó al círculo donde le esperábamos, llevaba una bata verde a juego con su pelo canoso -Vamos a continuar con lo de ayer- indicó el hombre sacando un pañuelo del bolsillo de la bata. Me ofrecí para ser la primera, me vendó los ojos quedándome totalmente en la penumbra.

-Bien Kerisal, dirígete hacia Leyxa.- escuché la voz del Ylwa, tras eso escuché unos pasos y luego, silencio. Respiré profundamente, escuchaba mis propios latidos, mezclados con una presión en el pecho, un segundo latido se entremezcla en mi mente, apenas audible con el ruido del viento golpeándome, un impulso me hizo caminar hacia adelante, los latidos del corazón de Leyxa resonaban cada vez más fuertes hasta que me detuve. Me quité la venda a los pies de Leyxa quien sonrió de oreja a oreja. No era tan difícil. Desde que nos enseñaron a usar la proyección, podemos sentir donde esta cada una y así encontrarnos, lo cual era bastante escalofriante si lo pensaba detenidamente. Ahora fue ella quien se vendó los ojos, Incité a Dara a que me acompañase hacia la mansión, entramos en silencio mientras Leyxa nos seguía de cerca, estirando los brazos para evitar chocarse contra las columnas que rodeaban la mansión. -¿Te vas a esconder en la biblioteca?- se reía Dara al verme entrar por la puerta corrediza del gran salón, por la parte de la pared derecha. Suspiré al ver a Leyxa entrar seguida de cerca por Ylwa, había tardado mucho menos que yo, pero a ella todas las cosas relacionadas con la concentración y la mente se le daban bien. -Te encontré-concluyó destapándose la cara, nos dirigimos de nuevo a la entrada, la casa estaba inundada de sirvientes y trabajadores de la alcaldía, nos quedamos paradas en el resquicio de la puerta de la entrada. Observé las rocas del suelo del jardín que hacían un camino hasta la verja que rodeaba la casa. Una gota cae del cielo haciendo que la roca parezca más oscura, Dara levantó la vista hacia el cielo saliendo unos pasos hacia afuera, unas gotas cayeron en su cara provocando una esbelta sonrisa que me hizo estremecerme. La lluvia comenzó a hacerse notar, mojando a Dara por completo.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora