capitulo 19 Leyxa

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El golpe en la pared del barco me estremeció, no venía de los seguidos puñetazos de Jocu intentando abrir la escotilla, unos latidos se confundían con los míos, de pronto notaba el amargo sabor a agua salada y comencé a verme aun más agobiada, cogía bocanadas de aire como si fueran mi último aliento -Leyxa, ¿Qué ocurre? Leyxa- Jocu me agarró de los hombros intentando calmarme -tranquila, saldremos de aquí- me repetía intentando calmarme, sentía que Kerisal estaba tan cerca que parecía que la tenia al lado, los fríos dedos de Jocu eran reconfortantes, vi unas heridas abiertas en los nudillos y miré confusa a sus ojos grisáceos. El pulso se me normalizaba y podía respirar más calmada.

-¿Mejor?- susurraba su voz agradablemente grave, se sentó a mi lado y suspiró restregándose con sus largos dedos los doloridos nudillos. -Kerisal está en la aldea, creo que en el muelle- comenté desganada, mis fuerzas me habían abandonado y me dejé caer, apoyada en la fría pared metálica. El balanceo del barco era calmado y habían cesado el agobiante sonido de los núcleos. -Sabrán a donde vamos.

-Jocu, vamos a una isla, no vendrá.- se le habían acabado las palabras esperanzadoras, nos dedicamos a suspirar canzados. En su mirada vi un atisbo de arrepentimiento, quizás se arrepiente ahora de haberme ayudado. Escuchamos un crugido alarmante en el suelo de hierro -¿Qué ha sido eso?- pregunté incorporándome, -la marea, es un barco grande y parece viejo- contestó quedadamente, no hablaba como un esperto, de seguro era su primera navegación al igual que yo. -No quiero ser un regalo de los dioses, al menos no todavía.- comenté sonriendo a duras penas, conseguí sacarle una media carcajada que fue más que reconfortante.

-¿crees en los dioses?

-con toda mi alma- respondí mirándome las manos aun atadas, intenté zafarme de las ataduras pero estaban sujetas por un candado. -Sabes, mi madre solía decir que los dioses solo crearon el mundo por los horizontes, que nuestra existencia se debía a un capricho de rebeldía.- comentó con la mirada llena de nostalgia.

-Entonces, ¿tu madre no cree que al morir, la diosa de la tierra entregue nuestras almas al dios del cielo como presente?- inquirí curiosa echando a un lado la pesada cuerda para poder sentarme más erguida, entraba poca luz del alba por la escotilla, mostrando más partes de la bodega fría y húmeda. -no, ella cree que al morir simplemente alimentamos la tierra supongo.

-Me gustaría conocer a tu madre algún día, por lo que me cuentas de ella tiene que ser una mujer curiosa- respondí enmarcando mis hoyuelos con una grata sonrisa, él se sacudió la melena rojiza y apartó la cuerda que también le apresaba golpeándola contra la pared. La manivela de la escotilla comenzó a moverse abriéndose con un fuerte golpe que hizo eco por todo el pequeño habitáculo. -No os acomodéis, vamos a llegar en breve- anunció la voz de Annip, tiraron de nuestras cuerdas haciendo que me tropezase con el escalón de hierro. Me sorprendió lo rápido que había sido el viaje, apenas habrán pasado unos minutos. Seguro que los barcos los habían hecho mucho más rápidos que antaño, así era más seguro. -Disla Sordia Eidan, guarnan aque- no entendí las palabras dichas por el joven líder de los Ificles, su acento me recordó al de Kerisal, era Edanti supuse, Jocu se mantuvo en silencio, frunciendo el ceño tan confuso como yo. -''la isla Sorda es más pequeña de lo que recordaba''- contestó Annip, las palabras parecían bailar en mi mente, acompañaba con su melodiosa voz enmarcando extrañamente las ''s''

-¿Isla Sorda?- pregunté casi susurrando -¿los has entendido? No me dijiste que hablaban Edanti- dijo confundiéndome aún más, tiraron de nuestras cuerdas arrastrándonos hacia la pared que se abria formando una escalera, el sol golpeó en mi cara. -Será por Keri- contesté quedadamente, supongo que por eso Annip tenia ese tono de voz, atracamos en la orilla, las olas golpeaban con fuerza la arena. Dejamos atrás el barco y caminamos por la playa, sentir la arena y el agua salada en mis pies doloridos era como un suspiro de los dioses. La extensa playa se mezclaba con la jungla que parecía cubrir toda la pequeña isla, estaba terroríficamente aislada. No parecía haber nadie y el silencio solo hacia empeorar las cosas.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora