capitulo 13 Leyxa

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Un ardor en mis pulmones me hizo detenerme, mis piernas temblaron y no pude sostenerme más en pie, caí agotada en el césped húmedo, el sol me impedía abrir los ojos. Sentía como el aire frio se colaba por los rasguños de mi ropa y sentía el ardor de los arañazos de mis manos. Entre abrí los ojos para ver como Keri me miraba poniendo los ojos en blanco, pero aunque lo disimulara, ella también intentaba recobrar el aliento. Rydenzy se había machado tras el ultimo entrenamiento. -Creo que puedo vomitar sangre si me lo propongo...- dije apenas elevando la voz afónica, acepté la mano que me ofreció para ayudarme a levantarme. Ni siquiera sentí la quemazón de su tacto con tantas heridas que tenia en las manos.

-Vamos Leys, si estuvieras cansada de verdad no podrías ni hablar- me sostuve las piernas que aun temblaban del esfuerzo, y nisiquiera había hecho dos carreras seguidas. El maestro Lim se acercaba despacio a nosotras, el anciano con el pelo canoso y largo tenia una agradable mirada, llevaba un kimono blanco parecido a los que usan la guardia de Alarine en Soluril.

-Kerisal Al-Nehel...Leyxa De Dorne...- nos invitó a colocarnos dentro del circulo blanco pintado en el césped del jardín, -Tras enseñaros a relajaros y controlar vuestro don, ahora os ayudaré a uniros como uno solo. Me temo que todo lo que os voy a enseñar es teórico, pues nunca ha habido nadie parecido a vosotras.

-¿Cómo puede enseñarnos algo que desconoce?- saltó Keri desconcentrada. -hemos estado más de veinte años estudiando el poder del Yinyared.- dijo quedadamente.

-Me gustaría leer el manuscrito, ¿es el libro de la leyenda, verdad?- pregunté recordando que debía haber un libro así en la casa, Alarine no dejaba de hablar de él y ya me picaba la curiosidad.

-Por supuesto, os invito a que lo leíais, es una lectura interesante.- me respondió con un gesto gentil que acompañaba a su aterciopelada voz, Keri se quedó callada para variar. -Ahora, colocaos una en frente de la otra- San-Lim caminaba pausadamente dando cortos paseos a nuestro alrededor mientras ella y yo nos colocábamos como nos iba indicando.

-Juntad las palmas de las manos- tras oírlo me alejé de Keri unos pasos hacia atrás, intuí lo que ella diría;

-¿Está de coña? No podemos tocarnos, me quemará- Keri me clavó su mirada y yo bajé la mia hacia el césped que resplandecía por la luz del sol.

-La señorita De Dorne es una del mejor Heracles que saben controlar su poder- comentó el hombre claramente ofendido.

-Se refiere a que entre nosotras... no podemos- titubeé intentando explicarlo, pero las palabras se me escapaban y decidí callarme y mostrar una ingenua sonrisa.

-Eso es porque lo rechazáis. No ceséis, abrazarlo como si en lugar de dolor fuera un cosquilleo y poco a poco lo iréis controlando.- las palabras serenas nos convencieron, Kerisal ni siquiera dudaba de él y yo no dudé de ella. Mientras él reanudaba sus leves paseos a nuestro alrededor, Keri y yo volvimos a intentarlo, nos acercamos mutuamente y alargamos los brazos, de nuestras manos surgieron unos chasquidos, al tocarnos un leve chispazo nos hizo retroceder

-¡Lo haces mal!- me gritó Keri lamiéndose el dedo índice, yo hice caso omiso al dolor de la quemazón.

-¿Qué lo hago mal? ¿A caso se puede? Esto nunca se ha hecho antes Keri- respondí frunciendo el ceño.

-Pues entonces concéntrate- gruñó de nuevo, echándome la culpa como de costumbre.

-¿Siempre que pasa algo malo lo achacas a mi?- refunfuñé malhumorada -¿Tú no haces nada mal?

-No suelo- respondió con prepotencia, lancé un bufido al ver esa sonrisa ladeada -¡Eres una...!

-Basta- interrumpió justo antes de que acabara mi frase, en realidad no tenia pensado acabarla.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora