Nos llevaban a rastras por el bosque con las manos atadas por delante de nosotros, nuestras cuerdas estaban atadas al asiento del garballo blanco de Jocu donde habían puesto sus bolsas de telas y cantimploras. Atrás con nosotros estaba la mujer, que cada poco tiempo nos golpeaba con crueldad la espalda para que no aminorásemos el paso. Había estado intentando soltarme las manos, pero mi Heracles no me respondía, supuse que a él tampoco. Jocu apenas me dirigía la mirada, parecía estar enfadado conmigo. Lancé un suspiro de agobió, el me devolvió la mirada al fin. -¿Qué ha pasado? Lo he repasado mil veces...- me preguntó frunciendo el ceño, tenía el pecho al descubierto ya que no le habían dejado llevarse la camisa, pero a pesar del frio y la humedad no parecía molestarle en exceso. Me culpaba a mi, no era de estrañar ya que estábamos a punto de conseguirlo de no ser por esa maldita proyección.
-Hay una conexión, o algo así que no se explicar entre Keri y yo- susurré agachando la mirada para evitar tropezarme con las ramas y hojas que cubrían el suelo -a veces, siento lo mismo que ella, en esta ocasión noté un puñetazo en el pecho...- tartamudeé. Se quedó en silencio intentando entenderlo, buena suerte, pensé.
-Que oportuno...- murmuró graciosamente, esas palabras fueron más que reconfortantes -Tiene que ser duro para ti.
-Es más fácil cuando estoy con ella, tener a alguien que siente lo mismo que uno ayuda- respondí amargamente, sabía que él también se podía sentir algo solo, siendo el único con ese poder. Pero era mejor alternativa que dejar que te apresen y te quiten tu voluntad. -¿puedes hacer eso de antes? La onda expansiva.
-Lo intenté, pero realmente ni siquiera sé como lo hice- respondí retorciéndome por el repentino golpe en la espalda que me dio la mujer, -tranquila Leyxa, nos encontrarán- dijo ofreciendo una leve sonrisa en la comisura de sus lavios, asentí con la cabeza aunque en realidad no estaba tan segura. A ella se le daba bastante mal la proyección, apenas podía encontrarme en un mismo jardín. Dudaba que eso pudiese ayudarnos, tal vez rastreándonos. Entonces se me ocurrió una idea, a cada paso que daba marcaba con el talón el barro para que se notasen las huellas, apenas podía ya sentir mis pies descalzos, estaban congelado y magullados, desearía poder descansar un rato. -Jocu, ¿Por qué salvarme? Estabas frente al garballo, tu hermana lo podía conseguir...- murmuraba tan bajito que la mujer no nos oía.
-¿Dónde quedaría mi honor si no lo hubiera hecho?- no pude evitar lanzar un bufido, -honor- me burlé desganada -¿y morirías por ese honor?- pregunté retóricamente, el honor era una cualidad que no se veía mucho por estas tierras, las ganas de sobrevivir eran mucho más fuertes. Recuerdo hacia unos años, una familia humilde de Elfendrielle compuesta por un padre mercader, su esposa y su hijo de unos ocho años. Unos bandidos atracaron su casa, cuando amenazaron la vida de su hijo, el hombre un dudó un instante en abandonarlo y salir huyendo con su esposa. Viendo el cadáver envuelto en sabanas blancas, mi madre me dio una lección que jamás olvidaré, las personas son interesadas, jamás me debería fiar de nadie, ni siquiera de mi familia. Esas palabras las recuerdo no por querer seguirlas, más bien al contrario. Desde ese día he luchado por ser diferente, intentar cambiar el mundo. Pero eso no me ha traído más que desgracias, tal vez no pueda cambiar un mundo roto. Jocu me demostraba que era más parecido a mí de lo que creía, a pesar de esa fachada. El molestoso ruido de los monadrios nos acompañaban, al igual que el aleteo de los insectos que gracias a sus picaduras hacia que el sarpullido me ardiese la piel del cuello y las manos, gracias a que llevaba la capucha negra no me picaban los brazos, no quisiera ni pensar el picor que deberían sentir estos Ificles que caminaban orgullosos sin la camisa, y la chica con su camiseta en forma de cruz dejando su estomago plano al descubierto, a pesar de lo morena que era podía ver las ronchas en su tripa. La hierba parecía cada vez más alta a medida que nos adentrábamos por senderos desconocidos del bosque, en la lejanía podíamos ver los troncos de los arboles tan gruesos y grandes que parecían edificios, la hierba ya nos llegaba por los hombros, los muchachos iban abriendo un sendero cortando las plantas, parecía que habíamos encogido al ver el bosque como parecía crecer. La oscuridad nos invadió por completo, pequeñas criaturas iluminaban el bosque, parecidas a las gotas de luz aunque mucho más ajetreadas y rápidas, eran bichos grandes y coloridos.
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Hijas de los Dioses
FantasíaPrimer libro de la saga Edantium. En esta historia seguiras la vida de dos chicas quienes tendrán que luchar para sobrevivir y descubrir quienes son y el por que ambas tienen una conexión que las hace tan poderosas. Una historia de amor, supervivenc...