capitulo 10 Kerisal

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Me alegra que hayais decidido quedaros- la mujer nos abrió la puerta invitándonos a entrar, -aun no lo hemos decidido, pero Ivy se tiene que quedar en el hospital hasta mañana- contestó Leyxa sorprendiéndome con una grata sonrisa, no estaba segura de quedarse o bien intentaba parecer dura o exigente.

-Keri, ¿Qué ocurre? ¿Qué hacemos en su casa?- murmuró Dara tirándome del brazo, -luego te lo explico, es una larga historia- respondí sin mucho afán. La casa era increíblemente refinada, era obvio que es la mansión de Alarine, la entrada se dividia en dos escaleras hacia unos pasillos con unas barandillas que ofrecían una gran vista a la sala. Bajamos unos escalones hacia adelante donde se encontraba la gran sala, el calor de la gran chimenea era reconfortable, la chimenea algo antigüa se encontraba en un lado de la sala, frente a esta había un juego de sofás y sillones blancos. También me fije en un gran reloj situado en la pared donde se encontraba la chimenea, junto asta habían dos puertas cerradas a cada lado y en la parte superior el reloj, un nucleo de solárium rodeado por anillas plateadas girando con lentitud, un pequeño rayo se mantiene irregular marcando las nueve y otro rayo se encogía y se estiraba marcando las tres.

-Antes de cenar me gustaría presentaros a alguien, quienes os enseñarían todo lo que tenéis que aprender si os quedarais.- dijo Alarine taconeando hacia la pared de la derecha pasando los sillones blancos, estaba justo bajo el pasillo de la planta superior, al mirar hacia arriba, la barandilla que daba al pasillo no oude evitar mirar más arriba, al techo. La gran cúpula de cristal dejaba ver todo el cielo estrellado, era precioso. Alarine empujó la pared que parecía de madera refinada, esta se deslizó y apareció un gran comedor, antes de que pudiéramos verlo mejor aparecieron tres hombres acercándose al salón donde estábamos. Uno de ellos, el más bajito, al menos unos centímetros más bajo que Leyxa; delgado y mayor, tenia el pelo verdoso con algunas canas que no le quedaba del todo mal. Vestia con un kimono verde a juego con su pelo, a su lado notablemente más alto que este, era un hombre corpulento y grande, tenia la cabeza rapada y una barba corta bien perfilada. Habia algo que me sonaba del ultimo de ellos, mis ojos se abrieron como platos y me dejé llevar por el entusiasmo;

-¡Eres San-Lim!- grité emocionada, el hombre más anciano que los otros dos lucia un largo y canoso pelo, un bigote que se alargaba hasta las patillas, el hombre se quedó mirándome con gesto serio-Ganaste El torneo de los Dioses hace seis años, fue el primer torneo que fui a ver en directo y me encantó, entrenaste a Keiran. Soy una gran admiradora- continué alagando, atragantándome con mis propias palabras.

-¿Viste el torneo con catorce años?- se decidió a preguntar, aruqueé la ceja confusa y desvié la mirada a la alcaldesa que mantenía su cabeza erguida.

–No, tengo veinticuatro años- contesté devolviéndole la mirada a Leyxa que se adelantó unos pasos para ponerse junto a mi. Alarine se acercó bruscamente a mi y me agarró por los hombros -¿Qué? ¿Cómo es posible?- me sacudió alterándose, antes de que sucumbiese a mi impulso de golpearla Leyxa me apartó un poco de ella.  -Hace veinte años buscábamos a un bebe, interpretamos mal toda la profecía- Alarine se frotó la frente e intentó exhalar para relajarse, ¿creian que tenia la edad de Leyxa? Con razón ni siquiera estuvieron cerca de encontrarme.

-Y ellos son Ylwa- se refieria al hombre del pelo verdoso; -y Rydenzy- Alarine señaló al hombre corpulento. Los tres hombres hacen una pequeña reverencia que nos deja algo heladas a Leyxa y a mi -Es un honor conoceros- comentó el hombrecillo, Leyxa les devolvió una sonrisa pero yo me mantuve algo más seria manteniendo mi gesto inquisitivo.

-Dejemos las formalidades, pasemos al gran comedor- exclamó la elegante mujer señalizando hacia la habitación que acababa de abrir, la habitación era algo mas rustica pero continuaba con la misma decoración elegante de la sala anterior, una mesa ovalada cubria casi todo el centro de la sala con multiples sillas a su alrededor, había un gran festin cubriendo la mesa, el aroma nos invadió y mi estomago se impacientaba por momentos. Me relamí los labios viendo la humeante carne en bandejas de plata, ensaladas coloridas repartidas alrededor, frutas que jamás antes habíamos visto. Nos sentamos alrededor del manjar, Dara como era de esperar se sentó a mi lado y en frente de nosotras al otro lado estaba Leyxa y presidiendo este lado de la mesa Alarine. Sin dejar paso a palabras comencé a llenarme el plato que tenia delante de carne y patatas mientras Dara se dignaba a servir las copas de cristal con jugo amarillo de limonzana. Leyxa se decidió a probar una de las frutas moradas con rugosidades, tras morderla se pringo de una gelatinosa sustancia dulce, y se limpió los dedos con las servilletas mientras maldecía el narbanjo. Deboré la carne de mi plato, casi no respiraba entre bocado y bocado, me llené en cuestión de minutos y tragué un poco de jugo acido para bajar un poco la comida. Leyxa apenas había comido y se dispuso a recoger los platos –No te preocupes querida, ahora lo recogen- dijo Alarine alzando su brazo hacia ella con gesto afable mientras yo aprovechaba para robar una pizca de pan, un hombre con la vestimenta blanca, ajustada y aparentemente sedosa se acercó a la alcaldesa. Se inclinó y susurró unas palabras al oído de la mujer, de pronto Alarine cambió el gesto afable por una mueca de preocupación. Se levantó disculpándose mientras se limpia los carnosos labios con la servilleta y se marchó junto al hombre.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora