capitulo 25 Leyxa

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Parecía que todo había cambiado, miraba a mi alrededor y no veía la niebla bajo mis pies, ni la turbia agua que ondeaba tranquila sobre las raíces y musgo de los arboles oscuros, apenas sentía el frio de la humedad. Tan solo veía el edificio algo torcido que se hundía en el fango, bajo el pantano estaba la entrada por donde tendríamos que pasar Jocu y yo, estaba a mi lado, preparándose a que los demás se colocasen en sus puestos. Kerisal me abrazó como si se tratase de una despedida, -Ten cuidado, no quiero que te pase nada- susurré a su melena rubia, se apartó de mi sonriendo -Yo tampoco quiero que me pase nada- contestó alejándose con Dara hacia Zarali y Taitus quienes esperaban en el otro lado.

-¿estas bien?- me preguntaba Jocu mientras me terminaba de colocar las botas, asentí tímidamente en realidad estaba nerviosa, lo estaba de pensar en las bajas que pueda causar Keri, no quería que nadie más resultara herido pero supongo que no había más remedio. Se adentró en el agua que le llegaba por las rodillas, dudé un instante antes de seguirle, el pantano empezaba a cubrirnos cada vez más, me agarró con fuerza la mano, me sobresalté al sentir lo fría que estaba. Me mantuve concentrada para que mi habilidad funcionara, ni siquiera  veía mi brazo aferrado a él era como agarrar a la nada pensé cuando desaparecimos a la vista de los demás. Nos hundimos y el agua nos cubrió hasta el cuello.

-Aguanta- escuché su voz antes de que me sumergiera, me asustó el no poder ver nada, mis ojos me picaban mientras me arrastraba hacia la oscuridad, entramos por una cueva que me pareció interminable, no sabia nadar y me esforcé por caminar por el barró a nuestros pies. Respiré una gran bocanada de aire al salir, estábamos en penumbra y no veíamos nada aparte de unas antorchas que iluminaban un túnel. Continuamos recto, andando sigilosamente con mis botas chapoteando sobre el suelo rocoso. Nos paramos a un lado esperando a que pasaran unos Eidanos que corrían hacia la otra entrada, la distracción parecía funcionar. Escuchamos mucho alboroto y gritos. Llegamos a un cuarto donde aguardaríamos hasta que todos la guardia del rey se marchase. Solté su mano devolviéndonos nuestra luz, tuve que quitarme la caperuza negra que chorreaba en el suelo de piedra negra, apenas había una mesa de madera en medio de la pequeña sala. Me intrigó que no hubiese nada, ni unas estanterías ni siquiera objetos con los cuales entretenernos. Me escurría el pelo negro mientras Jocu se quitaba la camisa, -Tu visa está llena de aventuras- se reía mientras dejaba sus botas encharcadas junto a mi capucha negra.

-Quizás cuando esto acabe podamos disfrutar de ese baño en el lago- dijo con la voz calmada, me fijé en sus ojos grisáceos que se mostraban más oscuros a la poca luz de las antorchas. -Quizás, algún día- contesté con nostalgia, desearía con todas mis fuerzas perder acércame a él, besarle y arrancarle los pantalones, pero jamás sucumbiría a tal cosa, no podía dejar que los sentimientos me nublasen, no ahora. Se acercó a mi, contoneándose tan lentamente que podía escuchar mi propio latido, suspiré profundamente antes de alejarme de él, salí por la puerta con cautela. El silencio arrasaba en esta parte del edificio, escuchábamos los gritos de la pelea al otro lado como si estuviesen a mundos de distancia. Jocu se adelantó en silencio, le seguía de cerca mientras comprobaba en cada habitación abierta. Se detuvo frente un almacén bastante destrozado, había barriles de comida al igual que cestas llenas de monedas. Arrasamos con todo y cogimos lo que pudimos llevar con nosotros, rápidamente continuamos sacando todo lo que pudimos hacia la salida, tapamos los barriles y los llevamos rodando.

-La otra entrada tiene que estar al final del pasillo- anunció Jocu haciendo rodar un barril mientras se echaba a la espalda unas bolsas de tela y redes con patatas. En la puerta de la salida nos esperaban algunos aldeanos -Lo habéis conseguido- anunció uno de los jóvenes ayudándonos a sacar el resto.

-Jocu, tengo...

-Si, ya me encargo de esto, ve a ayudar a Keri- me interrumpió sonriéndome como si me conociese de antaño, no podía dejarla sola y el lo entendía, no solo por todo lo que había visto en mi si no una parte de él sabia que era lo que tenía que hacer. Corrí por los muelles encharcados por el pantano, atravesando la aldea hasta el barrullo. Vi a los Eidanos luchar con espadas contra algunos hombres de Zaradi y también vi a Taitus moviéndose con agilidad, busqué a Keri con la mirada entre la multitud. Avisté la melena azul de Dara y corrí hacia ella, no parecía necesitar ayuda, se movía con armonía como si hubiese nacido para luchar, movía sus dagas como si fueran extensiones de sus brazos. Esquivé una espada dirigida a mi, con mi Heracles sacudí al hombre lanzándolo unos metros.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora