Me sacudieron con un poder frio, conseguí avistar a mi atacante, esa endiablada mujer continuaba atacándome mientras intentaba quitarme de encima a estos Eidanos. Parecía que no iban a dejar de entrar Eidanos, habíamos perdido la posición. Grité con ferocidad mientras envolvía mis brazos de Heracles hasta llegar a los hombros, creé un remolino de ardiente poder blanco que dispersó a varios de ellos y golpeó a la Ificles, me abalancé sobre ella antes de que pudiera levantarse y clavé mi puño envuelto en humo blanco con tal ferocidad que la atravesé. Los Heraclitas parecían haber enloquecido, desmembraban a los Eidanos y los arrasaban, pero no lo suficiente. Subí a lomos de Roca y me adentré en la ciudad combatiendo a los Eidanos que veía por el camino junto al rio cubierto de escombros. Nos alcanzaron unas flechas que derribaron al animal que cayó sobre mí, lancé rayos blancos que lanzaron a mis oponentes por los aires, intenté salir de debajo del garballo que me presionaba la pierna, tras un grito furioso conseguí salir, una espada pasó a centímetros de distancia, la agarré del filo apenas cortándome e hice presión para que la soltara, le golpeé con la empuñadura y luego se la clavé en pecho haciendo que cayese al agua. A mí alrededor se veía una batalla campal, el Heracles iluminaba las calles ya oscuras. Corrí hacia Taitus quien luchaba espada con espada contra un enemigo, no llegué a tiempo, una estocada acabó con su vida ante mis ojos. Ataqué con furia al hombre levitando por encima de los escombros, lo agarré dando una voltereta hasta lanzarlo contra un muro que aplastó su cráneo. Miré al joven rubio que yacía con la espada aun clavada en su pecho, por un momento me había arrepentido de no haberme acostado con él, pero luego rectifique y continué avanzando. Tal vez no debí haberlo incitado a entrar a mi habitación si al final no lo iba a hacer. A veces me preguntaba por qué hacia esas cosas...
Levité para avanzar con más rapidez, ignorando la batalla de a mi alrededor en busca de los demás, ataqué a los Eidanos que se estaban agrupando alrededor del rio que comenzaba a ensancharse, habían más guardias blancos aquí. -¿Dónde está Leyxa?- pregunté a uno de ellos mientras ayudaba a combatir al enemigo, entre esquivar y golpear continuábamos haciéndoles retroceder.
-Los pocos Ificles que quedan se dirigen al túnel- me contestó enrabietado, señalando hacia adelante, habían unas cuevas cerca de los cultivos por donde salimos Leyxa y yo, sentí un corte en la espalda que hizo que cayera al suelo de rodillas retorciéndome de dolor, me giré y aprisioné al Eidano con mis manos a los lados de su cara, mi Heracles salió disparado tan brutalmente que el hombre murió en segundos. Respiré profundamente calmando el dolor, el aire frio ayudaba.
-¡Kerisal!- gritó la voz de Dara, movía sus dagas con tal habilidad que acabó con dos Eidanos dando una grácil voltereta, recogió a Keiran del suelo antes de llegar a mi -¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Jocu?- pregunté cogiendo al reptil que arañaba las manos de Dara, al sostenerlos entre mis dedos se había calmado, pero seguía gruñendo por unas heridas que tenía en las patas y el cuello.
-Lo encontré en el suelo junto al rio- dijo con gesto preocupado, esquivó una estocada y devolvió el golpe con la empuñadura de su arma. Miré a mí alrededor intentando ver a Theralis, pero buscar a un pequeño dragón negro entre este caos y esta oscuridad me sería imposible. Dara me guiaba hasta la entrada de los túneles, los Ificles intentaban llegar hasta allí pero los guardias blancos continuaban luchando contra ellos, tal ve si encontraba a Leyxa podríamos hacer una gran onda expansiva y darnos tiempo para atravesar las cuevas, Dara me empujó tirándome al suelo y recibiendo una flecha en la pierna, me incorporé rápidamente y creé una ráfaga tan fuerte de Heracles que el humo se tornaba en rayos que me envolvían por completo, el poder golpeó a varios que estaban a mi alrededor llamando la atención de un Ificles que corría hacia a mí. Dara se levantó y se protegió de unos golpes aun cojeando, golpeé con furia al joven que tenía las manos envueltas en escarcha, como bolas de nueve me golpeó repetidas veces, sentí como la piel de la cara se me congelaba y gruñí al sentir como se me quemaba la piel provocándome una herida en la mejilla, mis manos me ardían y las tenia hinchadas del abuso de Heracles, agarré una de las espadas del suelo y combatí contra él, era ágil, pero yo lo era más. Levité a metros del suelo sorprendiéndolo por la espalda, se giró antes de poder clavársela pero recibió un corte en el hombro, continué moviendo habilidosamente la espada intentando tocarle. Se desvaneció entre humo azul, preparada para esto giré la espada dirigiéndola hacia mi espalda hasta toparme con su carne, la clavé con fuerza y me giré para comprobar que se la había clavado en el estomago. Había aprendido ese truco de la tele transportación hacia tiempo. Dara gritaba en el suelo presionándose la pierna, corrí hacia ella sintiendo unas punzadas en mi espalda, apenas podía caminar sin cojear. Tenía un corte muy feo en el muslo que no dejaba de sangrar, -Te pondrás bien- dije colocando su brazo alrededor de mi hombro, ayudé a incorporarse.
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Hijas de los Dioses
FantasiPrimer libro de la saga Edantium. En esta historia seguiras la vida de dos chicas quienes tendrán que luchar para sobrevivir y descubrir quienes son y el por que ambas tienen una conexión que las hace tan poderosas. Una historia de amor, supervivenc...