Capitulo 23 Leyxa

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-¿Por qué nos haces esto?- pregunté con el corazón en un puño, nos habíamos encerrado en el despacho de Alarine, no me fijé en los guardias que custodiaban la puerta, ni en la oscuridad de la fría habitación si no en el gesto de la mujer que ni siquiera tenía la decencia de mirarnos a la cara mientras nos esposaban las manos. -El Eidan me ordenó entregaros...- apenas había pasado un día, lo que me decía que alguien de dentro de la mansión nos había delatado, tal vez fuese la misma alcaldesa. -de lo contrario podría mandar a un ejército a atacarnos- musitó sentándose detrás de su imponente escritorio.

-Pues lucha- añadió Keri frustrada -Esta ciudad se formó en contra del rey, para aguantar sus ataques y dar a Edantium la oportunidad de estar en contra de la corona- rebatió la mujer exaltándose, intentando gesticular como podía. Alarine temía por su pueblo, pero lo que estaba haciendo era de cobardes, hasta yo estaba con Kerisal en esto.

-No puedo- dijo levantando la mirada hacia los guardias de blanco que se acercaron a nosotras, -Alarine- añadió Keri apartándose de ellos y abalanzándose sobre la mesa -Estás a tiempo de elegir un bando, estás con nosotras, quieres estarlo- jamás había visto a Keri tan preocupada, sabíamos perfectamente que saldríamos de aquí, si nos quedábamos no nos dejaríamos apresar y habría una guerra, del mismo modo, si huimos, habría una guerra. Estaba dando la oportunidad de luchar a nuestro lado, necesitábamos que entrara en razón, pero el miedo en sus ojos hablaba por sí mismo. -lo siento- su firmeza seguía sindo admirable, había hecho una elección, uno de los guardias movió la estantería dejando ver un túnel, seguramente un refugio seguro. Nos arrastraron al interior lúgubre, bajamos unos largos e interminables escalones sin oponer resistencia alguna. La estantería se cerraba tras nosotras.

-No puedo creer que estéis a favor de esto- gruñó Keri haciendo un gesto dolorido al tocarse el hombro aun vendado, me cubrí con la caperuza negra, ellos mantenían gesto de culpabilidad, pero tenían tanto miedo como ella. -Sabéis que terminará pasando- continuó la mujer, las trenzas que llevaba atando su pelo se habían enredado un poco, pero aun así seguía teniendo un gran aspecto, al contrario que mi pelo liso que había quedado algo enredado con el ajetreo. El túnel se ensanchaba a cada paso, pequeñas gotas de luz daban una luz tenue, a los lados había habitáculos con restos de cadenas que se parecían a las cuevas del desierto negro, aunque la piedra del suelo y las paredes eran doradas. Nos empujaron al interior de unas celdas de hierro, se escuchaban el sonido de las goteras haciendo eco, nos encerraron y apenas oímos nada más aparte de sus pasos alejándose de nosotras. Suspiré sentándome en el frio suelo mientras que Keri apoyaba la frente entre los barrotes.

-No puedo creer que nos haya traicionado de esta manera- susurré, Kerisal se mantuvo en silencio, sabía que para ella no era ninguna sorpresa. -Podemos salir de aquí- dije observando a mi alrededor, el hierro no parecía muy firme y con un impulso lo suficientemente fuerte podríamos derribarlo, necesitaría su ayuda.

-Lo sé- contestó girándose hacia mí, se sentó frente a mi cruzando las piernas con gesto pensativo -Estás pensando en que haremos luego ¿no?

-La muralla es muy grande, Keri. Tendríamos que navegar por el rio, de todas maneras no podemos dejarlos tirados...

-Si nos quedamos, no tendrían ninguna posibilidad, ¿Qué crees que hará Soluril cuando se enteren que entregándonos, podrían detener una guerra?- yo creía en nosotras, pero ella no lo veía así. Se había criado pensando en que estaba sola, que nadie ayudaría al prójimo, quizás peque de optimista pero habíamos llegado hasta aquí, las leyendas se hacían realidad, el pueblo empezaba a creer en nuestra causa a pesar de que no sabíamos cual era. -Podemos pedir ayuda, a las ciudades cercanas

-Leyxa, basta, nadie nos ayudará ¿Por qué iban a hacerlo?

-Porque podemos darles esperanza, las historias sobre nosotras ya han hecho la mitad del trabajo, solo tenemos que reunir a los que creen en nosotras, tu creías en Keiran y hubieras luchado a su lado a pesar de que luchaba por algo erróneo.- su gesto cambió de pronto, se incorporó y clavó su sus ojos azules en los míos.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora