Capitulo 5 Leyxa

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El sol golpeó en mi cara y abrí los ojos de rápidamente. La cueva se estaba calentando a cada minuto. Por un instante olvidé donde estaba, pero las piedrecitas clavadas en mi espalda me devolvieron a mi realidad. Me incorporé, Ivy y Dara se estaban despertando también, gracias al sol. -¿Qué es eso?- murmuré, escuchamos el sonido de un desprendimiento cerca de aquí, nos quedamos inmóviles, mirando la entrada de la cueva. Keri fue la última en despertarse, más sonidos de chasquido de rocas.

–Chicas, viene alguien- susurró Dara, nos apresuramos para intentar marcharnos, pero alguien movió con brusquedad al Garballo y esté soltó un graznido. Tres Eidanos entraron, espadas en mano. Unas largas y afiladas espadas negras. Keri se colocó frente a Dara y a mí, me arrinconé junto a Dara y el garballo. Kerisal muestra su Heracles para intentar echarlos.

-Solo queremos a la chica- el hombre señaló con la espada a Ivy. Ella se echó el pelo hacia atrás y dejó que su Heracles se estirase hacia sus brazos. Ivy se movió como una pluma, su Heracles rojo envolvió una roca y luego la lanzó contra uno de ellos, este cayó desfiladero abajo. Los otros dos se abalanzaron contra ella. Ivy envuelve su cuerpo en su Heracles de hilos de humo rojo y desapareció, abrí los ojos de par en par. Reapareció atacándolos por la espalda, sin perder el ritmo. Me quedé atónita, desconocía que el Heracles pudiera hacer eso. Kerisal lanzó una ráfaga de Heracles contra uno de ellos, vi como el golpe le quemó en la cara al lanzarlo contra la pared rocosa. -¡Te arrepentirás de esto!- gritó el Eidano saltando hacia ella, movía la espada tan rápidamente que era un borrón negro, Kerisal la esquivaba con movimientos agiles, parecía no costarle. Kerisal dio un ligero golpe en el suelo y se elevó un palmo del suelo. Se quedó suspendida en el aire. Kerisal lanzó su Heracles convertido en hilos de humo blanco, como látigos contra el Eidano que intentaba defenderse con su espada. Quise advertirle, pero no me dio tiempo cuando un hombre cogió a Keri del pie, la lanzó contra la pared de la cuerva. El golpe fue tan fuerte que la cueva pareció temblar, Keri cayó al suelo gimiendo de dolor. Ivy tenía la mirada inexpresiva, su Heracles rojo envolvía sus brazos hasta sus hombros. El Eidano hizo una estocada con la espada hacia ella, sin apenas inmutarse ella agarró el filo de la espada deteniendo el impacto, apretó con fuerza rajándose la palma de la mano, ejerció tanta fuerza que el hombre tuvo que soltar la espada. Ivy se acercó al hombre y estampó su mano en la cara, el Eidano comenzó a gritar, mientras, a un lado Keri intenta recuperarse, suplicando a sus pechos poder coger una bocanada de aire. Ivy lo impulsó y el hombre se golpeó la cabeza al caer al suelo, tan fuerte fue el golpe que el impacto lo mató. Kerisal se levantó del suelo enrabietada, levitó por encima de nuestras cabezas hacia el ultimo Eidano que temblaba intentando mantener su espada en alto. Kerisal se colocó detrás de él, a unos palmos del suelo. Colocó las manos a los lados de la cara del pobre hombre que miraba casi suplicando hacia Ivy, que se mantenía impasible a unos metros de ellos. El Heracles blanco de Keri parecía envolver la cabeza del hombre, que había perdido el casco hace un rato. Los hilos de humo blanco se adentraron en él, un rio fino de sangre caía por su nariz, lanzó un grito hasta caer desplomado al suelo. Keri se deslizó hasta el suelo despacio, creo que intentando recuperar el aliento. No podía apartar los ojos de ella, lo de Ivy distaba mucho de lo que había hecho Keri, ella luchaba con furia y agresividad, pero controlaba en todo momento lo que hacía. Ni siquiera era despiadada, la miraba alucinada, deseando que algún día pueda hacer lo que ella hace. Más, no me veo a mi misma matando nadie.

Ivy agachó la mirada hacia Keri -Gracias- exhaló esbozando una media sonrisa, Keri parecía enfadada, señaló los cadáveres del suelo –No, esto es culpa tuya- mustió con voz grave, su expresión de dolor me encogió el corazón, e hice un esfuerzo para no temblar.

-Yo no soy una asesina- Keri había mirado a mal a Ivy muchas veces, más nunca había visto una expresión en su mirada como aquella, no era enfado, era pánico. Manteniendo el silencio y la tensión, Keri se acercó a Dara por la espalda mientras ella acariciaba al garballo para calmarlo, la envolvió entre sus brazos y Dara devolvió el gesto abrazando sus largos y delgados brazos. Me asomé al borde de la entrada de la cueva.

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora