capitulo 26 Kerisal

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El ruido de las conversaciones y la música de la mansión me distraían de mis pensamientos, ¿por qué sería tan impulsiva? Sabía que había sido una estupidez que me costaría enmendar. La gente se me quedaba mirando, más bien ojeaban a Keiran que se revolvía intentando acomodarse en mi brazo mientras caminaba. Conseguí coger una copa de vino que llevaba Ably en una bandeja y tomé un sorbo, seguido del resto hasta terminar la copa de un trago.

-Cuidado, tenemos que estar alerta- comentó la voz de un joven, era aquel chico rubio de Nazali, -Yo puedo luchar hasta estando ebria.- conteste con descaro, volviendo a dejar la copa sobre la mesa de café frente a la gran chimenea apagada. -¿puedo tocarlo?- me preguntó sin quitarle el ojo al pequeño animal que trepaba por mi brazo, lo maldecía por rozarme las vendas de mi hombro.

-No creo que puedas- gruñí dolorida, noté unos puntos rojos que manchaban mi manga, -mierda- musité, se me habían saltado los puntos. Se quedó un instante dudando si acompañarme a mi habitación o quedarse aquí, le dejé atrás para subir a mi habitación, llamé la atención de San-Lim quien rondaba por la mansión, me cogió del brazo como si fuera mi propio padre y me ayudó a subir las escaleras alejándonos del barullo. Sin decir palabra, el anciano cerró la puerta de mi desordenada habitación para sentarse a mi lado en el borde de la cama, Keiran bajó para esconderse bajo las sabanas desechas.-Es impresionante- decía al tiempo que me ayudaba a bajarme la manga larga, descubriendo mis vendas manchadas de sangre.

-Sí que lo es, teníais razón en que era un gran poder.- respondí tras lanzar un pequeño gemido cuando retiró las vendas, se me había saltado un punto. -Siento lo de Ylwa...- murmuré intentando distraerme de las punzadas del hombre canoso, -Ahora es un regalo de los dioses- me contestó quedadamente, me sobresalté cuando la puerta se abrió de par en par, era Jocu, notaba como se le tensaban los músculos bajo la camisa blanca, fruncía el ceño como si estuviese a punto de saltar sobre mí para golpearme.

-No sé a qué estás jugando Kerisal, pero tienes que dejar de manipularla- dijo de pronto sorprendiéndome casi tanto como a Sam-Lim, ¿manipulándola? -¿Cómo dices?- inquirí levantándome.

-Actúas como niña asustada, luego la convences para desatar una onda expansiva para que ella viva con la culpa de esos Eidanos- estaba tan perpleja como atónita, ¿yo incité? -Y luego, aprovechando su debilidad y su confusión la besas.- tuve que sentarme para procesarlo, nada de eso era cierto, tuve ganas de gritar para desmentirlo, fue ella quien me dijo que agarrara sus manos en Nazali, y yo apenas rocé sus labios cuando ella me devolvió el beso... ¿pero qué arreglaría eso? No, pensé frunciendo el ceño, está vez debería acallar mis impulsos.

-Tienes razón- asumí, él se quedó tan confuso como Sam-Lim quien seguía a mi lado sentado, no decía más palabras, tan solo me quedé mirando a sus ojos tan fríos como el hielo. Me importaba una mierda lo que pensase él, si me odiaba o no, me era indiferente. Pero si a ella le importa tanto como yo creía, sería mejor que no la odiase.

-¡Kerisal!- gritó una voz desde el otro lado de la puerta, Salí corriendo tras Jocu y nos asomamos por la valla que separaba el gran salón en la primera planta, la música había cesado y todos estaban revueltos. -Están aquí- anunció Dara haciéndome gestos para bajar, me subí la manga tapándome los nuevos puntos. -¡Ivy!- grité y ella y Leyxa se acercaron raudas a la entrada, al otro lado del jardín nos esperaban guardias blancos de la ciudad, -Evacuar los edificios y las casas de la periferia, llevadlos a todos al centro de la ciudad- ordené a Ivy y a Alarine quien se mantenía con la mirada sumisa, la prefería así. -Si, enseguida- contestó la mujer y caminó seguida de sus hombres, Ivy y Jocu acompañaron a otros guardias blancos mientras que Dara, Leyxa y yo junto al resto cabalgamos a la entrada de la ciudad. Las gentes estaban revolucionadas, habían gritos y mucho alboroto. Había más luz de la que me esperaba, todas las burbujas de las farolas de la ciudad estaban encendidas, estás desprendían luces de noche en exceso por culpa del movimiento. Los guardias entraban edificio por edificio sacando a las familias, -Encontrad a todos los Heraclitas y Heracles que podáis- estableció Leyxa a uno de los hombres que nos seguían de cerca, este reanudó la marcha alejándose de nosotras para trasmitir el mensaje. Llegamos hasta la puerta doble de la gran muralla y nos guiaron hasta unas escaleras que llevaban a la parte más alta, era muy estrecho y Leyxa apenas llegaba a ver por encima de la piedra dorada, se veía la extensión del gran bosque, incluso se percibía el cambio del tamaño del gran bosque en el jardín de los gigantes. Los arboles caian en un claro que estaba a unos treinta o cuarenta metros de nosotros, -Intentan alejar a los animales- dijo Leyxa observando a los Eidanos, llevaban cantidad de armas y grandes maquinas. -¿algún Ificles?

Hijas de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora