Abrí los ojos pero no estaba en la habitación de Néstor en mi nueva casa. Estaba en una habitación muy familiar y con recuerdos nada bonitos.
Intenté hablar pero mi boca tenía una gran cinta ancha, así que opté por intentar moverme pero no podía.
Estaba desnuda y acostada en una fría superficie metálica, como una mesa.
Otra vez.
Mis manos estaban rectas a cada lado de mi cuerpo amarradas a éste por unas correas y mis piernas, abiertas, estaban con los tobillos amarrados a la mesa.
Mi brazo izquierdo ya no tenía el yeso y, en el espejo del techo, podía ver que mi cara no tenía hematomas o heridas, lo que me hizo fruncir el ceño.
Una puerta se abrió, pero mi cuello estaba también amarrado con una correa a la mesa, lo que no me permitía moverme en ningún tipo de dirección o hacer algún tipo de movimiento.
Me estaba comenzando a poner nerviosa. Necesitaba moverme, hacer algún movimiento que no fuera solamente respirar o mover los ojos. Estaba apurada.
Pero ahí estaba su asqueroso perfume en el aire, con un olor tan desagradable y fuerte que se metía en mi cabeza, haciendo que me doliera, dándome arcadas y ganas de vomitar.
Gracias a que tenía la gran cinta tapándome la boca, si no la hubiera tenido, probablemente hubiera vomitado de la repulsión.
Sus botas resonaron en el parqué del suelo acercándose a mí junto al sonido de la cremallera de su chaqueta bajándose y su ronca risa.
El olor de su cigarrillo y de alcohol barato llenó la habitación en menos de unos segundos, lo que me daba lugar a que había bebido y estaba borracho, de nuevo.
Se mezclaban con el olor de su odioso perfume y me mareaba hasta tener que cerrar los ojos para mentalizarme y poder sentirme mejor, pero no podía sentirme mejor en la situación en la que me encontraba.
No quería verlo, así que mantuve los ojos cerrados mientras las lágrimas de impotencia al no poder moverme e impedir lo que haría, caían por mis mejillas como cascadas.
Ya sabía lo que venía ahora, había pasado una vez más anteriormente, pero no sabía porqué había vuelto a caer ahora.
Yo intentaba gritar que parara, pero de mi boca solo salían gemidos de dolor y sonidos incomprensibles por la cinta mientras sus asquerosas manos recorrían mi pequeño cuerpo desnudo.
Se subió sobre mí, golpeando mi rostro repetidas veces y agarrando mi cuello con ambas manos hasta que no podía respirar.
Se desnudó sobre mí con rápidos y ágiles movimientos y su miembro erecto se restregaba por mi vientre y más abajo, en mi pubis, pero no podía hacer nada.
Intentaba moverme pero era tarea imposible, estaba atada, aterrada, en un ataque de pánico que hacía que mi corazón se fuera a parar en cualquier momento sin yo tener el control.
Oí mi nombre a los lejos y sentí cómo me movía sin yo hacer los impulsos, lo que me llevó a abrir los ojos y sobresaltarme sentándome en la cama, dándome cuenta que había sido una horrible pesadilla.
Otra vez.
Mi pecho subía y bajaba agitado, el sudor caía por mi frente y la camiseta de tirantes se pegaba a mi abdomen producto del mismo agua que expulsaba mi propio cuerpo sudoroso.
Mis lágrimas bañaban todo mi rostro y yo solo lloraba más fuerte, pensando que no podía alejarme de él ni en mis peores y profundas pesadillas.
Ni aún estando alejada de él por miles de kilómetros conseguía que se fuera de mi, ahora nueva, vida de una vez por todas.
-Hey, ¿estás bien? -Una gran mano se apoyó en mi espalda.
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I hate you, don't leave me
Chick-LitKatie es una joven cantante que tiene que mudarse lejos de su familia, de sus amigas y de su vida temporalmente por un problema del pasado, siendo acogida por su tío Michael. Lo que Katie no sabía era que su tío vivía con cuatro hombres más, Matt...