22.

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Llegué a casa temblando, con sueño, con hambre y apunto de desmayarme después de horas caminando bajo la torrencial lluvia de un día 12 de diciembre.

Me apoyé en la puerta tiritando y abrazándome a mí misma mientras intentaba llevar una mano a mi bolsillo para sacar la llave que aún conservaba junto a la de casa de Mike, pero me dolían demasiado los huesos y no podía.

Caí de rodillas golpeando la puerta con la frente lo que me hizo quejarme en silencio, ya que no me salía la voz del frío, y oí unas voces en la sala que me extrañaron porque ya era de madrugada.

La puerta la abrió Brian y se sorprendió y asustó a partes iguales de verme así, lo que le hizo cargarme en brazos y sentarme en el sofá rápidamente mientras alguien más entraba mi equipaje.

Tiritaba en forma de bola en el sofá mientras mi hermano pasaba una manta por mis hombros y yo aceptaba una taza de chocolate de alguien que, al levantarla cabeza, vi que era Evan.

-¿Qué ha pasado, KayKay? -Me dijo con su apodo y yo rompí a llorar.

-Cálmate, princesita, y nos cuentas. -Brian me daba calor acariciando mi espalda mientras Evan se sentó por el otro lado.

De oírme llorar, mi padre y Charlie también bajaron al primer piso corriendo, viéndome ahí, destrozada, probablemente resfriada y con el corazón roto en mil pedazos.

Se sentaron frente a nosotros tres sobre la pequeña mesa central cuando logré calmarme un poco, lo suficiente para beberme el chocolate y poder hablar, pero aunque me trababa, me entendían.

-¿Por qué estás aquí, Kay? No nos habías dicho que venías y hablé contigo ayer por teléfono. -Mi padre me agarró las manos.

-Néstor me odia. -Le dije tragando un nudo.

-¿Y...? -Iba a preguntar algo pero se quedó a mitad y entendió lo que me pasaba. -Oh, cariño... -Me dio una mirada de compasión.

-Me odia, me dijo que me fuera de la casa, de su habitación, de su cama, de su vida... -Volví a recordar sus palabras, su expresión de rabia al decírmelo, y volví a llorar.

-¿Por qué te dijo eso? -Charlie preguntó con cuidado.

-Porque vio como, el día anterior, Ian me daba un beso. -Me tapé la cara con las manos mientras lloraba.

-¿Estaba celoso? -Preguntó Evan y negué.

-No, eso es imposible. Él no siente nada por mí, él me odia. -Sollocé.

-Kay, vayamos a dormir. Necesitas descansar. -Propuso papá.

-No, no puedo dormir sin él, papá, no puedo. -Negué de nuevo.

No sabía qué pasaba ya que seguía tapándome la cara con las manos, así que Charlie me las quitó para abrazarme, seguido de los demás, y luego Evan me ayudó a darme una ducha en el aseo del piso de abajo.

Cuando me puse el pijama y subí las escaleras, dudé en si abrir mi habitación que, para seguir fastidiando y recordando, también era la primera a la izquierda, como la de él.

Al abrir, cerré los ojos y lentamente los fui abriendo para ver mis paredes cubiertas de pósters de él y de los chicos ya que, antes de conocerlos, los seguía bastante en sus carreras profesionales.

Miré la pared que daba a la parte superior de mi cama, viendo un póster de Ian con Néstor ahí y recordé, de nuevo, sus abrazos de buenas noches, sus caricias o sus besos en mi frente.

Cerré la puerta de la habitación y, con dolor, pensé en quitar todos los pósters o fotos menos ese último que decoraba el encabezado de donde dormiría de nuevo, sola, después de tres años.

I hate you, don't leave meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora