16.

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Sabía que era bastante entrada la noche, probablemente pasadas las doce por unas dos horas y aquí seguíamos, acostado en el capó del coche mirando las estrellas desde el mirador.

Señalábamos alguna que nos llamaba la atención diciendo cualquier tontería o pidiendo deseos a las estrellas más brillantes, mencionando constelaciones o inventando algunas otras.

Néstor se levantó, entró al coche y puso la radio del mismo, ya que ambos habíamos decidido ignorar y olvidarnos de nuestros teléfonos móviles en el tiempo aquí.

Me extendió una mano volviendo a donde yo estaba acostada y, extrañada, la acepté, siendo él quien me bajó, agarró mi cintura y comenzó a bailar.

Empecé a reír poniendo una mano en su hombro y bailamos como si fuéramos un duque y su duquesa en una fiesta de gala, con bastantes risas por parte de los dos hasta algunos tropiezos.

La música cesó aunque, a decir verdad, estábamos ignorándola por completo, ya fuera el género musical o la velocidad de ésta.

Simplemente estábamos bailando como queríamos lo que queríamos cualquier cosa que se reproducía de fondo en la radio o que yo misma me ponía a tararear.

Hicimos dos reverencias como si hubiera público mirando y aplaudiendo, así que comenzamos a aplaudirnos a nosotros mismos hasta que no pude más y estallé en una carcajada tirándome al suelo.

Él me miraba riendo apoyando las manos en sus rodillas hasta que tiré del bolsillo de su abrigo, haciendo que cayera a mi lado y comenzamos a hacer ángeles de nieve en el suelo.

En algún momento paramos y solo nos quedamos así, tirados en el suelo, llenos de nieve, uno al lado del otro en silencio y mirando las estrellas que, desde este sitio, se veían demasiado bien al no haber contaminación lumínica alrededor.

Giré la cabeza hacia su lado y él hizo lo mismo sonriéndome, así que solo pude devolverle la sonrisa.

-Eres una caja de sorpresas. -Le dije con sinceridad.

-Tú también. -Me sorprendí.

-¿Por qué? Tú ya sabías que yo soy así. -Él asintió.

-Nunca pensé que fueras a ser así conmigo. -Me encogí de hombros.

-Si eres bueno conmigo, voy a serlo contigo. -Miró al cielo de nuevo.

-Por eso lo digo. No he sido muy bueno contigo desde que llegaste. -Miré al cielo también.

-Esta noche está siendo perfecta y, que no se te suba el ego, pero tú también. -Rió ante mi comentario.

-Bueno, pero a veces me gusta darte guerra. -Reí yo.

-Y arreglarlo por las noches, ¿verdad? -Le miré ya que sentía su mirada puesta en mí.

-Está sonando muy mal la conversación. -Asentí mordiéndome el labio.

-Menos mal que no hay nadie escuchando y nosotros sabemos de lo que hablábamos. -Asintió él sonriendo.

-Deberíamos volver, van a ser las 3 y mañana nos levantamos temprano para ir al aeropuerto. -Asentí mirándolo.

Néstor se levantó y me ofreció su mano, levantándome sin esfuerzo de un solo tirón que me hizo apoyar las palmas de mis manos en su pecho para no caer.

Eso le hizo reír, llamándome "pequeña", diciendo que, a parte de serlo en edad y estatura, también lo era en peso, así que tenía un motivo más para llamarme así.

Limpiando la nieve sobrante de nuestras ropas para subirnos al coche, fuimos hacia él y entramos para prepararnos y poner rumbo a nuestro apartamento en nuestra última noche perfecta en Nueva York.

I hate you, don't leave meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora