6.

3.2K 243 2
                                    

Los chicos estaban en la barra, así que Ian y yo nos unimos a ellos.

Era viernes y en mi casa siempre teníamos reunión familiar, aunque también iban nuestros amigos más cercanos esos días, así que los chicos decidieron recrear eso aquí para hacerme sentir en familia.

Era por eso que los viernes jugábamos, dormíamos tarde, veíamos películas, bebíamos cerveza o cosas así, mientras reíamos y hablábamos de la semana, por lo que el de hoy no era una excepción.

Yo estaba en la barra por la parte de la cocina, a mi lado izquierdo estaba Mike y frente a nosotros estaban los otros tres chicos.

Si nos habían oído, no lo sabía, porque nadie sacó el tema, ni siquiera una indirecta. Nada. Lo que me alivió no tener que dar explicaciones o lo que fuera que tuviera que dar.

Aunque pensándolo bien tampoco tenía que dar ninguna. Quizá solo a Mike que, en parte, era quien estaba a cargo de mi cuidado a pesar de que ya sabía cuidarme sola.

Yo ya era lo suficientemente mayor y adulta, con mis casi 22 años, podía hacer lo que quisiera siempre y cuando fuera precavida y cuidadosa.

Pero luego venía Néstor y pulsaba ese botón que me hacía sacar mi lado más infantil, inmaduro, impertinente y todo lo malo de mí.

El motor de un coche que conocía a la perfección sonó junto un gran frenazo a las afueras de la casa y el sonido de la puerta del coche cerrándose fuertemente con la alarma de éste.

Eso fue algo que me llevó a pensar que no le había hecho gracia la foto y me hizo reír por lo bajo mas, por suerte, nadie se percató de mi burlesca y traviesa risa.

La puerta de casa se abrió y se cerró con otro portazo que resonó por todo el espacio, por lo que miré a Ian bebiendo de una botella de cerveza y él sonrió de lado.

Néstor estaba ahí, buscándome con la mirada y el ceño fruncido, pero estaba bastante más desaliñado que cuando se fue.

Su pelo negro estaba bastante alborotado, aunque lo tenía corto y de punta podía tenerlo de ese modo, como si hubiera estado pasando las manos constantemente por él.

Su corbata estaba casi deshecha en su cuello y su camisa de botones blanca estaba a medio sacar de los pantalones por no decir que tenía los botones mal abrochados, por huecos que no iban.

De mitad hacia abajo iba técnicamente normal, aunque los pantalones de traje negro estaban bastante arrugados.

-¡Katie! -Gritó con esa profunda voz y ese acento americano.

-Te he dicho mil veces que no digas mi nombre. -Dije tranquilamente comiendo una aceituna de un plato frente a mí.

-¿¡A qué coño estás jugando!? -Dijo entrando en la cocina.

-Ahora mismo sólo hablábamos. Josh no quiso encender la PlayStation ni la Xbox. -Dije aguantando la risa.

-¡No te hagas la tonta, sabes perfectamente de lo que te estoy hablando! -Le ignoré. -¡Mírame cuando te hablo! -Me bajé de la silla y le hice cara.

-¿¡Qué coño quieres!? -Le grité.

-¿¡Por qué me pasaste esa foto!? -Señaló su teléfono, por suerte con la pantalla apagada.

-¿¡Por qué me pasaste tú -recalqué el pronombre- esa foto!? -Le señalé.

-¿¡Y qué te importa? -Dijo indiferente.

-¿¡Qué te importa a ti!? -Le imité.

-Ian es mi mejor amigo, ¡has tenido sexo con mi mejor amigo! -Se señaló a sí mismo.

I hate you, don't leave meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora