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Estaba perdida, todo era nuevo para mi y estos tacones me están matando por no decir que me están partiendo cada uña de mis pobres dedos. No me gusta este hotel nada, porque además de ser demasiado sofisticado es muy serio. No hay ninguna persona que sonría o este saltando de alegría por estar en un hotel de cinco estrellas.

Y lo más frustrante de mi viaje es que no he conseguido ver el rostro de mi nuevo jefe, por más que lo intento se escapa.

— Señorita Junner, la esperarán en la sala de reuniones, pero primero puede ir a cambiarse —Pongo una cara de no saber nada y entonces añade — Tranquilícese yo la acompañare —Dice el señor que nos lleva acompañando desde Londres.

Subimos con el ascensor en silencio, no un silencio incómodo sino uno que que los disfrutamos, yo porque estaba agotada y él porque no tiene que fingir que esta interesado por mi bien estar haciéndome preguntas absurdas.

Cuando salimos del ascensor, el hombre se para y me extiende una llave.

—Su habitación es la que está al fondo a la derecha.

Al entrar una cama espaciosa se extiende ocupando casi todo el espacio, los muebles con sólo un vistazo muestran que son de gran calidad, tan reluciente y nuevos permanecen distribuidos por todos los lados de manera estratégica y ordenada. Todo es de color variado manteniendo una grado de discreción.

Cuando avanzo hacia el interior, me encuentro con unas vistas magníficas que vienen dadas por unas grandes ventanas de cristal. Y lo único que puedo hacer es quedarme con la boca abierta.

— Santa mierda, ahora sé porque tiene esas cinco estrellas —Murmuro para mi misma.

Tocan a mi puerta, sin saber quien es, abro y me encuentro unos ojos de un color esmeralda que me observan muy serio.

—¿Quién coño es este , tocando a las dos de la madrugada?
—Me pregunto.

Algo en su estructura me era familiar,  pero... no tengo ni idea de quién era. Mis ojos recorren toda su cara buscando algún indicio de reconocimiento. Yo no conozco a ningún ángel de ojos esmeralda brillante, ni a ningún chico más formal y serio con una cara demasiado joven para poner tener esa personalidad. Mirar a la gente hasta descubrir que esconde o quien son y eran mi especialidad, pero no... esta vez no ha sido unos de esos casos.

— Eeeeh...perdona creo que te has equivocado de habitación —Le digo saliendo de mis pensamientos que cada vez me ponían más inquieta mirando a un desconocido que al igual que yo, él hacia lo mismo.

—¿Por qué piensa eso, señorita Junner ? ¿ Acaso no me reconoce?
—Esa voz si que me suena, poco y poco me viene a la cabeza algo que me dice que lo escuchado alguna vez pero no demasiado. Mi mente va a otra dimensión y piensa que es el chico de esas bromas pesadas para principiantes, me lanzo como una tigresa con unas palabras no muy apropiadas de mi, no permitiré que me hagan la misma broma dos veces así que haya va...

—No se que broma será pero esto no tiene gracia, así que pude irse a tomar por culo. ¿Esto es una broma , verdad? no tenéis nada que hacer los tíos cachas de Nueva York con un semblante serio en mitad de la madrugada. Mira, lo siento pero no voy a caer en la misma trampa así que vete, esfumandote antes de que llame a los de seguridad. Le cierro la puerta en las narices pero este interpuso sus zapatos brillantes ente mi habitación y fuera.

—Creo que no sabe con quien esta hablando ¿verdad?, creo que usted ha tenido tantas malas experiencias con personas incompetentes como usted, que ya no recuerda las formalidades que debe tener con su nuevo jefe y también déjeme recordarla que debería estar ya en la sala de reuniones hace una hora. Tenía entendido que era de esas personas  responsables y eficientes en  su trabajo.

Diría que su mirada podría matarme en estos momentos, sus manos están reunidos formando un puño, sus dientes aparte de estar perfectamente blancos y bien puestos, están apretados pero en seguida lo disimula con sus labios carnosos que desde lejos te invitan a probarlos, me sorprende que su mandíbula sea perfecta porque yo tenia entendido que los chicos neoyorquinos tenían la mandíbula demasiado larga, supongo que tengo que corregir la información. Mi boca creo que no puede estar más abierta, mis ojos están igual que mi boca, abiertos como ventanas hacia el mar azul. Siento que no tengo espacio para respirar y que todo se me echa encima.

— Lo, lo...lo siento señor Ward pensaba que...que no...lo siento mucho señor....yo...yo... —Me hace callar levantando la mano en señal de un stop. Se gira y murmura por debajo:

—Espero no tener esta charla de nueva, le pido que haga el favor de seguirme, si no quiere cabrearme más de lo que ya estoy. Y...también haga el favor de ponerse algo formal, no quiero que me ridiculice delante de doce personas que ya debería haber conocido hace una hora y veinticinco minutos. —No me había dado cuenta que solo llevaba una camiseta larga y nada más. No tardo en taparme los muslos y convertirme en una manzana roja de la vergüenza.

Después de los diez minutos mas alarmados de mi vida, abro la puerta, noto que tengo la mirada de doce hombres que me esperan en la entrada con una chaqueta cada uno en la mano derecha y un paraguas en la mano izquierda. Pero ¿en qué siglo estamos?

— Señorita —Murmuran todos a la vez y agachan la cabeza. —Ojo que pasa la reina de InglaterraMe burlo de ellos en mi mente — Pero ¿que mosca les ha picado?

Cuando llegamos a la sala de reuniones, los hombres se van despidiendo, no entiendo nada si ni siquiera han entrado.

¿No te das cuenta qué has estado durmiendo durante la hora de reuniones? Me reprocha mi conciencia.

Aunque me asuste quedarme en una sala grande pero asfixiante con un amargado de la vida a la temprana edad, que por supuesto es demasiado  sexy y este caso me impide salir corriendo y  sacrificarme por mi futuro también es uno de los casos para que no me tire por la ventana en busca de aire libre.
Así que espero a que entre, y para entretenerme recojo los papeles de la mesa que ya debería haberse recogido hace dos horas por mi. Simplemente espero hacer las cosas bien.

TODA MÍA (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora