5. Cuentas claras.

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Capítulo 5. Cuentas claras.

El restaurante rebosaba de gente. Sus paredes marrones, los cómodos asientos rojos y las mesas de madera, además de las grandes pantallas de televisión y el rico olor que emanaba de la cocina, motivaban a venir al restaurante. Lo único malo eran los elevados precios, esos hacían pensárselo dos veces antes de venir. La carne asada era lo mejor en este lugar, ya fuera en parrillada o en tacos, la carne tenía un aspecto demasiado apetecible, un olor exquisito y un sabor delicioso, pues la servían en su punto exacto y muy jugosa. Era exactamente el lugar donde desearía festejar mi cumpleaños o venir una tarde con mis familiares y/o amigos, pero no con la persona frente a mí.

- Así es que, Harry, te encantan los tacos - hablé.

Él asintió mientras tragaba uno más de carne asada.

- ¿No te comerás eso, verdad? - habló con la boca llena, señalando dos tacos que estaban en mi plato.

Oculté una mueca, que desagradable.

- No importa - continuó mientras tomaba mis tacos y los colocaba en su plato.

Una falsa sonrisa apareció en mi rostro.

- ¿Y qué te gusta hacer? - cuestioné, cortés.

- Calla niña, estoy viendo el fútbol, y muevete a la derecha que me tapas la pantalla - habló al mismo tiempo que masticaba uno de mis tacos.

Abrí los ojos más de lo normal debido a su comportamiento. Pero aún así me moví un poco a la derecha. El chico era un tragón, ya llevaba más de diez tacos de carne asada y seguía comiendo, y la verdad era que comía con una rapidez impresionante, tomando en cuenta que había comido más de dos órdenes y el mesero las trajo hace tan solo diez minutos. Muy apenas comí tres tacos y ya no podía comer más porque el comelón frente a mí, me había quitado la comida.

Suspiré pesadamente. Así era como se desperdiciaba una tarde de un viernes. Lo peor es que yo no había querido venir, todo esto era una idea descabellada de mamá.

Estaba segura que había cancelado las citas, y lo hice, solo que mamá olvidó decirme que no había solo una hoja, si no dos. Y como ella sabía que tenía este viernes y sábado "libres" se encargó de cambiar la fecha de las citas que tendría con los cuatro chicos sobrantes para este fin. Saldría con dos chicos el mismo día, en una cita, eso era tan incorrecto.

Frente a mí estaba sentado Harry -y no precisamente el cantante de una banda- un chico que aparentaba tener dos o tres años más que yo, con una piel pálida, amante del fútbol, muy alto, cabello castaño claro y liso, además de ser de buen comer, no era que estuviera gordo, al contrario, tenía el peso ideal para su estatura, era el tipo de persona que podía comer lo que quisiera y no engordaba ni un gramo; no se veía de esos que se ejercitaban a diario o iban al gimnasio, puesto que no estaba musculoso, pero tampoco era un flacucho.

- ¿Puede traer más de esta salsita para los tacos? - Harry habló mientras se lamía los dedos -, está malditamente buena - habló con el mesero, quien hizo un asentamiento de cabeza y abandonó nuestra mesa.

Tomé un poco de mi limonada y observé la hora en mi celular, 4:45. Solo quince minutos más, tú puedes resistir, me dije. No podía creer que ya había pasado casi dos horas con el chico.

Vi al castaño coger mi vaso de limonada en un ágil movimiento para después tomar de mi popote sin permiso.

- La salsa está bien picosa - se excusó.

Sonreí falsamente, tratando de no mostrar mi enojo, ya me había quitado los tacos y ahora se tomaba mi bebida, era suficiente con escuchar sus largos eructos durante dos horas para querer irme de aquí.

- No te...

Dejé la frase en el aire cuando escuché un eructo, seguido de un gas y luego de eso, un asqueroso olor inundó mis fosas nasales.

Oh por Dios, pensé. Olía a huevo podrido y sabía exactamente por qué.

El mesero llegó nuevamente a nuestra mesa, dejó un pequeño frasco con salsa roja y su rostro se transformó en una mueca.

- ¡¿Qué se pudrió aquí?! - exclamó, mientras movía su mano de arriba hacia abajo, tratando de esparcir el nada agradable olor.

- Es la naturaleza - Harry habló, encogiéndose de hombros -. Traiga la cuenta y no hable, mejor - se dirigió al mesero, quien levantó las cejas ante la brusca actitud del chico.

- Disculpe, se golpeó la cabeza al nacer - sonreí, Harry no me escuchaba porque disfrutaba de la repetición del partido del día anterior.

El mesero sonrió -. Enseguida les traigo la cuenta. No sé cómo sales con él - volvió a sonreír para después abandonar, de nuevo, nuestra mesa.

Una vez que el mesero dejó la cuenta, los ojos de Harry se abrieron de par en par. Ja. Eso era lo que tendría que pagar por comer tanto y ser un grosero. Buscó en sus bolsillos del pantalón y tras no sacar nada de estos, habló.

- La mujer es la que paga, eso es lo que dicen - me pasó el pequeño folder con el ticket dentro.

- ¿Quién dice eso? - fruncí el ceño.

- Yo, por supuesto - rió.

-Escucha, únicamente pagaré lo que comí - hablé mientras tomaba el ticket en mi mano y veía la cantidad total. Mis ojos se abrieron más de lo normal de golpe, cerré y abrí los ojos sin poder creerlo. Doscientos dólares gastados en tacos. A eso era a lo que me refería con los elevados precios que te dejaban en duda si venir al restaurante o no.

- No creo que eso sea posible - tomó su celular y salió corriendo por la puerta del local.

Mi cara entró en estado de shock. Se había ido, el muy sinvergüenza había huido para no pagar y lo peor es que en mi cartera solo se encontraban veinte dólares.

El mesero regresó, con la intención de tomar el dinero, y lo único que pude hacer fue sonreír inocentemente. Creo que sabía de alguien que lavaría los platos hoy.

N|A.

¡Volví! Mañana y pasado actualizaré.

Feliz Navidad, mis mejores deseos para todos. Dios los bendiga ❤

Ya se viene lo bueno.

PD. Wattpad me cambia la raya por un guión.

Buscando al chico idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora