23. Pesadilla en vida real.

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Capítulo 23. Pesadilla en vida real.

Mis ojos ardían cuando trataba de mirar con atención. Quizá estaba alucinando, pero este lugar me resultaba familiar.

Quise enfocar mi vista en el portarretrato y observar la imagen con claridad, no obstante, mis párpados se cerraron lentamente.

Por más que luchaba por mantenerme despierta, había una fuerza que me lo impedía.

No sé cuantos minutos pasaron cuando desperté, siendo consiente de que mis labios estaban secos. Tenía sed.

Y más que eso, estaba aterrada. Desconocía la duración de mi estadía. Desconocía el motivo de mi estadía.

Desconocía si alguien vendría a buscarme.

Traté de zafarme del agarre de mis manos, jalando una y otra vez. Todo mi esfuerzo era inútil.

Escuché unos pasos acercarse a la puerta de la habitación, provocando que mi corazón latiera a un ritmo más acelerado.

Uno, dos.

Las pisadas resonaban en mis oídos.

Traté de buscar mi celular en el piso, quizá podría llamar a la policia.

No lo encontré por ninguna parte.

Tres, cuatro.

Una lágrima se deslizaba por mi mejilla.

¿Cómo pude permitir que esto ocurriera? Era mi culpa, nunca debí de caminar sola en la madrugada.

Cinco, seis.

Escuché que giraban el picaporte de la puerta.

¿Sería la única persona detenida en contra de su voluntad en este lugar?

Siete, ocho.

Inhala, exhala. Inhala, exhala.

¿Qué estarían pensando ahora mis papás? ¿Y mi hermana?

Nueve, diez.

Las fuertes pisadas seguían.

¿Qué harían conmigo?

Finalmente noté que la puerta se abría. Me obligué a cerrar los párpados con fuerza, no quería ver.

— Tranquila, no te haré daño.

Su aliento golpeaba mi rostro. Sus palabras solo me asustaban más.

Sentí que tocaba un mechón de mi cabello, oliéndolo con lentitud.

Qué asco.

Mi respiración se tornó pesada. No le deseaba esto a nadie.

— ¿Estás llorando?

Al centrarme en su voz grave, parecía que al hombre le resultaba divertida la situación.

Sentí un pulgar deslizarse por mi mejilla, limpiando una lágrima.

No pude evitarlo y lloré aún más.

Esto era una pesadilla.

Su contacto con mi piel se sentía como una daga cortándome de a poco.

Giré mi rostro con brusquedad y, aún con los parapados cerrados, logré murmurar:

— Déjame.

Creí que eso había funcionado cuando dejé de sentir su cercanía.

Me relajé por un momento.

Hasta que unos segundos más tarde, unas manos me tomaron el cuello, por atrás.

— ¡Tú no me das órdenes!

Cada vez me apretaba más fuerte. Ya no podía hablar, me costaba respirar.

Pensar que así terminaría mi vida...

Sin saberlo me encontraba rezando. No quería morir. Aún era joven.

Recordé la navidad pasada que disfrutamos en familia. Todos reíamos. Estábamos felices. Pensar que esa era la última...

Justo cuando creí que ya no me podía apretujar con más fuerza, me visión se volvía borrosa y todo mi cuerpo dolía, un grito grave lo interrumpió.

— ¡Aléjate! ¡Tampoco se trata de matarla!

Dejé de sentir la opresión en mi pecho. Se había apartado.

Esa voz la conocía sin lugar a dudas.

No. Me negaba a pensar que él era partícipe de todo esto.

No podía ser cierto.

No quería que fuera cierto.

Porque entonces, ¿qué sentido tuvo todo este tiempo?

N|A.
Lamento la tardanza.
Simplemente me ha costado redactar este capítulo. Definitivamente escribir sobre esto no se me da.
En fin, sé que es corto pero nos vemos el otro jueves con un nuevo (y más largo) capítulo.

Buscando al chico idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora