17. La insistencia.

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Capítulo 17. La insistencia.

La campana sonó, indicando al alumnado que en pocos minutos comenzarían las clases.

Jenn llegó a mi lado, caminando conmigo hacia el salón en el que estaríamos juntas durante poco más de una hora.

Su cabello rubio en ondas naturales caía sobre sus hombros, cubiertos por una blusa de encaje.

- Hace tiempo que no teñías tu cabello - le dije.

- ¿Qué puedo decir? Me gusta ser rubia.

En ese momento, los labios de mi mejor amigo se posaron en mi mejilla derecha durante pocos segundos.

- Nos vemos, Stef - habló, a la vez que se movía con rapidez en dirección al lado opuesto del corredor.

Elevé una mano para saludarlo a lo lejos; y antes de que se perdiera entre la multitud, lanzó una fugaz mirada a mi amiga por sobre su hombro.

- Jenn - fue lo último que pronunció antes de seguir con su camino a clases.

Seguí andando al aula, mientras la mirada de la, ahora, rubia, permanecía absuelta por el pasillo.

- ¿Scarlett no entrará a clases de nuevo?

Fruncí el ceño ante su pregunta y sin pensarlo, observé por todo el perímetro hasta que mis ojos se toparon con la pelirroja.

Su cabello era un desastre. Sus manos se convirtieron en puños. La furia se podía ver en su rostro. Luchaba contra esa emoción, lo sabía. Al igual que entendía que, aún sin saber los motivos de su estado, tenía que ayudarla.

Tal vez el tema de la Universidad la estaba consumiendo. Quizá, no era más que estrés. Recargaba su cabeza en su casillero, y sus manos subían a su lado, una y otra vez, como si quisiese golpear el locker y sacar toda su energía contenida.

Alex Lane estaba frente a ella, su cuerpo inclinado sobre el casillero siguiente. La miraba fijamente, con una tranquilidad admirable. Cualquiera pensaría que llevaba horas en esa posición que lo hacía ver tan relajado, cuando hace tan solo unos segundos se había colocado en ese sitio.

El segundo timbre se escuchó, logrando así, que corriera hasta el salón de clases con la esperanza de que el maestro llegara retrasado.

***

- ¿Cabello?

- Castaño - respondí.

Observé el montón de cartas apiladas. Era mi turno. Brooke justo terminaba de poner un nueve, y en mis manos, no tenía un naipe con un número más grande. Opté por poner un dos, que en este juego aplicaría como un comodín.

- ¿Ojos?

- Probablemente cafés, también.

Tomé una carta de la pila al depositar una más en el centro, quedándome con tres cartas.

- No descarten otras posibilidades - Mamá tomó asiento en una silla del comedor, junto a nosotras.

- ¿Y eso por qué? - Brooke preguntó -. ¿Andrew no tendría que ser igual a papá?

Mi turno llegó de nuevo, y al no tener cartas mayores que una J, y ser la primera en destapar un cuatro, me vi obligada a tomar las 26 cartas de la jugada.

- Olvidas que también se necesitó de una mujer - centré toda mi atención en la perdona que hablaba -. Como podría tener los ojos cafés, también puede que sean de color azul o verde. Puede ser alto o chaparro, blanco o bronceado.

Mi hermana lanzó un bufido: - ¿No sabes algo sobre la madre?

- No - contestó con disgusto -, ni quiero saber. Tan sólo tengan cuidado.

Buscando al chico idealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora