Capítulo 25. No entiendo.
—¡Stefany!, ¡Stefany!.
Abrí los ojos con lentitud al escuchar un fuerte retumbido en mis oídos.
—Al fin despiertas. Salgamos de aquí.
Mi visión era borrosa, pero poco a poco se iba aclarando, al igual que la voz del chico conocido.
—¿West? —Lo llamé, sorprendida de su llegada—. ¿Cómo?, ¿qué haces aquí?.
—No hay tiempo para hacer preguntas.
Me cargó como saco de patatas ya que mi debilidad no me permitía caminar a prisa.
Ya no estaba atada a una silla, aunque mis muñecas dolían tanto que sentía la soga aún ahí.
Y no tenía ni la menor idea de lo que había pasado antes, pues estaba profundamente dormida o, mejor dicho, me habían sedado.
West bajó las escaleras de la casa conmigo en brazos y me llevó hasta un carro plateado, dejándome en el asiento del copiloto.
—¿Agua? —Me ofreció, una vez que se sentó en el área del conductor, se colocó el cinturón de seguridad y encendió el vehículo.
Tomé la botella de plástico, ya abierta, y la llevé a mis labios. Estaba tan sedienta que bebí hasta dejar el bote vacío.
West ya conducía a una gran velocidad. Llevaba puestos unos jeans y una playera negra, además de unos tenis oscuros.
Observé la hora en el estéreo. Eran las 5:50 de la mañana.
De pronto, recordé algo.
—Espera, ¿qué ha sucedido con Dereck?
La última vez que lo había visto, West no estaba allí.
Me miró de reojo por unos segundos, para luego volver su vista a la carretera.
—No te preocupes por eso.
Y esa respuesta no hizo más que preocuparme. ¿Acaso había llamado a al policía?, ¿Dereck iría a la cárcel?, o ¿lo habría golpeado?.
Cualquiera de esas opciones me disgustaba. Me aterraba que algo malo le sucediera a Dereck, después de todo, me importaba.
—¡¿Qué le hiciste?! —espeté.
¿Era West capaz de hacerle daño a alguien?
—Solo digamos que me encargué de él.
Tragué saliva.
Encendió la radio y subió a un volumen máximo la canción de género electrónico. Eso me lo dejó claro: no más preguntas por el resto del camino.
Conforme avanzábamos por las avenidas y el sol se asomaba, una cuestión más ocupó mi mente. ¿A dónde nos estábamos dirigiendo?
Bajé mi vista hacia mis manos, seguían latiendo.
Y mi ropa... llevaba la misma vestimenta del día anterior.
Un ruido salió de mi estómago. Estaba hambrienta.
—Hay una manzana en la guantera.
Con delicadeza, abrí el área indicada y un montón de papeles escritos a computadora salieron volando. Aunque también logré encontrar la fruta, así que guardé los documentos de nuevo.
Seguramente eran cosas del carro. O del seguro.
Cuando me llevé la manzana roja a la boca y le di la primer mordida, una voz se entrometió en mis pensamientos.
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Buscando al chico ideal
Teen FictionCuando la boda de su hermana se acerca y Stefany no ha conseguido pareja de baile, su madre comienza a organizarle citas a ciegas. Aunque no todo es lo que parece. #491 en relaciones - 12 Mar 19. #146 en citas - 13 Mar 19. #64 en chico perfecto - 5...